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SALTARINAS por José Biedma López

SALTARINAS por José Biedma López
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martes 03 de septiembre de 2019, 11:42h
No todas las arañas tejen lanas. Una de sus familias, los saltícidos, con más de cuatro mil especies disimuladas por el mundo, caza al acecho. El alicantino Azorín (Monóvar, 1873- Madrid 1967), krausista y ácrata en los arrebatos de su juventud, traductor de Maeterlinck, hijo de un diputado murciano liberal-conservador, brillantísimo periodista y escritor de la generación del 98 que cultivó todos los géneros literarios, describió con dorada pluma a uno de estos artrópodos de ocho patas y dos pares de pulmones
SALTARINAS por José Biedma López

Dice de su bicho al que pone nombre propio y llama Ron que puede ser incluido entre las más intelectuales y elegantes de las criaturas arácnidas. A pesar de lo cual, esta “saltarina escénica” no es estática, como el universo de Parménides, ni metódica como la filosofía de los racionalistas. Vaga ligera, pero voluble e indecisa, ¡a saltos, claro!, por rincones, por las hojas del caqui, en los padrones de la huerta, pegada a las paredes soleadas... Puede que te la encuentres en la caja de la luz o en el filo de la maceta. Las arañas saltarinas son mundanas y errabundas.

Corren y brincan a veces a tal velocidad que para la lentitud de nuestro ojo más parece que tengan el don de la ubicuidad, pudiendo existir en dos lugares al mismo tiempo. No fabrican urdimbres con hilos de seda en las que aburrirse, desesperando a la espera, como el salteador en su trampa, ni labran agujeros donde hastiarse de oscuridad.

Nos benefician porque consumen fastidiosas moscas y sanguinarias mosquitas a las que atrapan saltando. “Con maña, caza a la mosca la araña”, pide el refrán. Unen así –según Azorín- utilidad y belleza, pues su caza es “deporte airoso.

El cuerpo con dos regiones de las arañas saltarinas (no son insectos, los insectos tienen tres) parece afelpado de fino terciopelo, cuyos colores dibujan enigmáticas señales, sigilos diabólicos, divisas aristocráticas, escudos de órdenes militares… Son compactas, pero ligeras. Las patas delanteras algo más fuertes para abrazar a sus presas por puro amor a la vida.

Los vellos del cuerpo pueden ser iridiscentes, como si allí el sol besara el agua. Los machos durante el cortejo lucen sus palpos sensibles como plumeros de guardia real y se abanican con ellos como damiselas coquetas.

Puede que sus ojos, como los de otros arácnidos, sean simples, pero como disponen de ocho ojos, ¡sí ocho!, son capaces de enfocar en todas orientaciones y hasta marcar el ritmo con ellos para detectar a sus presas. Sabemos que ven en volumen, visión estereoscópica como la nuestra, pero ¡en un campo de 360 grados!, gracias a los ojos laterales y superiores, más pequeños que los frontales. Así que no necesitan que nadie les cubra las espaldas.

En el imaginario popular, las arañas no tienen muy buena prensa, y eso a pesar de que entre nosotros no las muy venenosas ni letales: “Cuanto suda la abeja, cera y miel; cuanto la araña, veneno y hiel”. A pesar de ello, el significado de su presencia inesperada puede augurar bien igual que mal: “araña por la mañana, señal mala; si al mediodía, alegría”. “Araña muerta, visita cierta”. También sirvieron para prevenir el tiempo: “Araña que de su hilo cuelga, lluvia espera”.

Así están o estamos ahora quienes dependemos directamente o indirectamente del secano, del aceite o del olivo: colgando de un hilo.

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