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'El Príncipe sin reino, padre de Colom', por Pedro Cuesta Escudero
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"El Príncipe sin reino, padre de Colom", por Pedro Cuesta Escudero

lunes 09 de diciembre de 2024, 10:07h
'El Príncipe sin reino, padre de Colom', por Pedro Cuesta Escudero

Estando el infante don Juan de Aragón en este año (1421) en su villa de Peñafiel –cuenta el cronista Alvar García de Santamaría- parió la reina Doña Blanca, su mujer, que posaba en el monasterio de frailes predicadores, un hijo, un jueves a veintinueve de mayo, a la hora de nona. Y llamose Carlos, como su abuelo, por la gran obstinación de los navarros, pues el infante D. Juan, su padre, quería llamarlo Fernando como el rey de Aragón, su padre, pero los navarros insistieron en que se llamase Carlos, como su abuelo Carlos el Noble”.

Carlos III estimó que el heredero del trono debería tener un Principado singular. De los antiguos reinos que integraban la España del siglo XV, fue el de Navarra el último que asignó al heredero al trono un Principado para su honor, distinción y también para su sustento. Lo inauguró Carlos III el Noble, de la casa de Evreux, que quiso consolidar, dar prestancia y situar la Corona a la altura de los otros reinos europeos. De este modo estableció el título de príncipe de Viana por mandato dado en Tudela en “veinte de jenero l´aynno del nacimiento de nuestro Señor mil quatrocientos y veinte y tres”. Seguía con ello el ejemplo que había establecido Inglaterra, que instituyó el Principado de Gales en 1283, el de Delfín para el de Francia en 1346, el principado de Asturias para el heredero de Castilla en 1388 y el de Gerona para el de Aragón en 1350. Lo hace en la persona del pequeño Carlos, teniendo éste dos años de edad, “por ser fijo de nuestros muy caros y muy amados fijos el infante D. Juan de Aragón y la reina Doña Blanca, nuestra primogénita y heredera, haya habido entre ellos al infante D. Carlos, fur hijo nuestro muy caro y muy amado nieto”.

Establece que al Príncipe de Viana sea dotado con el castillo y rentas de dicha población y con todas las villas, aldeas y castillos de su derredor, a las que añade otras pertenencias, Laguardia, San Vicente, Aguilar, Genovilla, Lapoblacón, Marañón, San Pedro, Cabredo, Val de Campezo y otras distantes. Corella, Cintruenigo. Peralta y Caldreita, que consoliden y mantengan al Príncipe; “y habemos erigido y erigimos por las presentes, nombre y título de Principado sobre dichas villas y lugares y le habemos dado y damos título y honor de Príncipe y queremos y ordenamos, por estas presentes, que de aquí adelante se intitule y nombre Príncipe de Viana, y tener aquellos, como cosas propias suyas; car assi lo queremos y nos place”.

Pero no solo el Rey Noble da preminencia, premios y riquezas a los futuros herederos a la Corona, sino que también les pone obligaciones “según fueros y costumbres del dicho reyno de Navarra, aquel es indivisible y non se puede partir, por esto el dicho infante non podrá dar en caso alguno, vender y alienar, empenyar y dividir, ni distrayer, en ninguna manera, las dichas villas y castillos y lugares ni en todo ni en partida en tiempo alguno en alguna manera; antes aquellas quedaren íntegramente, e perpetuamente la corona de Navarra”.

Don Carlos el Príncipe de Viana, admirado y amado por unos, odiado y vilipendiado por otros, fue un hombre singular con una existencia azarosa. Protegido por su abuelo materno, el rey Carlos III de Navarra, que creó el título principesco para su nieto, agraviado por su padre, el infante de Aragón y luego rey de la Corona de Aragón, y honrado y mimado por su madre, la reina Doña Blanca de Navarra, hija de Carlos III, el Príncipe de Viana recibió una esmerada educación en el palacio de Olite. Allí se formó con los maestros más eruditos. En dicha corte de Olite vivió rodeado de boato. Su palacio fue uno de los más suntuosos de Europa. Y a los 18 años se casó con Inés de Cleves, descendiente de la más poderosa dinastía francesa, en la iglesia de Santa María, con gran fiesta y regocijo de gentes.

Pero la dicha de Don Carlos duró poco. Dos años más tarde de sus esponsales, en agosto de 1440, la reina Blanca, que viaja a Valladolid con su hija la infanta Blanca para sus nupcias con Enrique de Castilla, muere y comienzan para el Príncipe de Viana los mayores infortunios. En 1446 muere también su esposa Inés de Clavés, sin darle descendencia. Y su padre Don Juan, que conseguirá ser rey de la Corona de Aragón, vuelve a casarse con Dª Juana Enríquez, la cual hará todo lo posible para que el heredero fuera su hijo Fernando, hermanastro del D. Carlos el Príncipe de Viana. La historia de Don Carlos, el Príncipe de Viana, es tan fascinante, tan épica, que ha desgranado ríos de tinta.

Pero el azar del Destino quiso que el Príncipe de Viana fuera padre de uno de los personajes más importantes de la Historia universal. No hay documentos irrefutables que demuestren ser hijo del Príncipe de Viana, pero en las Cortes, tanto en la portuguesa como en la castellana y aragonesa así lo consideraron y se le conceden títulos y honores necesarios para liderar y comandar la empresa descubridora. Y por otro lado, estaba exento de lazos dinásticos que le impidiesen hacer el viaje.

Siguiendo el derecho y la tradición, el 19 de junio de 2014, S.A.R. Doña Leonor de Borbón y Ortiz, a la edad de 9 años, de acuerdo a la Constitución española, quedó de facto como heredera de la Corona de España y, como tal, asumió los títulos de princesa de Asturias, Princesa de Gerona y Princesa de Viana, todos ellos integrados en la Corona de España.

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