Recurriré a unos de los versos más famosos de nuestra literatura y que enmarca con gran exactitud el contexto histórico y político de la época narrada en El cantar de Mío Cid: “¡Ios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!”
La importancia de los dirigentes locales en un mundo globalizado es relativamente transcendente, pero define el devenir inmediato de cada país.
El pasado año por esta misma fecha, dos de agosto, habíamos consumido el total de recursos naturales que la Tierra es capaz de regenerar en un año. En la actualidad hemos adelantado esta nefasta efeméride a finales de julio.
En siete meses hemos consumido lo que debiera haber durado doce meses. Ojo, estamos hablando de términos medios. Eso quiere decir que hay países que son más precoces aún, como son Qatar, seguido de Luxemburgo, Emiratos Árabes y EEUU, que a finales de marzo ya lo habían logrado. En tan solo tres meses.
En cuanto a algunos ejemplos que podemos señalar como positivos estarían Ecuador, Indonesia, Irak, India y Jamaica, cuyo balance positivo sería de once meses por lo que llegan hasta noviembre.
¿Y España, en qué lugar estaría? Nosotros habríamos alcanzado este punto de no retorno en casi seis meses, en concreto el veinte de mayo. Si nos sirve de consuelo Europa lo hizo semanas antes que nosotros, el tres del mismo mes.
He utilizado antes el término efeméride en tono irónico porque desde el punto de vista científico de lo que estoy hablando es del “Día de la Sobrecapacidad de la Tierra”, que marca la fecha en la que la demanda de recursos y servicios ecológicos de la humanidad en un año concreto supera lo que la Tierra puede regenerar en ese mismo año. Grosso modo viene a ser como el momento en que su cuenta corriente entra en número rojos sin capacidad de nuevos ingresos. Más de uno, por desgracia, se puede imaginar perfectamente la situación.
Más allá de los términos utilizados hasta ahora y de lo argumentado ¿de qué estamos hablando? Pues de deforestación, de crisis hídricas, del avance del desierto por la erosión del suelo, de pérdida de biodiversidad de manera casi irreversible, del aumento del volumen de dióxido de carbono en la atmósfera, de cómo esto conlleva la proliferación de fenómenos meteorológicos extremos (sequía, huracanes, olas de calor, temporadas de incendios dantescos, etc) y que la confluencia de los factores reseñados desembocan irremediablemente en consecuencias sociales que no solo perpetúan la desigualdad sino que la acrecientan. Y lo injusto de lo que explico es que precisamente los países que cumplen con el planeta son los que sufren con mayor virulencia los efectos nocivos derivados de la sobreexplotación extrema por parte de los que están a la cabeza del derroche y despilfarro.
Y es que despilfarrar es: “Gasto excesivo y superfluo”. ¡Sí señor, superfluo! ¿De veras necesitas renovar ya el móvil? ¿O esos zapatos? ¿Cambiar de coche? ¿Cenar en ese restaurante? ¿Ese reloj digital último modelo? …
Personalmente no creo que la respuesta a estos problemas esté en la transición ecológica sino en el decrecimiento. La primera sin el segundo no será ecológica sino una mera transición hacia un modelo que “pega una patada hacia delante a la pelota” y gana un poco de tiempo.
Como ya expresara Soul Etspes: “La naturaleza debería ser un fin en sí misma y jamás un medio” Tonto es el que considera lo contrario y despilfarrador el que pone en práctica el pensamiento del tonto. Siendo el segundo tonto y despilfarrador ¡Cómo mínimo!