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'El Nacimiento del retablo de Sant Martí Sarroca', por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de Sant Martí Sarroca

"El Nacimiento del retablo de Sant Martí Sarroca", por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de Sant Martí Sarroca

domingo 16 de julio de 2023, 10:13h
'El Nacimiento del retablo de Sant Martí Sarroca', por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de Sant Martí Sarroca

Continuando con la descripción artística de las casas (cuadros) del retablo de Sant Martí Sarroca nos encontramos que la que viene a continuación de la Anunciación es El Nacimiento, el segundo de Los Gozos de María. Con este análisis, no sólo hacemos un estudio desde el punto de vista del arte cristiano tan arraigado en nuestra cultura, sino que también vemos las fuentes donde bebieron los artistas para elaborar esta serie de los Gozos de María, que con tanta dignidad y originalidad se representan en el retablo de Sant Martí Sarroca.

'El Nacimiento del retablo de Sant Martí Sarroca', por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de Sant Martí Sarroca

El Nacimiento

Para esta escena Jaume Cabrera también se inspira en el evangelio de Lucas: “Y nació su hijo primogénito: ella lo fajó con pañales y lo colocó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio donde hospedarse” (Lucas 2.7)

Los personajes que forman la escena del Nacimiento se repliegan en una cueva que está representada con una estilización muy convencional. El hecho de que la acción se desarrolle en una cueva es de tradición bizantina y tiene las fuentes literarias en el Protoevangelio del Pseudo Mateo . A través de Cimabúe, que continúa utilizando la cueva llega hasta los hermanos Serra. Y en el Nacimiento del retablo de Sant Espèrit de Manresa de Pere Serra es casi idéntico al de Sant Martí Sarroca, por no decir iguales. También es de tradición bizantina que se represente al Niño encima de un altar y el cuerpo completamente fajado, en vez de desnudo y colocado en el suelo.

La escena está partida en diagonal por el pesebre. El Niño, fajado en forma de huso con una tela blanca, esta estirado. A un lado está la Virgen María Madre de Dios y la partera, y al otro, para guardar el equilibrio, San José, la mula y el buey. Con la idea de dar profundidad a la escena tanto la partera como los animales, que están detrás, son de medidas más pequeñas.

El Niño lleva un nimbo crucífero y la paja que tiene debajo está colocada como si fusen irradiaciones de oro. El pesebre se ve tan elegante que parece un sarcófago de época romana: la tonalidad verdosa le da un aspecto metálico. María, también con el nimbo como siempre, está arrodillada delante del Niño, con las manos juntas delante del pecho en actitud de plegaria. También tiene la misma actitud Salomé, la partera, pero por no ser persona sagrada no lleva nimbo.

San José, un hombre maduro y con barba y cabello gris, está sentado y se apoya en un bastón que tiene entre sus manos, lleva nimbo poligonal, el reservado a los personajes del Antiguo Testamento, como si todavía no e le quisiera dar la suficiente dignidad. El rostro de este San José es muy parecido al que vemos de San Pedro en este mismo retablo. Con marcada arbitrariedad anatómica aparece aparecen detrás del pesebre el buey y la mula, en una postura ingenua y sirviendo para cubrir el vacío del fondo y completar la composición.

Ninguno de los tres personajes mira al Niño Jesús; tienen la mirada fija en un punto, como meditando. “María guardaba todo esto en su corazón y lo meditaba”, leemos en el Evangelio de Lucas (2. 19) O sea María tiene el gozo de ser Madre de Dios, San José puede que dudara sobre la virginidad de María y del origen divino de Jesús. Y Salomé, la partera, debe pensar en el hecho insólito de ver la total falta de incidencia del parto en el físico de María.

El manto que lleva María es el mismo que lleva en la Anunciación; en todas las escenas donde sale Ella, menos en la del Calvario, vemos el mismo manto azul y bordado de estrellas. Este azul cielo oscuro contrasta con el rojo cereza del manto de la partera y con el rojo tirando a morado del de San José. El arbitrario y fantasioso techo, blanco de una parte, oscuro en otra, juntamente con el marrón del buey y el gris de la mula hacen menos tenebrosa la cueva.

A partir del Concilio de Trento donde son depurados los evangelios apócrifos, en la representación del Nacimiento ya no aparece la partera y el Niño Jesús aparece desnudo y en tierra sobre una cama de paja.
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