nuevodiario.es

ASHERAH, LA ESPOSA DESCONOCIDA DE DIOS, por Luis Miguel Sánchez Tostado, escritor

ASHERAH, LA ESPOSA DESCONOCIDA DE DIOS, por Luis Miguel Sánchez Tostado, escritor
Ampliar
martes 21 de junio de 2022, 19:28h
ASHERAH, LA ESPOSA DESCONOCIDA DE DIOS, por Luis Miguel Sánchez Tostado, escritor
ASHERAH, LA ESPOSA DESCONOCIDA DE DIOS, por Luis Miguel Sánchez Tostado, escritor

Dios tuvo una esposa llamada Asherah hasta que decidieron dejar a Yahveh como dios varón único. Orígenes politeístas y misóginos que incomodan a las religiones monoteístas semíticas actuales.

ASHERAH, LA ESPOSA DESCONOCIDA DE DIOS, por Luis Miguel Sánchez Tostado, escritor

Desde al menos el siglo XIII a.C. hasta la reforma religiosa de Josías en el VI a.C. se simultaneó el culto del Dios Padre con la Diosa Madre. Hay incluso quien prolonga este politeísmo semita primigenio hasta el II a. C., en la época de los Macabeos. La veneración a la diosa Madre procede de tiempos inmemoriales. Ya la encontramos en las venus del Paleolítico Superior entre del 40.000 al 10.000 a.C. En la mayoría de las culturas antiguas, el concepto genérico de Dios-Creador respondía al binomio Padre-Madre. Por una parte, el Dios Padre, arquetipo del Sol, dador de la semilla. Por otro, la Diosa Madre, la Tierra feraz donde la semilla germina. Se trataba de la dualidad para la concepción vital, lo que permitió un concepto más equilibrado de la vida, como ocurre en el hinduismo con Shiva y Parvati, o con Vishnu y Lakshmi, con Amón y su esposa Mut en Egipto, Marduk y Sarpanitu en Sumeria, Zaus y a Hera en Grecia, o Júpiter y Juno en Roma.

Siempre se había creído que el Yahveh de judíos, musulmanes y cristianos era el dios célibe y único de las religiones antiguas, sin embargo la arqueología, los nuevos estudios bíblicos y la epigrafía han recuperado la importancia que, en los orígenes de las religiones abrahámicas tuvo la diosa Asherah, venerada como la esposa de Dios. Esto es un antecedente incómodo para estas religiones que tienden a negar sus orígenes politeístas.

El cambio fue progresivo, pasando del politeísmo a una monolatría transitoria en la que se convive con otros dioses pero se clama a Yahveh como el verdadero dios, para pasar al monoteísmo radical clamado por Abraham. El problema es saber cuándo vivió Abraham. Aunque fuentes judías antiguas remontan su existencia entre 1813 a.C. y 1506 a.C. (Judaism 101), la crítica bíblica del siglo XIX, sostiene que la Era Patriarcal que describe el Génesis (Abraham, Isaac y Jacob), junto al Éxodo y Jueces, son textos tardíos de autores desconocidos que vivieron en distintas épocas, si bien la hipótesis más plausible los ubica en el siglo VI a.C., a comienzos del imperio persa en Babilonia, después del exilio de los judíos (587-537 a.C.), la toma de Jerusalén y la destrucción del templo de Salomón por Nabucodonosor II.

Hoy se conoce que el culto a Asherah tuvo una importante implantación en Israel y es citada numerosas veces en el Antiguo Testamento. Se sabe que bajo el reinado de los reyes Asá, Ajab, Joacaz y Ajaz y Oseas, el culto a Asherah seguía ampliamente implantado en Samaria. Hasta el profeta Elías, fervoroso defensor del Yhaveh único, convocó en el monte Carmelo a cuatrocientos cincuenta profetas del dios Baal y otros cuatrocientos de la diosa Asherah para demostrarles el poder de Yhaveh (1 Re 18:19). Aquel episodio concluyó en una matanza y Elías degolló a todos los profetas de Baal pero, por alguna razón, respetó a los de Asherah permitiendo la continuidad del culto a la diosa (1 Re 18:40). Se cree que el rey Ezequías (716-687 a.C.) fue el primero en ordenar la destrucción de los santuarios de otros dioses ajenos a Yahveh, incluidos los de Asherah (2 Re 18:4) y prohibió su culto, pero su hijo Manasés, cuando le sustituyó en el trono, restauró su adoración y volvió a colocar a la diosa en el templo de Jerusalén (2 Re 21:3.7).

Sería la reforma religiosa del rey Josías en el año 622 a.C. la que acabaría definitivamente con el politeísmo semita, con el fin de unir políticamente al país en torno a un dios único. Nunca más sería nombrada Asherah en la Biblia.

Asherah en ocasiones era llamada Astarot y tenía su equivalente en la Ishtar babilónica, la Astarte mesopotámica, la Hathor egipcia o la Atenea griega. Era la diosa del árbol de la vida y del mar. En sus inicios, el judeocristianismo incluyó algunas de las versiones de la diosa Asherah en su panteón de divinidades superiores. La mitología árabe, anterior a la codificación monoteísta del Islam en el 622 d.C., también incluía una miríada de dioses menores, genios, demonios y monstruos, entre los que destaca la figura femenina de Alat, diosa mayor de los pueblos de la península arábiga a la que atribuían un poder superior a lo terrenal. Formó triada con sus hermanas, las diosas Manat y Uzza, encargadas de proteger La Meca.

Un patriarcado misógino se encargó de despojar a Asherah de su trono porque pensaron que restaba trascendencia al Yahveh varón. Algunas tesis sostienen que el motivo fue doble: por un lado la consideraban la antinomia del Dios único y, por otro, necesitaban unir al pueblo de Israel. Pero el Dios único no tenía que ser necesariamente varón. Otros sostienen que el concepto Dios es asexual, que no es varón ni hembra, sin embargo se ha exaltado su masculinidad en detrimento de sus valores femeninos imponiéndolo como “Padre” condicionando entre la feligresía el modo de imaginarlo.

Asherah es citada en nueve libros de la Biblia hebrea: Éxodo, Deuteronomio, Jueces, Reyes, Isaías, Jeremías, Mical y Crónicas, además de una posible, aunque discutida, mención en Oseas 14:9. Encontramos su nombre cuarenta veces en la Biblia, siempre desde un marco peyorativo y hostil para que se abandonase su culto y sus ídolos: “Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera.Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es”. (Ex 34:13-14).

Yahweh (o Yahveh) era el dios de los reinos semitas de Samaria y Judá desde, al menos, la Edad del Hierro, pues no se conservan textos anteriores al VIII a.C., aunque es muy posible que se practicaba su culto en la Edad de Bronce. Cada tribu semita tenía su propia deidad tutelar pero, cuando emergió el reinado, se promovió a Yahweh como dios de Israel, superior a las demás deidades de las que fue asumiendo progresivamente sus funciones. Asherah era ser tan antigua o más que Yahveh, pues se ha demostrado su presencia icónica en la prehistoria. La Biblia confirma que había estatuas de esta diosa en los templos de Jerusalén, Bethel y Samaria (Ackerman, S., 2003). Es muy significativo que fuese adorada en el templo de Jerusalén, el más importante para el pueblo judío.

La referencia a la reina del cielo en el Libro de Jeremías podría ser una alusión a esta diosa: “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego y las mujeres amasan la masa para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira” (Jr 7:18). Con la “reina del cielo” no se están refiriendo a la Virgen María, personaje muy posterior. En el Libro de los Reyes se dice que en aquel templo había una estatua de Asherah atendida por personal femenino que le confeccionaban vestimentas y hacían rituales en su honor.

Recibían el nombre de asherim o asera (masculino plural) los postes y piedras sagradas vinculadas a las prácticas religiosas cananeas que se colocaban en las colinas y bajo los grandes árboles. Recordemos que era diosa del árbol de la vida: «Porque ellos también se edificaron lugares altos, estatuas e imágenes de Asera (sic), en todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso” (1 Re 14; 23).

En el libro de Jueces, Dios ordena acabar con ídolos falsos, entre ellos Asherah y Baal (Jue 6:25). Es curioso como profetas y escribas ponían en boca de Dios lo que ellos pretendían. Baal era un antiguo dios adorado por fenicios, cartagineses y sirios que, en la Biblia, terminaría siendo considerado como uno de los falsos dioses. Los profetas Isaías, Jeremías y Micah también condenaron la idolatría de la diosa y exigían veneración única al dios verdadero. En la elaboración de copias bíblicas sobre nuevos papiros, sacerdotes y escribas, atendiendo al nuevo criterio monoteísta, fueron eliminando el rastro de la esposa de Dios.

Sobre Asherah existen abundantes pruebas arqueológicas y referencias en textos antiguos. Se han encontrado numerosas estatuillas y amuletos de la diosa datados entre los siglos IX a VI a.C. En 1928, en la actual ciudad de Ras Shamra, al norte de Siria, un campesino descubrió la entrada de una necrópolis cananea del siglo XII-XI a.C. Tras las excavaciones dirigidas por el arqueólogo francés Claude Shaeffer, se llegó a la conclusión de que correspondía a la legendaria ciudad de Ugarit, importante puerto de Oriente que tuvo su período de esplendor entre el 1450 a.C. y el 1180 a.C. Su ubicación se desconocía hasta entonces. En la biblioteca de su palacio real se encontraron abundantes textos cuneiformes en tablillas con documentos del siglo XIV a.C. En posteriores excavaciones se recuperaron más de cuatrocientas tablillas en nuevas bibliotecas. Por ellas se conoce que sus principales dioses fueron: Baal, dios de la lluvia, el trueno y la fertilidad; Asherah, la Ashartu mesopotámica; Yam, dios del caos y las tempestades; Mot, dios de la muerte; Hadad, rey del cielo y Yaw, dios del mar, que posiblemente fuese el posterior Yawe o Yhaweh hebreo. Estos dioses formaban parte de la corte del Dios principal conocido como El. Se descubrió que la palabra “As-herá” se refería a la diosa madre de los cananeos.

En 1975, Ze’ev Meshel, arqueólogo de la universidad de Tel Aviv, dirigió una excavación sobre los restos de una antigua posada en Kuntillet Ajrud, en la península del Sinaí donde, desde el IX a.C. al VIII a.C., los peregrinos pernoctaba en ella. Muchos dejaron oraciones y grafitis sobre paredes y tinajas. En un fragmento de vasijas de barro del 770 a.C., podía verse dos figuras antropomorfas con los brazos entrelazados y una tercera sentada en un trono tocando la lira. Una de las figuras parece ser el dios Bes, con su típico tocado de plumas. Bes y su contrapunto femenino Beset, fueron deidades protectoras de la mitología egipcia, pero la importancia del descubrimiento se encontraba en dos frases fenicias junto a los dibujos que los expertos creen algo posteriores. En una, se lee: “Yo los bendigo por Yahvé de Samaria y su Asherah”, y en otra “Te bendigo por Yahvé de Temán y su Asherah; que él te bendiga y te guarde, y esté con mi Señor”. Samaria era una región montañosa de la antigua Judea, en el centro del reino de Israel, que incluía la capital homónima. Teman era una tribu de Judea que ocupaba la región de Edom, al sur del mar Muerto.​ Esto demuestra que los israelitas veneraban a la pareja formada por Yahvé y Asherah. El uso reincidente del pronombre posesivo “su” (su Asherah) demuestra que la consideraban su esposa.

En el documental de la BBC Argead Dynasty Bible´s Buried Secrets,la historiadora de la Universidad de Exeter, Francesca Stavrakopoulos, resaltaba la aparición de inscripciones similares, “las cuales fortalecen el caso de que el dios de la Biblia tuvo una esposa”. Según Stavrakopoulos, en las ediciones posteriores del Antiguo Testamento, realizaron una labor de modificación y reinterpretación, al objeto de garantizar el centro del poder religioso a la casta sacerdotal masculina, prohibiendo, reprimiendo y posteriormente censurando el vínculo femenino de la divinidad.

En el Génesis existe un curioso detalle: cuando Dios crea el mundo, habla en plural, como refiriéndose a alguien que estuviera a su lado: “Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn, 1:26) ¿Por qué dice “hagamos” en lugar de “haré”? ¿Olvidaron los autores monoteístas posteriores corregir este lapsus que delata a Asherah y la pone en boca de Dios? No es el único ejemplo. Un verso que nunca se tradujo correctamente es, precisamente el primero del AT: «En el principio, creo Dios los cielos y la tierra» (Gn 1:1). La palabra hebrea utilizada para Dios es elohim, pero esta voz es plural por lo que la traducción literal sería «En el principio, los dioses crearon los cielos y la tierra». Más adelante, tras haber creado a Adán y Eva, Dios dice: «He aquí el hombre es como uno de nosotros» (Gn 3:22). Acaba de crear al primer hombre y la primera mujer y dice que es «como uno de nosotros” ¿No debería hablar en singular? Pero hay más, cuando describe la Torre de Babel, se describe a Dios diciendo: «Ahora pues, descendamos y confundamos sus lenguas» (Gn 11:17), cuando debería decir “descenderé y confundiré sus lenguas”. Estos son vestigios evidentes de un primitivo origen politeísta del judaísmo, del que tanto reniegan.

En libros posteriores (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) se eliminaron casi todas las menciones a la diosa y las pocas que se conservan insinúan un culto esporádico y marginal cuando, en realidad, no fue así. El siguiente paso de los autores sería negar el pasado politeísta de la religión hebrea. Para ello, pusieron en boca de Moisés, que para ellos vivió en el siglo XIII a.C. la negación hacia Asherah: “No plantarás ningún árbol para Asera cerca del altar de Jehová tu Dios, que tú te habrás hecho” (Dt 16:21). Es imposible que Moisés pronunciara estas palabras porque no podía saber que tres siglos después Asherah estaría junto a Yahveh en el Templo de Jerusalén. No es sino una tergiversación bíblica más para atribuir a Moisés el monoteísmo que impuso Josías muchos siglos después y otorgar patente monoteísta al judaísmo. Una prueba más de que la Biblia fue configurada al criterio cambiante de los hombres y no por revelación divina.

Huérfano ya de la figura femenina, a Yahveh hubo de otorgársele ciertas pinceladas maternales para asumir el nuevo rol de Padre-Madre. Algunos ejemplos: “¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?” (Nm 11:11-12). “Despreciaste a la Roca que te engendró, y olvidaste al Dios que te dio a luz” (Dt 32:18). “¿Quién engendra las gotas de rocío? ¿Quién ha parido el hielo? ¿Quién da a luz la escarcha del cielo?” (Job 38: 28-29). “Por mucho tiempo he guardado silencio (…) Pero ahora grito como mujer de parto, resuello y jadeo a la vez” (Is 42:14). “¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaré” (Is 49:15). “Como una madre consuela a su hijo, así los consolaré yo a ustedes” (Is 66:13).

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios