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LA CONQUISTA DE AMÉRICA , por Pedro Cuesta Escudero

LA CONQUISTA DE AMÉRICA , por Pedro Cuesta Escudero
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domingo 29 de agosto de 2021, 10:32h
LA CONQUISTA DE AMÉRICA , por Pedro Cuesta Escudero
LA CONQUISTA DE AMÉRICA , por Pedro Cuesta Escudero

En el planeta en que vivimos ya no existen pueblos aislados. La comunicación telefónica vía satélite, internet, los vuelos a reacción, la trasmisión inmediata de información y de imágenes nos permite afirmar que somos parte de una misma tribu, que participamos en un gran mercado mundial. No nos es ajeno lo que pasa en Afganistán, por ejemplo.

LA CONQUISTA DE AMÉRICA , por Pedro Cuesta Escudero
LA CONQUISTA DE AMÉRICA , por Pedro Cuesta Escudero

No siempre ha sido así. Hasta finales del siglo XV existían grupos humanos totalmente aislados los unos de los otros. No habían existido medios técnicos para superar las barreras infranqueables que separaba a unos y a otros, ni curiosidad por hacerlo. Pero a finales de la Edad Media el mundo europeo occidental- más concretamente los pueblos ibéricos- entra en contacto con otros mundos. Este progresivo acercamiento le llevó en el siglo XVI al conocimiento y conquista de todo un continente inesperado, América, y a la penetración en el mundo asiático.

La expansión por el Atlántico

Durante la Alta Edad Media los habitantes de las costas de Dinamarca y península escandinava, los vikingos, recorrían con sus rápidos barcos el Atlántico y el Mediterráneo en expediciones de saqueo y pillaje. Así es como se descubrieron las islas Shetland, las Orcadas, las Hébridas, las Feroe e Islandia. Esta última se convirtió en una colonia vikinga y desde allí, en un mar libre de hielos y con la técnica simple de la navegación de cabotaje descubrieron Groenlandia y, más al oeste, Vinland (en la península del Labrador) O sea, que los vikingos fueron los primeros europeos en llegar a América. Pero no arraigaron y, después de varias expediciones vikingas a tierras americanas, desapareció pronto toda mención a las tierras al oeste de Groenlandia, por lo que todos los universos humanos continuaron cerrados.

Al oeste de la costa norteafricana se extienden unos archipiélagos, las Azores, las Madeira, las de Cabo Verde y las Canarias, que fueron visitadas en los siglos XIII y XIV por expediciones italianas, portuguesas, catalanas, francesas, inglesas y castellanas para capturar, básicamente, esclavos. Pero fueron expediciones aisladas sin continuidad porque las grandes rutas comerciales europeas recorrían el Mediterráneo. Y al superarse la crisis de la peste negra de 1348 en Europa, que supuso el hundimiento demográfico y un enorme trastorno económico, se produce el inicio de la expansión portuguesa por la costa africana y, casi de forma simultánea, la anexión de esos archipiélagos por Portugal y Castilla que, paradójicamente, se convertirán de fin del mundo en escala hacia otros mundos. Los portugueses saltan al continente africano como una extensión de la Reconquista, pero recorren su litoral para controlar las fuentes de oro que habían oído se encontraban en el golfo de Guinea. En Europa se daba una auténtica “hambre de oro” y de moneda preciosa en general, ya que había caído la producción de plata en Sajonia. Es que las mercancías del lejano oriente que llegaban a las costas del Mediterráneo se pagaban con monedas de metales preciosos, con preferencia de oro.

De la isla La Española a los grandes imperios americanos

Los presidentes de Méjico y del Perú, subidos en la ola del desprestigio de Colom por haber descubierto América al mundo, exigen al Estado español que pida perdón por la conquista hace quinientos años de Méjico y del Perú respectivamente. Y España exigiría disculpas a los romanos por las atrocidades que hace dos mil años cometieron en Numancia y en toda Hispania y la expoliación del oro dejando montañas peladas como las Médulas. Repasando la Historia todos los países no tendrían otra cosa que hacer que pedir perdón por los desmanes cometidos por sus antepasados. Incluyendo a los mexicas y a los incas que 200 años antes de la llegada de los españoles invadieron, respectivamente, lo que hoy conocemos por Méjico y Perú, sometiendo a las tribus que las habitan a través de la explotación y el terror. No se explicaría que unas huestes de aventureros mal organizados dirigidas por Hernán Cortés o por Pizarro derroten a dinámicos ejércitos aguerridos y disciplinados, si no hubiese sido por la ayuda de las tribus sometidas. Por ello puede decirse que, en gran parte, la conquista de Méjico y de Perú fue obra de los propios nativos.

¿Tienen derecho a opinar aplicando a los sucesos del pasado los criterios del siglo XXI? Vale la pena intentar comprender lo que realmente ocurrió entre los siglos XV, XVI y XVII.

En su primer viaje Colom recorrió las Pequeñas Antillas y las islas de Cuba y La Española. En los otros tres viajes Colom descubre Jamaica, Trinidad, Puerto Rico, y el continente por Centroamérica y Sudamérica. Pero frente a los espíritus inquietos de seguir descubriendo, los sedentarios y primeros pobladores procuraban obtener los máximos beneficios de las tierras descubiertas. En La Española se crean municipios españoles y se reparten tierras e indios que debían extraer oro en beneficio de los invasores.

Los primeros españoles constituían para los indios de las Antillas dioses o espíritus de los antepasados. Las propias mitologías o las tradiciones indígenas permitían verlos de esa manera. Y aunque no llegaran del cielo, procedían de unos parajes misteriosos de donde nunca habían tenido noticias. La india, creyendo poder dar vida a espíritus de antepasados se entregaba fácilmente al blanco considerado como un dios. El soldado hispano, con armadura, cabello corto y barba, ejercía, además, cierta atracción sobre la mujer cobriza primitiva. Y también porque era un instrumento de más placer que el indio. Todos los conquistadores tuvieron hijos naturales mediante el amancebamiento con las indias. O sea, a través de las indias es como se llega al mestizaje, para vejación del indio que no tuvo acceso a la mujer blanca. Al desconcierto inicial hay que añadir la invasión bacteriana y vírica. Las enfermedades europeas allí desconocidas, ante las cuales los nativos no tienen defensas, diezman la población. Y el efecto ecológico (las plantas y animales europeos, cabras, vacas, cerdos…, destruyen sus cultivos) y el social, tan distinto al de los indios, explican también la llamada “desgana vital”, la negativa a tener hijos, que vino a ser un auténtico suicidio colectivo. El hundimiento demográfico en La Española hizo necesaria la importación de esclavos africanos, que se incrementó sobre manera cuando los franceses se quedaron con la parte de Haití para poner en marcha sus plantaciones.

En una época en que la esclavitud era corriente en todos los países y, aunque parezca ilógico, los reyes españoles prohíben tajantemente que se esclavice a los indígenas. No se le permite a Colom que necesitaba saldar las deudas contraídas para realizar sus viajes. Lo vemos reflejado en el testamento de Isabel la Católica. La Corona mandó que se observen las llamadas Leyes de Burgos, sancionadas el 27 de diciembre de 1512, donde el indio tenía la naturaleza jurídica de hombre libre con todos los derechos de poseer propiedades. Se deroga tajantemente la esclavitud indígena Y ante los posibles abusos que pudiera darse con el sistema de encomiendas, que es lo que se venía haciendo a lo largo de la Reconquista, en 1542 se promulgan en todo el territorio dominado las Leyes Nuevas o Leyes de Indias. En ellas al afirmarse que los indios son seres humanos libres, que poseen los mismos derechos que cualquier ser humano y son dueños de sus tierras y de sus bienes, no sólo se ponen las bases del ius gentum, sino que es la esencia misma del actual Derecho Internacional. Pensemos en el destino de los habitantes de Méjico, América Central y América del Sur si hubieran sido conquistados por ingleses u holandeses. Hubieran impuesto la segregación con la misma rudeza que sufrió Tasmania, Australia, África o el vasto territorio norteamericano, donde sus habitantes fueron pasados a cuchillo sin contemplaciones y sin marco legal alguno. Los ingleses en Virginia trataron a los indios con extrema brutalidad y los mataban por simple placer. Y no digamos nada de los alemanes en Venezuela que mataban a los indios sin piedad y sin necesidad. ¿Cuántos indios quedan y en qué condiciones en la América colonizada por los anglosajones? ¿Qué podemos decir de los aborígenes australianos?

Desde La Española se realizó la conquista de las otras Antillas y desde allí partieron expediciones hacia el Yucatán y el golfo de Méjico. Centroamérica fue la base de las expediciones hacia los imperios del sur. Antes de las grandes conquistas de Méjico y de Perú la explotación colonial americana había hecho entrar en la economía europea oro, perlas y algo de azúcar, pero ninguna de las soñadas especias orientales. El rápido agotamiento del oro antillano y la presión demográfica aceleraron la conquista. La Española dejó de ser atractiva en 1510 y Cuba la suplanta. La Habana se convierte en la base naval del Caribe en lugar de Santo Domingo; su enclave como puente del golfo de Méjico y centro caribeño le mereció el apelativo de “llave del Nuevo Mundo”.

El tremendo señuelo continental impelió –pese a las prohibiciones- el abandono de las islas. El éxodo dejó desguarnecidas las tierras insulares, cuyos flancos comenzaron a ser guaridas de piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros. Se conocía las islas y una línea costera que va desde la península del Labrador hasta la de la Florida, y otra, que se extiende desde Honduras al Río de la Plata. Al otro lado de esta línea litoral yace un gigantesco mar descubierto por Núñez de Balboa en 1513 y al cual se intenta ir por agua mediante un estrecho que se busca sin parar. Surge el foco de Panamá como vía de acceso al Pacífico y más tarde al Perú. Pero, a partir de 1519 México dejó sentir su fuerza expansiva hacia el oeste – Filipinas- y hacia el norte. Acapulco era el extremo de una ruta que terminaba en Manila. De Acapulco las recuas iban y venían a Veracruz y de aquí zarpaban o llegaban los barcos que venían de España. De este modo se unió Oriente y Occidente, primer móvil del decubrimiento-conquista.

El conquistador y la hueste

En primer lugar hay que dejar constancia que España –los Reyes- nunca mandó ningún ejército para conquistar América. Los tercios españoles se utilizaron en las guerras de Italia, Francia, Flandes…, pero ninguno se embarcó para conquistar América. Fue una empresa que podríamos llamar semiprivada. Personajes audaces, que conseguían el título de Adelantado de los Reyes que con su fortuna y la ayuda de socios capitalistas organizaban unas huestes con voluntarios, que cobrarían con el reparto de tierras y con el botín, esencialmente de metales preciosos. El individualismo y el prurito de ser primeros lo manifestaron casi todos: Cortés, Valdivia, Benalcázar, Hernando Soto, Orellana… Enviados por algún gobernante radicado en las Indias, hacían todo lo imposible por independizarse de él y depender directamente del rey, con el fin de que no se les llame segundones, sino principales. El Adelantado o Capitán general de la tropa no podía actuar a su arbitrio en las operaciones de conquista. En las Capitulaciones que firmaba recibía unas instrucciones que debía cumplir. En ellas se disponía el modo de hacer la guerra, la prohibición de blasfemar o amancebarse, la obligación de evangelizar. La disciplina se podía sostener al transformar al capitán de la tropa en representante de la justicia real. Muchos soldados eran ahorcados simplemente por no cumplir algún precepto de las instrucciones.

Casi es factible hablar de una “generación de la conquista”. La lucha contra los moros durante ocho siglos fue seleccionando la raza, decantándola, hasta lograr el precipitado que se lanzó a la conquista de América. Las guerras de Italia constituyeron escuela de enseñanza para muchos, que eran considerados como veteranos y respetados por aquellos otros bisoños que iban a hacer su primer ejercicio de armas a América. Los curtidos, como ocurre casi siempre en la vida cuartelera, “se la jugaban a los novatos” y fanfarroneaban delante de ellos. Pero ante el ambiente adverso, otro paisaje y el enemigo que tiene otra táctica, hay que adaptar el sistema ofensivo a las nuevas circunstancias, lo que hacía iguales a veteranos y bisoños en el proceso de adaptación. Los conquistadores procedían del común del pueblo, como se decía entonces, y se escaparon, sobre todo, del mapa de Extremadura, Andalucía y Castilla. Por lo general eran individuos jóvenes. No se admitían en las huestes ni gordos, ni bubosos, ni cobardes, ni inquietos, ni menores de quince años, ni mayores de cincuenta. Había de ser gente limpia de toda raza de moro, judío, hereje o penitenciado por la Inquisición.

El conquistador cuidó siempre de hablarle al indígena de su religión. Aconsejaban que no adoraran aquellas malditas figuras o demonios que tenían por ídolos. En el tenso encuentro que Pizarro tiene con Atahualpa en Cajamarca, el primer diálogo del inca con los hispanos versó sobre la religión.

El fenómeno de la conquista americana es colectivo

Esto no quiere decir que prescindamos de las individualidades como Cortés, Alvarado, Belalcázar, Pizarro, Almagro, Valdivia, etc. No podemos sacar de la Historia a las individualidades. Hasta el momento no ha podido evitarse que la conquista de Méjico sea Cortés, la de Nueva Granada, Quesada, la del Perú, Pizarro, la de Chile, Valdivia, la de Quito Belarcázar, la de Guatemala y El Salvador, Alvarado. Ellos son los representantes.

El conquistador era un hombre de su época. No era una pandilla de asesinos desalmados. Para acercarnos a la psicología del conquistador hemos de huir de la vida muelle de nuestro estadio cultural y abandonar los prejuicios y criterios del tiempo actual. Hay que juzgarlos con los cánones de su época y metiéndonos en sus circunstancias. Ni crueles, ni santos. Hubo de todo.

Todos se caracterizan por temerarios, dinámicos, audaces, infantiles, tercos, sufridos y valientes. Eran humanos y sentían miedo muchas veces. Hemos de huir de simplificaciones y creer que eran una caterva de bandidos sedientos de oro, sangre o mujeres. A la codicia, crueldad y violencia, testarudez e imprudencia se le debe unir su individualismo, la religiosidad y el espíritu legalista. Cuando destruían lo hacían siguiendo mandato real o celo religioso. Destruyeron lugares de sacrificio donde los indígenas practicaban su religión y ritos sangrientos. Se intentaba hacer ver a los indígenas que demolidos los crueles y venerados dioses de sus antepasados no ocurría nada, ya que todo era puro mito. Era la misma actitud de los iconoclastas de la guerra civil española en la quema de iglesias.

Hostilidad de la geografía

El conquistador se movió en todas las geografías posibles: desde el trópico verde y ardiente a las tierras australes frías y blancas; desde los desiertos a la manigua; desde los litorales lluviosos y pantanosos a las alturas nevadas y azotadas por el viento. El carácter de los mares que las bañan, el relieve de las montañas que accidentan los extensos territorios, vadear ríos muy caudalosos, atravesar selvas impenetrables y llenas de animales desconocidos y peligrosos, violentos y huracanados vientos, etc. Nacido y criado el conquistador en una geografía poco accidentada y de clima suave, nos da idea de las penalidades que tuvo que sufrir con los climas extremos y los obstáculos que hubo de salvar. Los sufrimientos fueron increíbles. Dormían en los árboles; morían retorciéndose bajo el efecto de una picadura venenosa; se quedaban de pie helados, como los primeros que fueron a Chile; se enterraban en la arena para dormir y evitar los parásitos; eran acribillados por niguas, hormigas, mosquitos y toda clase de insectos; morían de hambre y de sed; caían despeñados por los abismos; perecían ahogados en los ríos; cruzaban ciénagas palúdicas y ríos infectados de reptiles… Sin parar nunca. La vigilancia era continua, en marcha y en vivaqueo. Dormían vestidos, calzados y armados.

La hueste indiana y sus armas

El atuendo bélico de las mesnadas españolas era de lo más diverso. Caballos, perros, arcabuces, falconetes constituyeron elementos de primer orden por su eficacia y por el factor sorpresa. Entre el armamento que llevaba cada cual y las compras que se hacían se militarizaba el ejército. No eran armas de la última generación ni mucho menos, pero eran suficientes e impactantes. Es de imaginar que la mesnada indiana no portaba un atuendo bélico uniforme. La artillería, las escopetas, mosquetes y arcabuces fueron decisivos en la conquista. Para el indígena era algo diabólico, inexplicable. El indio sentía todo el pavor de lo infernal al oír el estruendo, ver las llamas y no saber cómo le llegaba el proyectil mortal. Para ellos eran rayos que obedecían al mandato de los invasores. Ballestas, espadas, puñales, dagas y lanzas completaban el cuadro de las armas ofensivas. Mientras que cotas, corazas, morriones, celadas, cascos, petos, coseletes, rodelas constituían el elenco de las armas defensivas.

Pero la principal arma de los españoles era la sorpresa y la gravitación sobre los indios de determinadas leyendas: predicciones de Quetzalcóatl en México y Viracocha en Perú vaticinaban el final de las culturas autóctonas. Los hombres blancos y barbados, que venían en extrañas casa flotantes, no podían ser sino dioses. Los aztecas e incas creían que esos hombres venían, según sus leyendas a dominarlos. Incluso los mismos españoles llegan a creerse que estaban ayudados por la divinidad. Si la conquista de América fue una continuidad de la Reconquista, ¿cómo no iba a estar presente el apóstol Santiago? Hasta el trópico llegó el ganador de mil batallas y subió con los españoles los Andes, bajó a la pampa, cruzó ríos, vadeó mares para ayudar a los españoles. No se puede hablar de las huestes indianas sin mencionar a Santiago. Su nombre quedó adherido en la piel de América en más de doscientos topónimos.

Hubo tres animales que tuvieron una importancia vital en la conquista de América: el caballo, el perro y el cerdo. Los servicios que prestaron los caballos en la conquista de América fueron prodigiosos. Por eso se les cuidaba con mimo. En las largas travesías servían de magnífico transporte de personas y de enseres. En la lucha ganaban por su veloz carrera. Los indígenas creían que caballo y caballero formaban una sola pieza. De ahí su estupor cuando lo veían descomponer en dos. Cortés supo aprovechar con astucia la admiración y temor que causaban estos animales para el logro de sus objetivos. Pasado el factor sorpresa, principalmente en el Rio de la Plata, los indios hacían hoyos trampa o utilizaban boleadoras para entrebancarlos y hacerlos caer. Después se hizo su amigo, lo dominó y lo utilizó tan eficazmente como el español.

El perro trotó junto al caballo y también alcanzó fama, respeto y, sobre todo miedo por parte de la indiada. Solían ir en vanguardia y por tierras fragosas y boscosas pronto detectaban las emboscadas. Los perros mastines atacaban a los indios y los despedazaban como fieros tigres. Cobraron los indios tanto miedo a estos perros que si se enteraban que venía alguno abandonaban sin presentar batalla.

El cerdo actuó como elemento de conquista y de colonización. Las huestes llevaban en la retaguardia a una larga procesión de gruñones cerdos, es decir, el avituallamiento iba por su propio pie, porque, en unas tierras de frutos desconocidos era la alimentación a que estaban acostumbrados los españoles. En América el cerdo se multiplicó prodigiosamente a causa de los abundantes pastos.

Junto al exiguo número de individuos blancos, y detrás de ellos, iban centenares de aliados cobrizos. El indígena, no solo como intérprete, sino como soldado, actuó al lado de los españoles. Impulsado por antiguos odios, el indio se alió al español para combatir a las tribus que los dominaban. Los intérpretes tuvieron a su cargo un papel clave. Las luchas habidas entre los clanes indígenas favorecieron los planes de los hispanos. Cortés atrajo a los indios de Tráscala, enemigos mortales de los aztecas, llegando a contar con miles de aliados que le ayudaron sobremanera en la conquista de Méjico. El conquistador español siempre procuró que para sus aliados indígenas las armas y los caballos siguieran siendo tabú.

La indiada

El hispano encontró inconvenientes: el misterio, las trampas, la fauna y la flora muchas veces ponzoñosa y traicionera, el clima, el desconocimiento del terreno, la cantidad numérica del enemigo, las flechas, el veneno. Por su parte, la mayor parte de las veces el indio luchó contra el invasor encarnizadamente, haciendo derroche de valor. Las principales armas de los indios eran el arco y las flechas. Estas tenían la punta con un hueso de pescado o de madera endurecida al fuego o de sílex. Para que la punta quede dentro del herido el astil de la flecha era frágil para que se rompiera de un manotazo. Atrás le ponían plumas multicolores o cáscaras de nueces agujereadas que producían un silbido sobrecogedor. La rapidez del disparo era admirable, podían disparar 20 flechas en un minuto. Los aztecas utilizaban un impulsor. Muchas veces llevaban veneno. También dejaban púas envenenadas clavadas en los suelos o en los árboles. Utilizaban cerbatanas, largas porras, hachas, hondas, boleadoras de dos o tres piedras, que era el mejor antídoto contra los caballos. Iban pintados terroríficamente con cascos de cabeza de puma u otros animales y causaban terror su número y la algarabía y ruido de tambores y caracolas que producían. Bebían en cráneos humanos, tocaban tambores hechos con la piel de los enemigos. Muchas tribus reducían la cabeza del tamaño de una pelota o las cebaban para comérsela.

Era un mundo pobremente tecnificado y, lo que era peor, abrumado por el fatalismo cósmico de sus creencias. Eran mundos inseguros, pues sus teogonías les mostraba la vida como una continua destrucción. En aquellas regiones donde la organización política era más acabada –Méjico y Perú- la conquista fue obra de días, por no decir de horas. Caída la cabeza soberana se desmorona todo el cuerpo de la pirámide.

Leyendas que impulsaron la conquista

Los móviles del conquistador fueron materiales y también espirituales. El hombre hispano, de fuerte imaginación, creó en las Indias una serie de ilusiones quiméricas tras la cuales partieron muchas expediciones. La imaginación extremeña o andaluza, unida al concepto caballeresco y mitológico contribuyó a que la conquista de las Indias fuera una enorme novela de caballería. Gracias a ello se llevó a cabo la descomunal tarea de recorrer sólo en medio siglo un enorme y adverso continente.

El torpe relato de algún indio podía significar para la imaginación calenturienta del conquistador el escondrijo de un tentador mito o la existencia de una fábula. Buscando la fuente de la eterna juventud se descubrió y conquistó la Florida. En el Puerto de San Julián los hombres de Magallanes bautizan aquellas tierras Patagonia al entrar en contacto con los nativos que les parecieron gigantescos y los relacionaron con la novela de caballería Las aventuras del caballero Primaleón donde se relata que Primaleón navegó hacia una isla lejana donde habitaba el Gran Patagón. Tampoco les estorbó acordarse de la reina Califia cuando llegó la hora de bautizar California. La leyenda de las amazonas es importada del mundo clásico y de los libros de caballería. Orellana fue el primero en recorrer el gran río amazónico hasta su desembocadura en el Atlántico. Relata que navegando con sus hombres creyeron ver en las orillas del río a indias combatientes que solo tenían relaciones con hombres una vez al año, guardando para sí el fruto de dichas relaciones.

El Dorado» fue la leyenda que cobró más popularidad de todas. Pocas veces se habría visto un brillo más codicioso en los ojos de un hombre. Tras la conquista de Quito, el cordobés Sebastián de Belalcázar tuvo noticia de una tierra más al norte llamada Cundinamarca, donde los reyes eran cubiertos con oro en polvo a su muerte para ofrendarlo a los dioses, naciendo allí la actual leyenda de «El Dorado». “Desnudaban al heredero y lo untaban con una liga pegajosa, y lo rociaban con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de este metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba de pie, y a su alrededor depositaban un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios.” En 1539, Sebastián de Belalcázar fue el primero en lanzarse a la búsqueda de la mítica ciudad del oro en el valle del río Cauca. Los planes de Belalcázar eran conquistar aquellas tierras y alcanzar el mar de las Antillas, que se suponía cercano a Quito, para embarcarse directamente rumbo a España con el supuesto botín, sin dar cuenta a Francisco Pizarro, el conquistador del Perú. Todavía sin hallar rastro de las ingentes cantidades de metales brillantes que prometía la leyenda, el cordobés descubrió que Gonzalo Jiménez de Quesada, el enviado de Pizarro, se había adelantado a sus pasos. Durante años, ambos conquistadores y el alemán Nicolás de Federmán, procedente de Coro (Venezuela), se disputaron los derechos sobre aquellas tierras. La leyenda de «El Dorado» y las acometidas por encontrar el tesoro no cesaron hasta avanzado el siglo XVIII, cuando los estudios cartográficos cercaron el mito y lo redujeron a una realidad menos fabulosa y lucrativa.

Entre las numerosas leyendas de la cultura argentina, una de ellas es la del Río de la Plata. Según esta historia, los colonos pensaban que este río conducía al imperio del Rey Blanco, donde había gran cantidad de metales preciosos, de ahí su nombre. En realidad conduce a la Sierra de la Plata, que es donde están las famosas minas de plata del Potosí.

La segunda conquista de América

Las oligarquías que detentan el poder en las jóvenes repúblicas americanas independizadas de España, aplicando el liberalismo convierten en propiedad privada las tierras comunales donde vivían los indios. Las tierras comunales desaparecen al tiempo que se agigantan los latifundios. Surgen plantaciones tropicales y minerías orientadas al mercado externo o los bosques son abiertos al saqueo masivo de maderas preciosas. Esas plantaciones de azúcar, de café, de plátanos, de cacao, de caucho… o las minas de bauxita, cobre, petróleo… son empresas nacidas por el afán de ganancia de sus propietarios, pero al servicio del mercado internacional que impone los precios y utiliza mano de obra barata o esclava. Hace que se destruyan sistemáticamente las entidades comunales y corporativas y se fuerza a los indios a abandonar el estatus que tenían para caer en la marginalidad y en el desprecio. Y encima les llaman “salvajes”.

Esos nuevos estados americanos independientes de España realizan a lo largo de los siglos XIX y XX una segunda ola de conquistas. Se conquistó la Patagonia, la llanura pampera, el Gran Chaco, la región amazónica, la región del Darién, las grandes llanuras del oeste norteamericano y Alaska, empleando políticas de limpieza étnica y de genocidio. La Patagonia se la reparten unos cuantos latifundistas que cercan con alambre de espino grandes estancias para que pasten las ovejas, eliminando a los guanacos que quedaban dentro para que no se coman los pastos. Los tehuelches o paragones que vivían del guanaco, se vieron forzados a cazar ovejas. Entonces los grandes estancieros contratan a cazadores de indios. Capataces y peones ingleses, escoceses, irlandeses e italianos cobraban una libra por testículo o senos o media libra por cada oreja de niño, hasta que en 1881 el general Roca, presidente de Argentina, lleva a cabo la denominada Campaña del Desierto para masacrar a los araucanos, mapuches, tehuelches y onas o fuiguines.

Uruguay, al poco de su independencia, conquistó los territorios de sus indígenas y resolvió el problema de una manera radical, exterminando los últimos núcleos que no se habían adaptado. ​El gobierno independiente de Uruguay realizó el exterminio sistemático y deliberado de los amerindios, y planificó, de manera especial, la eliminación de las tribus charrúas, “poseedoras desde la edad remota de la más bella porción del territorio de la República”. De hecho, el 11 de abril de 1831 concentraron, bajo engaño, a un gran número de caciques y guerreros charrúas en un lugar llamado Salsipuedes, y cuando los tuvieron rodeados, los soldados gubernamentales, a las órdenes del general Rivera, abrieron fuego sobre ellos aniquilando a la mayoría. Los que lograron escapar de la matanza de Salsipuedes fueron perseguidos por el ejército que no cejó hasta asesinar a todos. Tras la masacre, las mujeres y los niños hijos fueron repartidos como esclavos entre las familias adineradas de Montevideo. Por fin, el territorio más rico del Uruguay fue definitivamente conquistado y la nación charrúa desapareció con el Uruguay independiente.

Méjico, tras proclamar su independencia acelera el proceso de conquista de los territorios pertenecientes a las naciones indígenas que quedaban dentro de sus fronteras, perdiendo el derecho a la tierra que el régimen colonial español había respetado. Y siguen impulsando políticas racistas contras indígenas, afroamericanos y sus descendientes.

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