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Detalle del sepulcro de El Tostado, catedral de Ávila.
Detalle del sepulcro de El Tostado, catedral de Ávila.

EL TOSTADO Y SU NATURALISMO, por José Biedma López

jueves 25 de febrero de 2021, 11:37h
EL TOSTADO Y SU NATURALISMO, por José Biedma López
Lo citaron internacionalmente como niño prodigio. A los veintidós añitos era filósofo, jurista y teólogo, apto para enseñar lo aprendido. Escribió tanto, en latín y romance, que su nombre llegó a ser proverbial: “sabes más que El Tostado”. Sus obras ocupan quince volúmenes en la edición veneciana (1507-1530).

Alonso Fernández de Madrigal, nació en el pueblo abulense de Madrigal de las Altas Torres en 1410 y murió en Ávila recién nombrado obispo, en 1455. Quienes le conocieron le definen juicioso, ingenioso, penetrante, de memoria prodigiosa, humanista universal. Estudió en Salamanca. Dominaba todos los saberes de su época (todavía era posible), además de latín, griego y hebreo. Compuso comentarios sobre casi todos los libros de la Escritura.

José de Viera y Clavijo hizo de él un elogio en la Real Academia (1782) diciendo que de haber vivido en la Ilustración hubiera sido un Leibniz y que hubiera llorado si le hubieran dicho que había ciencias que no pudo estudiar, “así como lloró el vencedor de Darío [Alejandro] cuando entendió que existían otros mundos, que no había conquistado”. En base a su erudición, concluyó El Tostado que Jesucristo no fue crucificado un veinticinco de marzo, sino un tres de abril. Fue censurado por esto y también por afirmar “que aunque no hay ningún pecado por su naturaleza irremisible, ni Dios ni el sacerdote absuelven de la culpa ni de la pena”. Argumentaba que la culpa es acción transitoria que sólo dura mientras se comete y que por tanto cuando la penitencia sobreviene ya no existe la culpa, sino su reato. Del mismo modo no siendo la pena un vínculo, sino el término de una obligación, decir que hay absolución de la pena es hablar sin exactitud.

Viajó a Italia en 1442 comisionado por Juan II, del que fue consejero, al Concilio de Basilea en el que defendió la superioridad del Concilio sobre el Papa, tesis que no gustó al papa Eugenio IV. En De optima politia defiende la democracia como la mejor forma de gobierno, en el mismo año 1436 publica De statu animarum. Dedicó a la reina El Libro de las paradoxas (h. 1437) sobre contradicciones de las sagradas Escrituras que resuelve aplicando la hermenéutica escolástica.

Hijo de su tiempo, en el que la ciencia convivía con la magia y la química con la alquimia, disertó como Villena sobre el aojamiento y se aventuró por los inciertos senderos de la astrología. Cuenta el Tostado que Arnaldo de Vilanova “médico de reyes y papas” se empeñó en fabricar artificialmente un hombre dentro de una redoma y que a pique estuvo de conseguirlo sólo que el cristal se rompió por la fuerza del crecimiento del niño, el cual salió muerto.

Dedicó su Breviloquio de amor y amiçitia al rey Juan II de Castilla, en el que parte del dicho platónico: “cuando tuvieres amigo, cumple que seas amigo del mismo, mas, por esto no cumple que seas enemigo de su enemigo”. Aquí expone la importancia social y religiosa del amor y la amistad. Se le suele atribuir al Tostado el interesante Tratado de cómo al hombre es necesario amar, que versa sobre lo inevitable del amor sexual y sus efectos: turbación intelectual, enfermedad y hasta la muerte. Recurre a ejemplos bíblicos y de la mitología clásica. No se arrepiente de haber amado, aunque afirma que Amor no le fue propicio. Sus ideas influyeron en La Celestina de Rojas. Su Tratado sobre los dioses de la gentilidad o las catorce cuestiones es el primer tratado sobre mitología que se escribió en castellano, debe mucho a las Genealogías de los dioses de Giovanni Boccaccio.

En cuestiones de filosofía moral sigue a Aristóteles. Las diez cuestiones vulgares propuestas al Tostado constituyen un importante texto de filosofía medieval española, en el que se anticipa el naturalismo del Renacimiento. En la cuestión segunda, por ejemplo, se plantea si la filosofía moral es más útil y provechosa que la natural (nuestras ciencias exactas y físicas actuales), porque trata de cosas más altas, dado que es mejor ser bueno que ser sabio. Esta cuestión –dice El Tostado- tiene dos partes: cuál es mejor y más digna, si la filosofía natural o la moral, y cuál es más útil, provechosa o fructuosa.

Si hemos de juzgar por la certidumbre, es evidente para nuestro autor que las ciencias matemáticas, por ser exactas, son más nobles que todas las demás, pues las matemáticas (que incluyen aritmética, geometría, astrología –hoy astronomía- y música) proceden por demostración y necesidad. Además, El Tostado sigue a Aristóteles al pensar que el alma, la psique, es cosa natural y por tanto es la filosofía natural la que debe ocuparse de ella.

Por su parte, las ciencias morales son las que menos certidumbre tienen o, dicho de otro modo, toda ética es problemática, lo mismo pasa con el derecho: las leyes que en una tierra son respetadas y buenas, son malas en otra, otras decaen con el tiempo e incluso puede suceder que lo que mandan las leyes no sea ni bueno ni malo por sí mismo, sino correcto sólo porque lo mandan las leyes. La filosofía moral trata del bien y del mal, de las virtudes y los vicios, que no son naturales, mas ni el bien ni el mal son seguros, cosas que son buenas para unos son malas para otros. Pasa con el dinero y el poder, a unos los destruye y a otros los eleva. Sería gran grosería que el hombre quisiera estar tan firme y seguro en las cosas de la moral como lo está en matemáticas, “porque la naturaleza de las cosas no lo sufre”, por todo lo cual -concluye El Tostado-, “parece que la filosofía natural es mejor y más noble o de mayor dignidad en sí misma que la filosofía moral”.

No obstante este revolucionario punto de vista, anticipador del naturalismo renacentista, en la consideración metafísica, y optimista, de que la naturaleza es por sí misma buena, en tanto criatura divina, Kant establecerá en la Ilustración la primacía de la razón práctica sobre la razón teórica o científica, pues según el alemán, toda ciencia y toda técnica sin una correcta y digna orientación humanizadora y humanista son pura “lentejuela miserable”.

Los restos de don Alonso Fernández de Madrigal, alias El Tostado, reposan en la catedral de Ávila en un suntuoso sepulcro que es también retablo y altar, elaborado artísticamente por Vasco de la Zarza en 1511.

Del autor:

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