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"Gonzalo Gómez de Espinosa, el gran olvidado en el Quinto Centenario de la Primera Vuelta al mundo", por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Y sin embargo es redonda. Magallanes y la Primera Vuelta al mundo”

'Gonzalo Gómez de Espinosa, el gran olvidado en el Quinto Centenario de la Primera Vuelta al mundo', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Y sin embargo es redonda. Magallanes y la Primera Vuelta al mundo”
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miércoles 13 de enero de 2021, 10:44h
'Gonzalo Gómez de Espinosa, el gran olvidado en el Quinto Centenario de la Primera Vuelta al mundo', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Y sin embargo es redonda. Magallanes y la Primera Vuelta al mundo”
Escasa mención está mereciendo por los sesudos historiadores que están analizando el V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo uno de los personajes clave del increíble viaje, como fue Gonzalo Gómez de Espinosa. Están en el debate entre quién fue más importante, si Magallanes o Elcano. Los portugueses se decantan por Magallanes por ser su paisano, aunque no hacen mucho hincapié en que fue el rey portugués Manuel I, encima llamado “el Afortunado”, el que despreció a Magallanes e hizo todo lo posible para desbaratar el viaje cuando se enteró que lo estaba organizando en el rival y vecino reino de Castilla. Y decimos reino de Castilla y no España, porque tan españoles eran los portugueses en aquella época, como lo eran los castellanos, los aragoneses, los valencianos o los catalanes. Y esos historiadores lusos que conmemoran el viaje pasan por alto que el fidalgo escudeiro Fernao de Magalhaes se nacionalizó castellano haciéndose llamar Magallanes como queda reflejado en su testamento.
'Gonzalo Gómez de Espinosa, el gran olvidado en el Quinto Centenario de la Primera Vuelta al mundo', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Y sin embargo es redonda. Magallanes y la Primera Vuelta al mundo”

Al prurito nacionalista conviene Juan Sebastián de Elcano

Al prurito nacionalista de la España actual conviene más Juan Sebastián de Elcano, al que se le encumbra como al héroe de tan magna hazaña de ser el primero en dar la Vuelta al mundo, sin reparar que fue uno de los que intentaron abortar el viaje cuando la sublevación en el puerto de San Julián. Se reconoce a Magallanes, pero colocándolo al lado de Elcano, en un segundo plano, como si hubiera sido su ayudante o su colaborador. Sin embargo, la idea fue enteramente de Magallanes y de Faleiro. Y Magallanes porfió, puso todos los medios y venció los mil obstáculos que se interpusieron para que se llevara a cabo la empresa. Una empresa que tenía por finalidad, no lo olvidemos, llegar a las islas de las Especias buscando el paso que les llevara del Atlántico al mar que descubrió Vasco Núñez de Balboa, que ellos denominaron océano Pacífico.

A Magallanes se le puede achacar que no culminó con éxito y al que no remata su obra no se le recompensa. Nada más injusto, pues nadie como él ha realizado la proeza de atravesar el océano más extenso de cuantos hay, después de encontrar el tan buscado paso. Y descubrió unas islas fabulosas. Y si Lapu Lapu y los suyos no hubieran acabado con su vida tan estúpidamente, hubiera llegado a las islas de la Especería, ya que las tenía prácticamente al alcance de las manos. Pero Magallanes, como Moisés, condujo a los suyos a la tierra prometida, pero no se le permitió entrar en ella, no se le permitió saborear el éxito. Y encima al cronista del viaje, Antonio Pigafetta, se le acusa de encumbrar a Magallanes y no mencionar para nada a Elcano.

Hay un personaje que no se le homenajea en el V Centenario

Pero hay otro personaje que no se le nombra para nada. Y, sin embargo, es protagonista esencial en el viaje de la Primera vuelta al mundo. Y también dio la vuelta al mundo, aunque unos años después y encadenado en la sentina de un barco portugués. Nos referimos a Gonzalo Gómez de Espinosa, el Alguacil mayor de la escuadra magallánica, el encargado de mantener el orden y que se cumplieran las leyes a bordo. Fue nombrado el 9 de Abril de 1519. “Por la presente acatando los servicios que vos, Gonzalo Gómez de Espinosa me habéis fecho e facéis, e espero que me faréis de aquí en adelante, e vuestras suficiencia e habilidad, es mi merced que seáis mi alguacil del armada que van por nuestras capitanes Fernando de Magallanes e Rui Falero. E que todo el tiempo que durare la dicha armada, traer y traigáis vara de nuestra justicia e ejecutar los mandamientos que por los dichos nuestros capitanes fueren puestos e dados”.

Gonzalo Gómez de Espinosa era natural de Espinosa de los Monteros (Burgos) y cuando se puso al servicio de Magallanes tendría unos treinta años. Era un hombre seguro de sí mismo, fuerte como un roble y que inspiraba lealtad y obediencia insobornable. Tuvo de ayudante a Pedro Gómez, de Hornilla de Prieta, un pueblo (o pedanía) cercano al suyo, que murió en la batalla de Mactán. También llevaba a su cargo cinco merinos, uno por nave: Alberto, Yudícibus, Diego de Peralta, Juan de Sagredo y Juan de Aroche. Después de comprometerse con su cargo ya no hubo más tumultos en la escuadra, como el que sufrió antes de su nombramiento por instigación del espía portugués Sebastián Álvarez. En los 41 días que estuvo la Armada atracada en Sanlúcar de Barrameda no consintió que nadie de la escuadra estuviera en tierra, según la orden que recibió.

Tuvo un papel decisivo en la sublevación del Puerto de San Julián

Gómez de Espinosa tuvo un papel decisivo en la sublevación del Puerto de San Julián. Las naos “San Antonio”, “Concepción” y “Victoria” se sublevaron y estuvieron en descarada posición de fuerza frente a la nao “Trinidad” y la “Santiago”, aunque ésta, en caso de combate poco contaba. La noche anterior Gaspar de Quesada y Juan de Cartagena, con la valiosa ayuda de Juan Sebastián de Elcano, se habían apoderado de la nao “San Antonio”, encadenando a su Capitán Álvaro de Mezquita e hiriendo de gravedad al maestre Elorriaga (semanas después moriría de la gangrena de las heridas). Ahora, y a la vista de todos, es cuando el Alguacil Gómez de Espinosa y seis marinos de confianza, aparentemente desarmados, llevan un mensaje al Capitán de la “Victoria” Luis de Mendoza. Van despacio, pausadamente, como si contaran cada golpe de remo. Desde las cinco naves todos los ojos están pendientes del bote que dirige Gómez de Espinosa con enervante parsimonia. Llagados a la “Victoria” los enviados de Magallanes ascienden por la escala de cuerdas que se les tiende. El Alguacil, que va el primero, lleva el enrollado mensaje muy a la vista.

El Capitán Luis de Mendoza, vestido de armadura pero sin casco, sale a recibirles al portalón. Gómez de Espinosa hace entrega del escrito al capitán, que lo desenrolla y empieza a leer a la luz mortecina del frío ambiente de la mañana. Su gesto burlón se trueca en una mueca de dolor. El puñal oculto de Gómez de Espinosa le ha seccionado la garganta. Y en ese preciso instante trepan a bordo por estribor quince hombres bien armados al mando de Duarte Barbosa. La tripulación de la “Victoria” no presenta resistencia y Barbosa se hace cargo de la nao. En un momento ha cambiado la suerte. Ya son tres naves contra dos. El alarde de valor de Magallanes, secundado por el alguacil, ha hecho trizas a los sublevados.

Ahora, con la mentalidad de nuestro tiempo, a Gómez de Espinosa se le denigra por haberse manchado las manos de sangre. No se piensa el desastre que hubiese supuesto el que hubiera triunfado la sublevación. Más de uno habría aparecido en el fondo del mar con una piedra atada al cuello. Y con toda seguridad el viaje de la primera vuelta al mundo se hubiera malogrado. Y uno de los responsables habría sido Juan Sebastián de Elcano, el que se llevó y se lleva en esta conmemoración todos los honores de ser el primero en dar la Vuelta al mundo.

Gómez de Espinosa es elegido Capitán General de la escuadra

Después de los sucesos de Mactán y de Cebú se hace con la dirección de la mermada escuadra el piloto Juan Carballo. Sólo quedaban dos naves, la “Trinidad” y la “Victoria”, porque la “Santiago” había zozobrado en las costas patagónicas, la “San Antonio” había desertado y la “Concepción”, carcomida por la taraza, hubo de ser quemada por no haber suficientes brazos para manejar los tres navíos. Y en la isla de Cimbambón, al norte de Borneo, donde reparan las naves a fondo, principalmente la “Victoria”, el 17 de Septiembre de 1521 la tripulación destituye a Juan Carballo por estar hartos de su mal comportamiento y eligen a Gonzalo Gómez de Espinosa Capitán de la “Trinidad” y a Juan Sebastián de Elcano de la “Victoria”. Habían elegido a Gonzalo Gómez de Espinosa Capitán general de la escuadra por ser un hombre de honor, recto, que había mostrado valentía y decisión cada vez que había sido necesario. Con él la marinería se sentía protegida. Y el 8 de Noviembre de 1521 se alcanza el objetivo del viaje: llegar a las Islas Molucas desembarcando en la isla de Tidore. Los buenos oficios de los nuevos dirigentes hizo posible la amistad de los reyezuelos, incluso el rajá de la isla de Tidore se declara vasallo del lejano emperador D. Carlos, y los navíos son cargados de especias a rebosar.

Y por fin, llega el momento de retornar. Pero están en las antípodas, por lo que han de recorrer medio mundo para volver a casa. Escalofríos les entran a todos el tener que regresar por el estrecho de Magallanes. Por ello, Elcano, Pigafetta, Albo y otros piensan que retornar por el camino de los portugueses es lo más acertado, pues la ruta ya es conocida y no surgirían graves sorpresas. Espinosa, Mafra, Carballo, Punzorol, Pancaldo y otros creen, sin embargo, que regresando por el Pacífico norte se pueden coger los contralisios y a 1800 leguas, según sus cálculos, llegarían al Darién donde se encontrarían con Andrés Niño y Gil González Dávila que, como les comentaron en Sanlúcar de Barrameda, irían a ese lugar para construir carabelas, y los podrían ayudar a trasladarse al Atlántico. Y de allí a casa, sin ningún peligro de tropezarse con los portugueses, los cuales los eliminarían sin contemplaciones, pues piensan que el negocio de las especias es suyo. Y no contravenían lo capitulado con el Emperador Carlos de que no se violaría el tratado de Tordesillas, que les prohibían internarse en la zona de influencia portuguesa. Y se rotura el camino de retorno para sucesivos viajes.

El que a última hora la “Trinidad” hiciera aguas, precisando una profunda reparación de meses, resuelve el conflicto. Elcano no quiere esperar tanto tiempo a que la “Trinidad” sea reparada y decide retornar cuanto antes con la “Victoria” por el camino de los portugueses, aunque sea sin su piloto Punzorol, quien no está dispuesto a salir en precarias condiciones para morir de hambre en altamar o a manos de los portugueses. Pero Francisco Albo, de la dotación de la “Trinidad”, se compromete a pilotar la “Victoria” y, además, se lleva mapas que Magallanes tenía donde se señala la posición de las factorías portuguesas. Y el cronista Pigafetta también se traslada a la “Victoria”. Y parten el 21 de Diciembre de 1521.

El retorno

Una vez reparada, la “Trinidad” sale de Tidore con cincuenta y cuatro hombres el 6 de Abril de 1522. Orillando Gilolo arriban a la isla de Doy, donde embarcan víveres y más clavos de olor. A finales de Abril, aprovechando vientos favorables hacen velas, pero de pronto vientos contrarios les obligan a cambiar de rumbo hacia el norte. Siguiendo ese rumbo y esperando encontrar los contralisios descubren catorce islas y en una de ellas embarcan a un indígena para que les guiara. Y llegan a los grados 42 de la banda norte sin que les soplaran los contralisios. (Años más tarde, en 1565, Urdaneta encuentra en el mes de Julio por esas latitudes los vientos favorables e inaugura el viaje de retorno) “Anduvimos arando la mar- expuso Gómez de Espinosa a su regreso- haciendo mis fuerzas para dar buena cuenta de mí, donde Señor, hallase hasta cuarenta y dos grados de la parte norte, donde Señor, me hizo menester cortar los castillos y toldas porque la tormenta era tan grande, y los fríos eran tan grandes, que en la nao no podíamos hacer de comer, la cual tormenta duró doce días”.

Ginés de Mafra, uno de los supervivientes, explicó al regresar: “En esta altura se les encomenzó a morir la gente, y abriendo uno para ver de qué morían, halláronle todo el cuerpo que parescía que todas las venas se les había abierto y que toda la sangre se le había derramado por el cuerpo, por el cual, de ahí en adelante el que adolecía sangrábanle pensando que se ahogaba, y también se morían; dejábanlo de sangrar y no escapaba; así que el que una vez enfermaba, como cosa sin remedio no le curaban”.

Murieron más de la mitad. Y los diecisiete supervivientes deciden regresar a Tidore. Pasaron por la isla de Mao (islas Marianas), donde habían cogido a la ida al indígena y toman agua. “Antes que, Señor, -declaró León Pancaldo- allegásemos a las tierras de los reyes del Malucco se nos murieron 37 ombres y no quedan en la nao más que seis ombres que podían trabajar, los cuales, Señor, dimos la vida a los otros”. Dejaron la vela a medio mástil por no poder izarla y al pasar por la isla de Los Ladrones (Guam) echaron el ancla y nadaron a tierra a buscar mantenimientos y no se los quisieron dar. Pusieron proa a las Molucas y a finales de Septiembre arriban a la isla de Doy. Pasó un parao del Malucco que les vendió algunos mantenimientos y por ellos se enteraron que una escuadra de siete navíos bajo el mando del portugués Antonio de Brito, que traía nombramiento de su rey como gobernador de las islas de las Especias, se encontraba en la isla de Ternate.

A sabiendas que los podían aniquilar, deciden pedir ayuda a los portugueses en su calidad de españoles y de cristianos. Y envían al escribano Bartolomé Sánchez con una carta solicitando material para reparar la nave, y, sobre todo, víveres. Mandó Brito una carabela con mantenimientos. Cuando los portugueses abordan la nao “Trinidad” lo hacen con toda clase de precauciones como si se tratara cosa de peste pues ven que la cubierta está sembrada de cadáveres y los vivos derrengados. Confiscan todo el cargamento de clavo, se incautan de todos los papeles, instrumentos náuticos, portulanos y libros de Magallanes y de San Martín y encierran a todos en la fortaleza que Brito había construido en Ternate e insultan al Capitán General Gómez de Espinosa llamándole ladrón y le amenazan con ahorcarle de una entena. Brito obliga a los presos a trabajar en la construcción de la fortaleza de Tidore a lo que Gómez de Espinosa se opuso sino era en nombre del Rey de Castilla. Brito no se atrevió a matarlos por ser súbditos del Rey de Castilla, aunque no era necesario pues poco a poco se irían muriendo. La madera de la “Trinidad” se utilizó en la construcción de la fortaleza.

Brito se deshizo de ellos, los cuales fueron peregrinando de prisión en prisión, para que se fueran muriendo en tierras poco saludables. En Banda estuvieron cuatro meses y de allí pasaron a Malaca donde residía el Gobernador Albuquerque, donde Antón Moreno es esclavizado por la hermana del gobernador. A Cochín sólo llegan ocho y allí mueren dos. Desde esta ciudad de la India el 22 de Enero de 1525 Gómez de Espinosa puede enviar una carta al Emperador Don Carlos a través de Taimón, un capitán portugués que había estado al servicio de la reina Leonor, la hermana de Don Carlos, que se casó con el rey portugués Manuel I: “Señor, ahora no quedan aquí en Cochín, sino seys hombres, de lo cual sabrá Vuestra Sacra Majestad que el comer que no tenemos nos es mayor pena que la prisión, porque, Señor, somos peor tratados que si estuviésemos en la Berbería”.

La recompensa

El primero que regresó a España en 1525 fue Juan Rodríguez “el Sordo”, que se había enrolado en un barco portugués. De Cochín escaparon como polizones en un barco portugués León Pancaldo y Punzorol, pero al ser descubiertos fueron puestos en prisión en Mozambique. Punzorol muere y León Pancaldo vuelve a hacerse polizón, pero al ser descubierto lo encarcelan en la prisión de Limoneiro en Lisboa. A esta misma cárcel lisboeta fueron a parar en Julio de 1526 Gómez de Espinosa, Ginés Mafra y Hans Vargue como una gracia por la boda de doña Catalina, hermana del Emperador Carlos V con el rey portugués Juan III. Hans Vargue murió en la prisión. Pueden enviar una carta y en cuanto se entera el emperador los reclama. A Gómez de Espinosa y a Pancaldo los sueltan, pero a Ginés de Mafra aún lo retienen porque le encontraron unos libros en su arca; unos estaban escritos por él y otros dos de André de San Martín. Al final lo sueltan pero no le devuelven los libros.

A Gonzalo Gómez de Espinosa se le concede una pensión vitalicia de 300 ducados, que fue vinculada a la Casa de Contratación de La Coruña, pero como ésta nunca sacó rendimiento alguno no se le pagó nada. Al cabo de dos años reclama esa pensión y el sueldo de los años que estuvo en prisión. Pero los oficiales de la Casa de Contratación se niegan a pagarle alegando que nadie puede pretender haber servido al emperador tanto tiempo. “Cosa inhumana fue -se queja Gómez de Espinosa- que me prendieran a mí por oficial de V. M. y que el tiempo de la prisión no hubiese de ganar salario”. Al final se ha de conformar en cobrar 200 ducados, pero en metálico sólo 50 y lo demás en mercancías.

Se le nombró Capitán de una expedición al Malucco, pero al final no salió la expedición y no cobró. A la edad de 55 años se le dio un trabajo en la Casa de Contratación de Sevilla como visitador de barcos y pudo tener una vida algo digna hasta su muerte.

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