El vocablo castellano don proviene, etimológicamente, de su homólogo latino dominus, señor, del cual también deriva la palabra dueño. Doña, entretanto, tiene origen en el latín domina, señora, que en este caso dio lugar a la expresión femenina pertinente, dueña. La incontestable raíz latina ayuda a explicar la presencia obvia de manifestaciones análogas tanto en el francés dom, como en el italiano domino, el portugués dom, o el rumano domn, todas ellas lenguas romances.
Los “tratamientos sociales distintivos, basados en especial en el uso de determinadas partículas honoríficas” no fueron privativos de la corona española, sino que fueron comunes a todo el “Occidente europeo, como nos muestran partículas del estilo de micer en Italia, sire y monsieur en Francia, o squire, sir y lord, entre otras, para el caso inglés” a los que por añadidura, aunque en menor escala, se suma también el mosén aragonés.
La voz don/doña fue comparativamente escasa en las calendas del Medioevo, sobre todo porque su uso se limitaba de manera exclusiva a los reyes, a sus parientes cercanos y a las altas dignidades eclesiásticas. No era permitido “más que a los Reyes, Infantes y Prelados”. Hacia la segunda mitad del siglo XIV su utilización ya se había convertido en tendencia entre los sectores laicos de la alta nobleza, quienes entonces se encargaron de patrimonializarlo y transferirlo a sus sucesores en la forma de un capital valioso, aunque esencialmente inmaterial y simbólico. No abarcaba al extenso y nutrido sector de la plebe
“E queriendos honrar e faser merced por lo susodicho, es nuestra merced e voluntad que vos el dicho Christobal Colon despues que ayades descubierto e ganado las dichas yslas e tierra firme en la dicha mar Oceana, o qualesquiera dellas, que seades nuestro Almirante de las dichas yslas e tierra firme que asi descubrierdes e ganardes, e seades nuestro Almirante e Viso-rey e Gobernador en ellas, e vos podades dende en adelante llamar e intitular Don Christobal Colon, e asy vuestros fijos e subcesores en dicho oficio e cargo se puedan intitular e llamar don, e Almirante, e Viso-rey e Gobernador dellas”.
No debe olvidarse que los mandos de los reinos españoles estaban destinados a ser ejercidos por la nobleza, y quien fuera hidalgo, por el honor que implicaba serlo.
Mediado ya el siglo X se empezó a usar el don por los señores y señoras principales de España como lo acreditan infinitos instrumentos donde subscriben: el conde don García siendo señor en Nájera; el conde don Lópe señor de Vizcaya; el conde don Nuño señor de Lares y otros; las señoras doña Tota, doña Urraca, doña Tiello, doña Guntrodo y otras. Viniendo a ser más usual el don en nuestra monarquía con la creación de oficios, títulos dignidades de duques, marqueses, condestables, almirantes, y maestres de religiones militares, sobre que se puso el mayor cuidado y vigilancia hasta los tiempos de don Juan el II de Castilla, don Enrique IV su hijo, a cuya época principiaron a usar el don los primogénitos de los duques o poderosos y posteriormente en los reinados de los Monarcas Católicos; con su nieto Carlos I se titularon don cualesquiera hijosdalgo que tuviesen un estado mediano