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MENTIRAS, ENGAÑOS, PATRAÑAS y FAKE NEWS A TRAVÉS DEL TIEMPO, por Martín Momblant Momblant

MENTIRAS, ENGAÑOS, PATRAÑAS y FAKE NEWS A TRAVÉS DEL TIEMPO, por Martín Momblant Momblant

martes 26 de noviembre de 2024, 08:05h

La mentira es un fenómeno humano que surge del lenguaje hablado o gestual y que suponemos ha existido desde los albores de las primeras sociedades. El hecho de mentir no solo revela aspectos fundamentales de nuestra naturaleza, en cuanto a valores morales, puesto que la realizamos en relación a otra persona, sino que también nos indica el desarrollo de las complejas interacciones sociales que han evolucionado a lo largo de la historia. Algunos científicos sociales sugieren que la mentira podría haber surgido con el desarrollo del lenguaje y la cognición compleja, puesto que en las primeras comunidades humanas la comunicación era esencial para la cooperación y la supervivencia. Sin embargo, a medida que los grupos humanos se volvieron más grandes y las interacciones sociales más complejas, se hizo evidente que la información podía ser manipulada y este hecho ayudo en su control a los poderosos. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que actualmente la capacidad de mentir se encuentra profundamente arraigada en nuestra naturaleza humana.

Las primeras evidencias de engaño se pueden observar en las interacciones sociales de algunos primates, como los monos capuchinos, donde se han documentado comportamientos que sugieren la capacidad de ocultar información o distorsionar la verdad. Sin embargo, la verdadera sofisticación del engaño humano se manifiesta en las narrativas y mitos que han acompañado a las sociedades a lo largo de nuestra historia. Las culturas han utilizado la mentira no solo para protegerse, sino también para establecer jerarquías y perpetuar tradiciones. En las sociedades antiguas la mentira, a menudo, estaba relacionada con el poder político y económico. Los líderes y chamanes utilizaban el engaño como herramienta para mantener el control social. Los mitos y relatos fantásticos servían no solo como explicaciones del mundo, sino también como mecanismos de control sociocultural y las historias de dioses y héroes a menudo contienen elementos de una verdad distorsionada, diseñados, en origen, para inspirar obediencia, sumisión y crear cierta cohesión social.

A través de la historia, la mentira ha tenido diferentes funciones. En la antigua Grecia, los filósofos debatían sobre la "noble mentira" como un medio para mantener el orden social. Platón, por ejemplo, creía que las mentiras piadosas podían ser justificadas si servían al bien mayor. Este concepto ha permeado muchas culturas y parece que sigue siendo relevante en el planteamiento político actual, de muchos líderes situados en el espectro ideológico conservador o neoliberal.

Con la llegada de la modernidad y el desarrollo de las instituciones democráticas, las patrañas comenzaron a adquirir nuevas y enormes dimensiones y, en el presente, en las nuevas sociedades contemporáneas, las llamadas tecnológicamente avanzadas, nos enfrentamos a un entorno mediático y político donde la información falsa se difunde a velocidades sin precedentes a través de internet, lo digital y las redes sociales. La capacidad de las personas para discernir la verdad se ve desafiada constantemente, lo que ha llevado a la proliferación de la desinformación en cualquier ámbito social. No somos capaces de separar la verdad de la mentira y nos hemos convertido en monos capuchinos.

El fenómeno de las "Fake News" y la manipulación mediática son ejemplos claros de cómo la mentira ha evolucionado en la era digital. Las redes sociales han creado un espacio donde las mentiras pueden propagarse rápidamente y donde la verdad, muy a menudo, se ve distorsionada por intereses políticos y económicos. La polarización política ha llevado a la creación de lo que llaman, con cierto humor, las "realidades alternativas" en las que la mentira se normaliza y se acepta como parte de la narrativa.

La aceptación, con mucha normalidad, de mentiras sociales y políticas ha alcanzado un nivel que deberíamos apreciar como alarmante, si aún queremos trasmitir valores a los más jóvenes. Varias razones nos podrían explicar este fenómeno. En primer lugar, la desconfianza en las instituciones democráticas tradicionales ha crecido exponencialmente, creando un vacío cultural en el que las mentiras pueden prosperar sin bloqueos. Además, la crisis de la verdad, en la que nos hemos instalado, se alimenta de la percepción de que la información es manipulada por los poderosos, los ricos o los que pueden transmitirla por las redes sociales, lo que lleva a muchas personas a buscar "verdades" alternativas.

Paralelamente, la tendencia que tenemos en nuestra sociedad a sentirnos muy ligados al grupo de personas cercanas, amigos o familiares al que pertenecemos, nos hace ignorar las opiniones del resto de la sociedad. Esta tribalización de la comunicación e información ha contribuido, sin duda, a la aceptación de mentiras. Las personas tendemos a consumir información que refuerza nuestras creencias preexistentes, lo que a menudo conduce a la creación de burbujas informativas. Dentro de estas burbujas, las mentiras se validan y se convierten en verdades sociales objetivas y compartidas. La psicología social demuestra que las personas somos más propensas a aceptar información que se alinea con nuestros valores y creencias, incluso si esa información es falsa. Pues así nos va.

Los líderes políticos han capitalizado esta tendencia, utilizando la retórica engañosa como una herramienta para movilizar a sus bases. En lugar de establecer un diálogo basado en hechos ciertos, muchos optan por simplificar la complejidad de los problemas mediante afirmaciones simples y engañosas. Esta estrategia ha demostrado ser muy efectiva para ganar apoyo electoral y para perpetuarse en el poder político o económico, aunque sea a costa de destruir lo que llamamos la verdad.

La lógica personal nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la verdad y la mentira en nuestras sociedades. Es fundamental reconocer que la lucha por la verdad no es solo una cuestión política, sino también un imperativo social y cultural. A medida que navegamos en un mundo saturado de información, es esencial fomentar el pensamiento crítico y la búsqueda de la verdad como pilares de una sociedad creativa, saludable y cohesionada. Es cierto que la mentira puede ser parte de nuestra naturaleza, hay que reconocerlo, pero también está en nuestra mente la capacidad como seres humanos discernir, cuestionar y, en última instancia, buscar la verdad. En ciertas ocasiones no somos tan monos capuchinos.

Podríamos retomar lo que decía la antropóloga americana Judith T. Irvine sobre las ideologías que trasmite nuestro lenguaje y aplicarlo a las mentiras. Así podríamos definirlas como elementos entrelazados en nuestras relaciones sociales y cargadas de intereses morales y políticos.

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