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'El imperio español' por Pedro Cuesta Escudero
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"El imperio español" por Pedro Cuesta Escudero

jueves 21 de noviembre de 2024, 07:40h
'El imperio español' por Pedro Cuesta Escudero

El descubrimiento de América por España relacionó a los conquistadores con unos pueblos que se hallaban en una trayectoria inicial de su evolución histórica. Este hecho explica la aparición y mantenimiento de un tipo de señorío económico-social, que era continuación de lo que se había hecho durante la Reconquista: el repartimiento de tierras, las encomiendas y la mita. A los que se le repartía tierras se les encomendaba ciertos contingentes de indios para que los cristianizaran y cuidaran y, a cambio, los podían emplear en la busca de oro, en ríos o minas, o en las plantaciones agrícolas. Era un régimen que tendía a hacerse hereditaria. Desde un principio la monarquía quería imponer un sincero espíritu cristiano en las relaciones entre españoles e indígenas, pero el alejamiento del poder central desembocó en formas sociales de resabio feudal y se produjeron ciertos abusos que denunció Bartolomé de las Casas. Se impusieron medidas enérgicas como las Leyes Nuevas en 1542 que abolió las encomiendas y los servicios personales de los indios. Provocó una fuerte oposición entre los encomenderos, pero a finales del reinado de Felipe II la oposición de éstos estaba vencida.

'El imperio español' por Pedro Cuesta Escudero

Como los pueblos indígenas carecían de inmunidad a la viruela, tribus enteras se extinguieron, por lo que en 1501, la colonia española empezó a importar población esclava africana para la realización del trabajo rudo. Mediante licencias especiales o contratos bilaterales de “asiento” se beneficiaron de este comercio flamencos, genoveses y alemanes. Aunque en el siglo XVI no fue notable el aumento de la población negra en el Caribe. En la centuria siguiente, en cambio, fue realmente considerable. La primera etapa de dominio estuvo centrada en la explotación de los yacimientos de oro, y luego en la producción azucarera, la cual cayó en el siglo XVII. Pero se sustituyó por la producción de tabaco, jengibre, café y ganado.

El imperio fue dividido en dos grandes demarcaciones separadas por el istmo de Panamá, Nueva España y el Perú, bajo la autoridad de un Virrey cada una. El cargo de virrey que se estableció en La Española con Cristóbal Colom desaparece tras las conquista de Méjico y Perú. Junto a la autoridad del Virrey se implantó en América otro organismo que completó el mecanismo constitucional del imperio: la Audiencia, con competencia judicial superior. La delimitación del territorio sujeto a la jurisdicción de la Audiencia formó el núcleo de las actuales naciones segregadas del imperio hispano.

El monopolio comercial y el contrabando

El monopolio del comercio que imponía España a sus dominios hacía que los productos manufacturados que necesitaban o los suntuarios fueran más caros, pues lo no producido en la Península y fuera importado, tuviera que hacer primero el viaje a la Península (y pagar impuestos), y luego el viaje a América (y pagar impuestos). Otras razones de la debilidad manufacturera era el atraso en que se había quedado la sociedad española en donde había semicolapsado la clase burguesa basada en el comercio y la manufactura de productos, con una enorme carga impositiva y con una grave crisis desde 1575, mientras que despegaba imparable en otras partes de Europa. Al estar España inmersa en las guerras europeas en defensa de sus territorios e intereses, la mayor parte de las riquezas que venían de América iban a parar a los comerciantes que suministraban los productos para mantener los inmensos ejércitos que Felipe II tenía guerreando por todo el viejo continente. Ese dinero fue creando una sociedad rica, que comerciaba y producía en otros países europeos como Holanda e Inglaterra.

El precio de las mercancías empujaba a los habitantes americanos a no hacer ascos a la violación que suponía el adquirirlos fuera del monopolio del comercio español que estaba representado por la Casa de Contratación. Esta situación era propicia para que barcos ingleses u holandeses cargados de productos manufacturados se acercaran a las costas americanas y los vendieran a buen precio, a la vez que compraban los productos tropicales que se producían, como el azúcar, y también pieles y otros productos que se precisaban en el viejo continente. En los primeros tiempos la más habitada por españoles era la isla de La Española, donde estaba la capital de las nuevas tierras descubiertas y la autoridad representada por la Audiencia de Santo Domingo,

Cuando un barco cargado de productos manufacturados se acercaba a las costas de La Española, en especial a la costa de su parte occidental, corría la voz por todos los poblados y, rápidamente, acudían sus habitantes, cargados con sus mercancías, a realizar los trueques con los del barco. Felipe III tomó la determinación, para acabar con el contrabando, de que se abandonara aquella parte de la isla y todos los habitantes de La Española se trasladaran a Santo Domingo. A medida que España conquistaba nuevas regiones en el continente americano, su interés en La Española disminuía, y la población de la isla crecía lentamente, a lo que contribuyó esa orden de Felipe III de abandonar el oeste de la isla. Hacia el año 1606 un tercio de la isla estaba desierto y mucho ganado quedó vagando por los campos.

La piratería

La piratería en América a lo largo de doscientos años fue el cáncer del imperio español. Actuaba como un instrumento al servicio de las potencias europeas en su afán por romper el monopolio comercial hispánico sobre sus dominios. Este fenómeno surge a partir de mediados del siglo XVI. Con la aparición de la plata americana se reactivó la piratería francesa y la inglesa, que continúa a lo largo del tercer cuarto del siglo XVII, momento en que alcanza su «Edad de oro” con la participación también de los holandeses. Esta actividad desaparece a comienzos del siglo XVIII, al dejar de ser un instrumento útil al servicio de las potencias que lo ampararon.

Los bucaneros provenían de diferentes países de la vieja Europa, en su mayor parte de Francia e Inglaterra, y que a principios del siglo XVII decidieron asentarse en la parte noroeste de la isla de La Española. Su procedencia era muy variada, es decir, aventureros, desertores, ladrones, delincuentes, esclavos fugados, malhechores de toda clase y gente de malvivir, es decir lo peor de cada familia. O sea, es fácil de entender, que los peores de la dotación de cada barco fueran abandonados indistintamente por españoles, ingleses, holandeses y franceses durante las guerras del siglo XVI en las islas del Atlántico occidental. Lógicamente esta gente tenía que sobrevivir y para ello encontraron una actividad muy práctica consistente en cazar en las zonas montañosas de las islas, que habían sido despobladas y en las que abundaba el ganado cimarrón, especialmente vacas, toros, caballos y jabalíes. Armados con escopetas de cañón largo y cuchillos, prolongaban sus incursiones durante meses, viviendo sobre el terreno, durmiendo al raso y con la única compañía de sus perros de caza; vestían camisas y pantalones de tela basta, calzado de piel de cerdo, una gorra y cinturón de cuero. Descuartizaban sus presas, cortaban las carnes en tiras y las asaban en unas parrillas formadas con troncos verdes; el resultado era el boucan, es decir, forma de asar y ahumar la carne. De ahí viene el término “bucanero”, y no como algunos creen que es una palabra derivada de buque. Este producto lo vendían o intercambiaban por otros a los barcos que necesitaban aprovisionarse. Esta carne ahumada era más apta para la conservación. Al principio se limitaron a practicar su oficio de manera pacífica, sin ser molestados ni plantear conflictos. Su número fue aumentado debido a los nuevos desertores y aventureros que se unían a ellos atraídos por la libertad de su forma de vida.

Aunque no tuvieron mayores conflictos con sus vecinos, los bucaneros fueron expulsados por los españoles, viéndose obligados a huir a Isla Tortuga, donde cambiaron su actividad comercial directamente por la piratería. El contrabando bucanero era rentable. Pero la venta del boucan no satisfacía el espíritu aventurero que animaba a estos individuos y hasta cabe suponer que no les bastaría para atender a su subsistencia, por lo que los bucaneros se las ingeniaron para construir unas embarcaciones especiales que fueron llamadas flyboot o filibotes, que da el nombre de filibusteros. Con estas pequeñas embarcaciones abordaban los barcos próximos a las islas del mar Caribe, pues de navegar a adquirir presas no hay más que un paso. Por ello estas gentes se convirtieron en una especie de piratas con unas características muy especiales, llegando a formar una Hermandad de la Costa, que fue una sociedad filibustera en las costas de Santo Domingo y la Tortuga. Llegaron a convertir la piratería en algo más que una forma de vivir y con el paso de tiempo, algunos gobiernos encontraron utilidad a los filibusteros, acogiéndolos para que centraran sus ataques sobre los territorios enemigos, convirtiéndose en una categoría intermedia entre el pirata y el corsario.

Una vez que los ingleses se hicieron con el control de Jamaica, los filibusteros de origen británico les ayudaron a ocupar la isla. Durante algunos años tanto Isla Tortuga como Jamaica fueron los grandes refugios de los filibusteros, que actuaban en contra de España y a favor de franceses e ingleses. Con el paso del tiempo y la menguante influencia española, la actividad de este grupo se hizo cada vez menos necesaria, y los filibusteros pasaron a convertirse en colonos.

Los corsarios eran llamados así por poseer la «patente de corso«, una licencia otorgada por un personaje poderoso de Europa, rey o gobernador de turno, para poder atacar o asaltar barcos y ciudades enemigas, y luego quedarse con una parte del botín. El resto era entregado a quien le otorgase dicha patente. Debemos recordar que los piratas en general atacaban indiferentemente a cualquier barco que les pudiera reportar beneficios. Los corsarios, sin embargo, luchaban bajo la protección de una patente de corso, por el cual un soberano les daba autorización para atacar buques y posesiones de potencias enemigas, en su propio beneficio (entregando una parte del botín al rey) y también para entorpecer las actividades comerciales de esas otras naciones.

El Tratado de Rijswijck

Este tratado fue firmado el 20 de septiembre de 1697 en la ciudad holandesa que lleva el nombre del tratado, donde se acuerda la paz entre Francia, España, Inglaterra y Países Bajos. En este tratado España acepta definitivamente la división de la isla La Española en dos colonias: Santo Domingo Español, la zona oriental y Saint-Domingue Francés, zona occidental, a cambio que España recupere Cataluña invadida por los franceses. En 1665, la colonización francesa de esa parte de la isla fue reconocida oficialmente por el rey Luis XIV. La colonia francesa le dio el nombre de Saint-Domingue, la cual se convirtió en la actual Haití, que rápidamente eclipsó al este, tanto en riqueza, como en población. Apodada la «Perla de las Antillas», se hizo la colonia más rica y próspera de las Indias Occidentales y una de las más ricas en el mundo, con plantaciones de azúcar y el puerto más importante de América para los bienes y productos que entraban y salían desde y hacia Europa. Pero se basaba en un férreo y cruel sistema esclavista con una población de 300.000 esclavos frente a 12.000 personas libres, entre blancos y mulatos.

Aprovechando la Revolución francesa los terratenientes exigen el fin del pacto colonial con Francia. En una segunda etapa los mulatos libres apoyados por los esclavos negros exigen igualdad de derechos como los blancos, pero los plantadores los reprimen contundentemente. Pero tras un largo proceso emancipador y con la ayuda de los Estados Unidos, en 1804 es abolida la esclavitud, son expulsados los franceses blancos y se proclama la independencia, siendo Haití la primera nación independiente de Hispanoamérica y la república negra más antigua del mundo.

Después de la independencia de Haití, todo se revirtió, y Haití se convirtió en uno de los países más pobres de América por la brusca caída de las plantaciones de azúcar, reemplazándose por una agricultura y una economía de subsistencia y con un estado de insurrección casi permanentemente.

En 1821 la república de Santo Domingo se independiza de España.

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