Previo al pequeño recorrido histórico que hemos de plantearnos, para situarnos en el paisaje cultural que observamos, analizaremos los tres conceptos: juventud, in-migración y nacionalismo. La noción de juventud es una construcción cultural que varía significativamente entre diferentes sociedades y contextos históricos. Este concepto que usualmente lo clasificamos dentro de un rango de edad, también implica una serie de significados, expectativas y roles que pueden modificarse, pues en este espacio temporal desarrollan sus identidades, que a su vez las reconstruyen constantemente. En cuanto a la migración hemos de señalar que nuestros ancestros prehistóricos ya migraban. El Homo hábilis, hará unos 2,5 millones de años, se dispersó fuera de África al que siguieron diferentes especies de Homo, colonizando Europa, Asia, Oceanía y finalmente América, pero no solamente realizaron desplazamientos alejados del continente africano, si no que, parece ser, era un movimiento circular: un emigrar para volver y retornar a trasladarse. Podríamos decir que migrar siempre ha sido una característica del ser humano en la búsqueda de nuestra subsistencia.
En cuanto a la nacionalidad nos centraremos en los constructos culturales que se van acumulando, hasta la consolidación en el nacionalismo actual. El surgimiento de lo que llamamos Estados-nación es un fenómeno social complejo que lo situaríamos entre los siglos XVII y XIX. Durante los siglos XIV y XV se encadenan sucesivas guerras, a lo que añadir la peste negra, y es en contraposición a este contexto donde se inicia y fomenta un sentido de identidad cultural compartida territorial, que pronto se enlazaría con el final de la guerra de los Treinta Años (1618-1648), donde se reconoce el principio de soberanía estatal y se establecen las fronteras físicas nacionales. Primeros conceptos importantes: soberanía y fronteras. Estas variables nos ayudan a comprender el desarrollo del llamado nacionalismo metodológico como otra construcción teórica que llega hasta nuestros días: una sola comunidad que habita un territorio limitado con una lengua, religión, cultura e historia común. Todo muy homogéneo y evidentemente engañoso, pero que sin duda contribuye a reforzar una conciencia común. Los conflictos, guerras y el fin del colonialismo redefinen las fronteras de los nuevos estados y, por lo tanto, refuerzan el sentido de comunidad nacional específica de ese territorio.
¿Cómo se articulan la in-migración y el nacionalismo? Como indica la RAE el nacionalismo es un ”Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia.” A partir del siglo XIX se empiezan a ampliar los conceptos in-migración y e-migración y a popularizarse con los movimientos migratorios a gran escala en Europa y América. El sociólogo Abdelmalek Sayad analizaba ambas construcciones culturales indicando que “la inmigración es la presencia en el seno del orden nacional de los no nacionales”. Así pues y basándonos en esta premisa, la emigración es la privación en otro lugar del orden nacional; es decir, la presencia en otra nación de los nuestros. Mientras que el in-migrante es el otro, el que viene de una nación extranjera y, por lo tanto, es diferente, un extraño ajeno a nuestra cultura. Es decir, el in-migrante no demuestra pertenencia nacional ni “fervor” por nuestra nación, cultura o historia. Si aceptamos la premisa del físico Stephen W. Hawking de que nuestra supervivencia, como especie, depende de que colonicemos con éxito planetas exteriores a la Tierra, cómo correspondería llamarnos: ¿e-migrantes o in-migrantes?
La memoria histórica que tenemos del franquismo y de la transición a la democracia han dejado huellas imborrables en la sociedad española, sobre todo en los que tenemos cierta edad. Es en este contexto donde debemos plantear que el nacionalismo español y la identidad han sido temas recurrentes sacados de la chistera por los políticos, pues ya se nos planteaban una narrativa de un "nosotros" frente a un "ellos" durante la dictadura, que se caracterizaba por la defensa a ultranza de nuestra identidad nacional, fundamentalmente, homogénea. Posteriormente, y ya en democracia, la última crisis económica y social de 2008 generó un profundo malestar social, reflejándose en la aparición de novedosos partidos políticos, pero esta crisis iba asociada a la asignación de unos recursos sociales escasos por parte de la Administración pública. Ningún poder político viendo llegar la complejidad de la percepción del problema social confrontó datos, para rebatir la sensación del ciudadano sobre la idea de que la in-migración (no la e-migración) se apropiaba de la mayor parte de ayudas públicas. En este contexto es lógico entender que el nacionalismo era una respuesta viable a las inquietudes de la gente joven, en este marco de crisis económica, porque las familias y adultos se apoyaban en redes domésticas y de pensionistas. En este sentido el nacionalismo “fervoroso” ofrece un sentido de pertenencia al grupo y, por lo tanto, de seguridad en una sociedad dividida y fragmentada que observa la juventud con perplejidad e indiferencia. Para ellos vivir en una sociedad globalizada donde las identidades se re-construyen constantemente y a veces pueden parecer “líquidas” (parafraseando a Zygmunt Bauman) un nacionalismo fuerte les puede proporcionar unos esquemas claros y un marco de referencia para sentirse “nosotros”; es decir, español. A estas variables, y en estos tiempos, habría que añadir la economía liberal globalizada basada en el individualismo extremo y en la soledad masificada que vivimos en las ciudades, como indica Juan Gómez Bárcena, a lo que incidir el auge de las plataformas digitales, comunidades virtuales y redes sociales que fortalecen una visión del mundo individualista y, por lo tanto, conservadora y nacionalista.
Todos los elementos que hemos detallado juntos y en relación generan miedo y desconfianza en el desconocido, en el diferente, como es el caso de los in-migrantes y, añado, que ciertos discursos políticos solo hacen que exacerbarlos. El conjunto, que solo nosotros hemos construido, se lo damos empaquetado y con lacito a la juventud. Obviamente basado en un discurso ideológico de superioridad moral. ¿Qué esperamos conseguir con esto? Pues exactamente lo que tenemos.
En tiempo de transformaciones sociales aceleradas, como el actual, y con crisis permanente de identidad, el nacionalismo “fervoroso” le ofrece a la juventud soluciones sencillas a planteamientos complejos, pero además les indica que ello refuerza la cohesión social y la unidad nacional frente al diferente, al in-migrante, que representa una amenaza para la sociedad, sus tradiciones y su cultura. El apoyo que muchos jóvenes en España dan a una cosmovisión ultraconservadora que refuerza un nacionalismo interior puede entenderse como una respuesta a una serie de factores históricos, sociales, psicológicos y culturales que solo nosotros hemos creado y que les dejamos en herencia.
“Al ahuyentar a los desconocidos de nuestras casas y calles, exorcizamos el fantasma aterrador de la inseguridad” Zygmunt Bauman.
En el día gris y frio del 30 de octubre de 2024 quiero trasmitir a todos los que sufren por esta DANA, por sus seres queridos, por sus casas, por su vida futura que hay mejores cosas por delante de las que dejamos atrás. (C. S. Lewis)