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'GRACIAS ANTONIO', por Sonia Mª Saavedra de Santiago ,abogada y profesora de francés.
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'GRACIAS ANTONIO', por Sonia Mª Saavedra de Santiago ,abogada y profesora de francés.

"GRACIAS ANTONIO", por Sonia Mª Saavedra de Santiago ,abogada y profesora de francés.

jueves 28 de marzo de 2024, 08:22h

El mes pasado tocó extracción de sangre para analizar mi estado de salud tras la PTT que me fue diagnosticada hace poco más de un año. Efectivamente, el 9 de enero de 2023, tras diagnosticarme una Púrpura Trombocitopénica Trombótica, me dieron un plazo de veinticuatro horas de vida y mi permanencia en este mundo dependía de una plasmaféresis, esto es: de una oportuna y puntual transfusión de plasma.

Como paciente, me tocó esperar con paciencia, confianza y buen humor a que esa transfusión de plasma se llevara a cabo en el escaso periodo de tiempo que me daban.

Recuerdo cinco horas en un pasillo esperando mi ingreso por urgencias; recuerdo las caras de angustia de mi madre, de mis hermanos, mi marido, mi hijo y dos amigas muy queridas que fueron a verme a ese pasillo donde se alargaba una fila de numerosas camas con pacientes que, como yo, esperaban ser atendidos lo mejor posible.

Lo que yo desconocía entonces es que, en ese plazo de 5 horas, la misma celadora que me llevó a mi primera sesión de plasmaféresis y que tanto corrió por los pasillos del hospital con la bolsa de plasma que me iban a transferir, fue también la encargada de conducirme por última vez a la sección de diálisis antes de darme el alta hospitalaria.

Desde entonces llevo un control que empezó siendo semanal y ahora es trimestral. Precisamente en mi última revisión, hace escasamente tres semanas, coincidí en el centro de salud con Antonio, un señor que ha dejado de ser donante hace relativamente poco tiempo debido a su edad. Yo estaba nerviosa, pues en mi penúltima analítica no me encontraban la vena y me tuvieron que pinchar 3 veces en los brazos antes de la extracción. Antonio me tranquilizó y me dijo: chica no te pongas nerviosa que soy donante de sangre y sé lo que es tener una aguja clavada durante varios minutos. Te aseguro que no pasa nada.

Realmente yo también conozco esa sensación, pues entre migrañas y hospitalizaciones tengo una larga experiencia en estos padecimientos, pero no sé qué me pasaba que no podía evitar mi alteración.

Se da la circunstancia de que Antonio es de ese grupo sanguíneo al que pertenecen muy pocos (CERO NEGATIVO) y que, por ser este grupo el de los donantes universales, son muy solicitados a la hora de poner a prueba su generosidad. Antonio me contó que a veces lo llamaban por la madrugada para que fuera a alguno de los hospitales de la región a donar sangre y él, sin importarle la hora ni el momento, se dirigía allá donde lo requirieran para compartir algo de sí mismo con quién lo necesitara.

Fue entonces cuando le di las gracias por todos esos años en que había compartido tanto para todos de manera anónima. Lo imaginé entrando y saliendo por puertas de hospitales a veces sin que nadie le diera los buenos días o sin que nadie le cediera el paso por cortesía o amabilidad. Tuve la oportunidad entonces de agradecer su labor no sólo a él sino a todos los que como él son donantes de sangre, pues gracias a estos voluntarios anónimos yo estoy viva. Tras mis palabras de gratitud le pregunté a Antonio si podía fotografiar su brazo y me dijo que por supuesto.

Antes de despedirnos, y cada uno con nuestro algodoncito blanco en el brazo, volví a expresarle mi gratitud (gratitud que extiendo a todas esas personas anónimas que con generosidad salvan vidas compartiendo su sangre) y le comenté que le dedicaría tanto a él como a todas esas personas unas letras. Letras que quizás hayan tardado un poco, pero que hoy no quiero dejar de publicar.

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