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'Las mujeres que influyeron en Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

"Las mujeres que influyeron en Cristóbal Colom", por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

miércoles 06 de marzo de 2024, 08:08h
'Las mujeres que influyeron en Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
'Las mujeres que influyeron en Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

Cristóbal Colom contó con el apoyo de varias mujeres que hicieron posible el desarrollo de su plan de viajar a Oriente por Occidente. En algunos casos tan sólo fue apoyo personal, en otros le facilitaron el acceso a información fundamental para poder idear y desarrollar su proyecto.

'Las mujeres que influyeron en Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
'Las mujeres que influyeron en Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
'Las mujeres que influyeron en Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

Margalida Colom

Entre las mujeres que influyeron en la vida de Cristóbal Colom hemos de citar, como es natural, a su madre la mallorquina Margalida Colom. Poco sabemos de su vida, pues no tenemos testimonios escritos que se ocupen de ella. Hay una cosa segura, le dio, además de la vida, el apellido Colom, pues fue madre soltera que tuvo un encuentro amoroso con D. Carlos, el Príncipe de Viena, en la finca de Son Ramonet, cerca de la villa de Felanitx, del castillo de Santueri y del santuario de San Salvador. Según una creencia popular arraigada en la comarca, el encuentro amoroso tuvo lugar en una cueva ubicada en las proximidades del primitivo camino que desde Palma se dirigía hacia el castillo de Santueri. Es un lugar propicio para creerlo así. En el archivo de la Corona de Aragón apareció una carta fechada el 28 de octubre de 1459 del Príncipe de Viana al gobernador de Sicilia (no la remitió al de Mallorca porque no se fiaba de él, por ser un incondicional del rey Juan II), donde le refiere las relaciones amorosas habidas con Margalida “Agradecemos vos muy mucho lo que fecho haveys en recomendación de Margarita. La verdad de la cosa mostrará lo que haber sentido de ella ser prenyada”. Es la única referencia que tenemos del Príncipe de Viana sobre su hijo Cristóbal Colom. Nunca llegó a saber si había tenido a este hijo, porque fue muy aciaga su estancia en Barcelona y también su prematura (y sospechosa) muerte le impidió incluirlo en su testamento.

Pensamos que la doncella Margalida estabilizó su vida casándose, pero no hay constancia documental. Lo que es seguro es que tuvo dos hijos más, Bartolomé y Diego, con los que Cristóbal tuvo una estrecha relación y con los que después contó en la administración y gobierno de las tierras descubiertas.

Prueba de que Colom tenía presente su infancia fue que bautizó a la primera isla que descubrieron con el nombre de San Salvador, en recuerdo del santuario que veía desde su casa cuando era pequeño. También tuvo un recuerdo de su madre cuando en su tercer viaje designó con el nombre de Margalida a una isla cercana a la costa de Venezuela. En el año 1500 el cartógrafo Juan de la Cosa trascribió en el Puerto de Santa María esta palabra en la carta náutica que copió de la que Colom dibujó de las tierras descubiertas en 1498. Y es que, como asegura Samuel Eliot Morison, “un testigo de los pleitos de 1514 dijo que todos los descubridores posteriores de tierra firme se guiaban por las cartas que el Almirante había hecho, porque sólo él hizo cartas de todo lo que se descubrió” Actualmente el mapa de Juan de la Cosa se conserva en el Museo Naval de Madrid.

Margalida tuvo dos hermanos, que se exilaron de Mallorca por cuestiones sociales y políticos y llegaron a convertirse en poderosos corsarios. Uno, Colom el Mozo, marchó a la Provenza para servir de corsario a Renato de Anjou, al que pretendían los fugados forenses entregar el reino de Mallorca. Y el otro, Guillermo de Casanove, alias Coullon, llegó a ser dueño de las aguas de la Gascuña. Había empezado sus correrías de corsario en Normandía al servicio del rey de Francia, atacando cuantas naves encontraba en su travesía para apoderarse de sus riquezas y, gracias a sus afortunadas expediciones, le habían permitido reunir, junto con vascos, gascones, ingleses y alemanes una gruesa armada y ostentar el título de almirante del rey de Francia. Estos prófugos no volvieron nunca más a Mallorca, ya que de haberlo hecho se hubieran encontrado con la muerte en el patíbulo.

Margalida tuvo la suerte de contar con incondicionales del malogrado Príncipe de Viana que proporcionaron a su hijo, fruto de sus amoríos con un miembro de la Casa Real y que bautizó con el nombre de Juan (después lo cambiaría por Cristóbal), la educación que correspondía a su clase. A la edad de 11 años Juan (Cristóbal) y su hermano Bartolomé se incorporan al mundo de sus tíos, los corsarios.

A Juan Colom, padre de Margalida, se le exigió la responsabilidad por sus hijos prófugos y hubo de malgastar su hacienda en multas y donaciones al veguer, escribanos y baile. Desconocemos el final de esta familia. Lo más probable es que Diego Colom, el benjamín de la familia, hubo de emigrar a Valencia para ganarse la vida en los telares de seda. Se incorporó en la caravana de su hermano Cristóbal cuando pasó por la ciudad del Turia camino de Barcelona para dar la noticia de su descubrimiento a los reyes. Bartolomé Colom se encontraba en la corte del rey de Francia, pues había ido a proponer, tanto al rey francés, como al inglés, el viaje a las Indias. Al recibir Bartolomé Colom la carta de su hermano Cristóbal en la que le anuncia sus descubrimientos, abandona la corte francesa donde era huésped, pero al llegar a Barcelona encuentra que su hermano ya había partido en su segundo viaje. Pero le había dejado las suficientes instrucciones y la carta náutica del viaje para que pudiera reunirse con él. Y los Reyes Católicos le proporcionan una flota de cuatro carabelas para que se encuentre con su hermano en la isla La Española.

Felipa Moniz de Perestrello

El corsario y almirante de la marina francesa Guillaume de Casanove con su escuadra de siete gruesas embarcaciones está apostado a sotavento del cabo San Vicente, cerca de Sagres, para impedir el tráfico no autorizado por los portugueses, según el tratado firmado entre Francia y Portugal. El príncipe Juan se une al corsario mallorquín con una flota portuguesa. Están al acecho de un importante convoy genovés que había de pasar por allí. El corsario almirante, tío de Cristóbal Colom, anota en su libro de bitácora: “Hoy, 13 de agosto de 1476, estamos apostados en el cabo de San Vicente a la espera de una importante flota genovesa”.

En esta batalla salva milagrosamente la vida Juan Colom y es recogido como náufrago en las costas de Lagos. Es reconfortado, curado de sus heridas y es llevado a Lisboa, junto con otros supervivientes. La alegría de Bartolomé Colom es grande al ver que su hermano ha sobrevivido a la batalla y lo presenta a la Hermandad de dibujantes de cartas genovesas, de la que él es miembro. Es cuando Colom cambia su nombre de pila Juan por el de Cristoferens, que en el calendario cristiano es Cristóbal.

Bartolomé le presenta a su hermano al banquero y armador Centurione, quien lo contrata como agente comercial a varios viajes, a Bristol, a Golway a Thule (Isladia). Cuando le propone ir a por azúcar a las islas Madeira le dice que ha de entregar un pagaré por el precio del azúcar a la hija del señor Perestrello, que fue el primer capitán, señor y gobernador la isla de Porto Santo y acaba de fallecer. Ella, la hija, doña Felipa Monis de Perestrello que pertenece a una noble familia emparentada con la casa real de Braganza es la heredera de las plantaciones de azúcar en esa isla, y vive en el monasterio de Dos Santos, perteneciente a la orden de Santiago, que acoge a las viudas e hijas de los miembros de la orden. O sea, es una comunidad de damas nobles, no religiosas. Este monasterio, que es único en el reino, tiene dos finalidades, una educativa y la otra la búsqueda institucionalizada de su matrimonio. Ninguna se puede casar sin la autorización del maestre de la Orden Militar de Santiago en Portugal, que en ese momento era el príncipe Juan.

Cristóbal Colom, que se ha acicalado y vestido con unos gregüescos que le llegan hasta la mitad del muslo, unas botas de cuero flexible que le cubren hasta la rodilla, un jubón acolchado con mangas rasgadas que dejan ver la camisa, un túnica roja sin mangas y un gorro de un color rojo intenso, que deja al descubierto su melena pelirroja, se entrevista en el monasterio con Felipa Monis de Perestrello, una mujer en la plenitud de su belleza, vestida con el hábito de Santiago, que, al tenerlo ceñido con un cíngulo, le resaltan sus abultados pechos. Ella observa al visitante, que tiene una gentil presencia y un varonil atractivo que la conturba un tanto.

-Señora, soy el capitán Cristóbal Colom y agente comercial del banquero y armador Mario Centurione. Perdone que le hable en castellano. Es que llevo poco tiempo en Portugal y aún no domino el portugués.

-No se preocupe, en la educación que nos dan en esta Casa está el aprendizaje del castellano.

-El armador Mario Centurione me ha encargado que le entregue en persona estos documentos. Es que partiré a Porto Santo para comprar azúcar de sus propiedades.

Felipa rompe el sello. Y mientras mira los documentos Colom la observa con cierto descaro: sus ojos azules y risueños, sus tentadores labios, su exquisita feminidad en el porte.

-Muy bien capitán- le dice Felipa sintiéndose observada- Porto Santo es un lugar muy hermoso, con playas maravillosas y hermosas flores por todas partes.

-Estoy deseando conocer esas islas. Cruzar el Atlántico es mi pasión.

-¿Ha venido a vivir a Lisboa con sus familia?

-No tengo esposa, ni hijos. Mi residencia es el mar, siempre estoy navegando.

Felipa se queda pensativa. Quizás tiene delante al hombre que busca en sus pensamientos por las noches. Pero no puede ser, tiene la desgracia de pertenecer a la aristocracia y encontrar esposo le es más difícil.

-Le deseo toda la suerte del mundo y un feliz viaje- y le tiende la mano en señal de despedida.

Colom siente esa mano temblorosa y cálida, a la par que delicada.

Y al regresar del viaje Cristóbal marcha a saludar a Felipa. Y todos los días va a verla, surgiendo algo más que amistad.

-¿Qué tipo de votos tienes comprometido en este monasterio?- le espeta.

-¿A qué te refieres? ¿Si tengo hecho votos de castidad? Aquí no estoy en calidad de monja, pero me debo a otros lazos más avasalladores. Pertenezco a una noble familia, emparentada con la casa real de Braganza. Y ello comporta que no puedo escoger al esposo que yo quisiera. Según el libro de las reglas de la orden, no puedo casarme sin la autorización del Maestre de la Orden Militar de Santiago, que es, precisamente, el príncipe Juan.

- No hay ningún problema para que unamos nuestros destinos y formemos una familia. Me gustaste desde el primer momento que te vi. Deseo que seas mi esposa.

-Desde el primer día que viniste al monasterio no he podido apartarte de mi pensamiento, pero no es posible que unamos nuestros destinos.

-Si es posible. Yo pertenezco a la Casa real de Trastamara y, además soy sobrino del almirante Guillermo de Casanove, que tiene gran amistad con el príncipe Juan y lucharon, luchamos, juntos en la batalla del Cabo de San Vicente. El almirante podría ser el padrino de nuestra boda.

- En este caso me hacéis la mujer más feliz del mundo.

Felipa, de 19 años y Colom de 17. La ceremonia se celebró en la misma ciudad de Lisboa, posiblemente en el mes de agosto o septiembre de 1477. Con este matrimonio Colom emparentaba con la nobleza lusa e iniciaba uno de los periodos más felices de su vida. Tras la boda, el matrimonio va a vivir a la isla de Porto Santo, en el archipiélago de Madeira, donde estaba su cuñado Bartolomé como capitán gobernador hacía ya 3 años. Fue en esta isla donde engendraron a su hijo Diego, que nacería a finales de 1478 o principios del 1479.

Una vez allí, el interés de Colom por cruzar el Atlántico crece, pues podía tener numerosos datos de primera mano, como nos cuenta Bartolomé de las Casas:” Así que fuese a vivir el dicho Cristóbal Colón a la dicha isla de Puerto Santo, donde engendró al dicho su primogénito heredero D. Diego Colón, por ventura por sola esta causa de querer navegar, dejar allí su mujer, y porque allí en aquella isla y en la de Madera, que está junto, y que también se había descubierto entonces, comenzaba a haber gran concurso de navíos sobre su población y vecindad y frecuentes nuevas se tenían cada día de los descubrimientos que de nuevo se hacían”.

La documentación secreta que su suegra Doña Isabel Moniz le regala hace que Colom se sienta más atraído por la aventura del océano. Poco después del nacimiento de Diego falleció Felipa Moniz de Perestrello, y Colom quedó viudo y con un niño de muy corta edad. Aprovechando su parentesco con la nobleza portuguesa, decide plantear al monarca Juan II la idea que ha ido creando de realizar una ruta hacia la Especiería atravesando el Atlántico hacia el Oeste. Solicita al monarca ayuda para equipar unas naves, al tiempo que le pide al rey que le arme caballero de espuelas doradas, que por la sangre real que circula por sus venas se le conceda el título de Don, para él y sus descendientes, que se le conceda el título de Almirante Mayor del Océano, y quiere una décima parte de las rentas que Su Majestad hubiese de todas las cosas que fuesen oro, plata, perlas, piedras preciosas, metales, especería y de cualesquiera cosas provechosas. Pide también derecho a contribuir con un octavo a los gastos de toda expedición que se armase para dicho trato y negociación cada y cuanto y cuantas veces se armase. Y estos derechos adquiridos serían parte de la herencia que deje a sus hijos.

El rey deja este proyecto de viaje para que los técnicos lo analicen. Pero pone como condición que no se pase cerca de las Canarias, pues en el caso que el viaje tuviera éxito la Corona de Castilla podría reclamar las tierras conquistadas en virtud del tratado de Alcaçovas. La Junta de expertos descarta la viabilidad de este viaje. Además el rey Juan II de Portugal dio órdenes al capitán de una carabela que llevaba víveres a las islas de Cabo Verde para que navegara hacia occidente a ver si encontraba las tierras e islas que decía Colom. Navegaron durante un tiempo y solo vieron un desierto de salvajes y trémulas olas, por lo que desistieron, poniendo de manifiesto la fábula que era el proyecto de Colom.

Decepcionado Cristóbal Colom por esta traición del rey decide pasar al reino de Castilla, aprovechando que Violante Moniz, su cuñada, reside en Huelva, y podría hacerse cargo de Diego, aunque finalmente deja a su hijo al cuidado de los frailes de La Rábida. Así, desde 1485 Colom se encuentra en el reino de Castilla.

Beatriz Enríquez de Arana

En octubre de 1.487 Colom se ubica con la Corte en Córdoba. Allí hace amistad con Diego de Arana, quien le presenta a Beatriz, su prima. Beatriz Enríquez de Arana nació en la población cordobesa de Santa María de Trassierra, en torno a 1466 o 1467. La familia era humilde, pero poseían unas tierras que ellos mismos labraban, logrando así una sencilla supervivencia. Beatriz y su hermano Pedro quedaron huérfanos de padre a una edad muy temprana y su madre decide trasladarse a Córdoba para vivir cerca de su familia, pero poco después, en1471, también fallece, por lo que Beatriz y su hermano pasaron a estar bajo la tutela de su tío Rodrigo Enríquez de Arana. Beatriz sabía leer y escribir porque aprendió cuando el cura párroco de Santa María de Trassierra daba clases a su hermano Pedro.

Colom se instala con Beatriz en una casa. Colom contempla a esta adolescente como a una mujer deseada. Y Beatriz se siente seducida por una mezcla de fascinación y sueños de grandeza de este misterioso aventurero. Viven vendiendo cartas náuticas entre marinos asentados en Sevilla, Cádiz y Málaga. También vende libros que llegan en abundancia de las recién estrenadas imprentas de Europa. Pero no supone gran negocio. La mayor parte de los ingresos que entran en esta casa es el mísero salario que Beatriz gana como tejedora. Han de mendigar ayuda económica de sus amigos. Mientras la Corte permanecía en Córdoba recibió cuatro pagas por orden de la reina que suman 14.000 maravedíes. Pero cuando la Corte sale de Córdoba esas pagas cesan.

La Junta de Salamanca que estudia el viaje a las Indias por la ruta que propone Colom lo cataloga de inviable, ya que la falta de aprovisionamiento en este viaje tan largo acabaría con la vida de la tripulación. No se puede estar navegando más de dos años sin repostar. Colom se marcha enfadado diciendo que sabe a ciencia cierta que con tres meses de navegación se llega a las islas aledañas de Cipango y de Catay. Beatriz lo reconforta acariciándole la nuca y besándole el cuello y las mejillas. Y no tardan en entrelazar sus cuerpos.

Por su parte Fray Diego Deza convence a los reyes para que se haga el viaje, los cuales dan prioridad, sin embargo, a la conquista de Granada. Frustrado por la indecisión de la Corte, Colom escribe al rey de Portugal recordándole el proyecto de llegar a las Indias cruzando el Atlántico. Juan II le contesta que regrese a Portugal y será considerado con especial favor. Pero Beatriz le dice que no debe fiarse de él. Al responderle Colom que no tiene miedo de que le pueda hacer nada malo el rey portugués, Beatriz le espeta que está embarazada y le pide que se normalice la situación casándose. Pero Colom se excusa con su situación de incertidumbre. Si los reyes no le patrocinan el viaje, miraría en otros reinos, porque está predestinado a ser el primero en llegar a las Indias por Occidente, que es la vía más corta. Le pide que no desespere, que todo se arreglará. Serán inmensamente ricos y respetados. Fruto de esta relación, que nunca se oficializó, nace Hernando Colom el 15 de agosto de 1488. Y poco antes de hacer el viaje descubridor en agosto de 1492 el mallorquín recoge de casa de Beatriz a su hijo Diego y lo lleva a la Corte en calidad de paje del Príncipe Juan. Diego Colom, a la sazón de 14 años, es presa de sastres, zapateros y peluqueros antes de ser presentado al príncipe Juan. Y desde el 8 de mayo e 1492 el comendador Gutiérrez de Cárdenas le paga un sueldo de 9.400 maravedíes al año.

Colom y su comitiva en su viaje a Barcelona para dar la noticia del descubrimiento a los reyes pasa por Córdoba, la Córdoba de sus años de esperanza y bellos recuerdos, en los que tenía hogar precario y entregado e incondicional amor. Aquella noche Beatriz y Cristóbal se dejan arrastrar por la pasión, como si fuera la primera vez. Al levantarse de madrugada Colom le explica a su amante que las leyes de Castilla impiden que un grande del reino no puede desposarse con una plebeya. Le dice a Hernando que se prepare que lo llevará también de paje, ante la negativa y desconsuelo de su madre que no quiere quedarse sola. Cristóbal trata de convencerla de que no debe haber discriminación para ninguno de sus hijos. Y se encamina hacia Barcelona con toda la comitiva que le acompaña. Antes había hecho beneficiaria a Beatriz de una renta anual en las carnicerías de Córdoba. Es el premio de los 10.000 maravedíes prometidos por los Reyes Católicos a aquel que viera tierra por primera vez, que no fue Rodrigo de Triana, sino que el mismo Colom aseguró que él había sido el primero en ver tierra la noche anterior, por lo que se quedó con la prima.

Beatriz se queda con recuerdos bellos, dolorosos también, que ha ido degustando con una agridulce emoción, de la misma manera que el paladar repele y a la vez saborea lo agrio.

Parece que Colom y Beatriz no volvieron a verse, aunque su recuerdo nunca desapareció. En 1502, Colom, antes de iniciar su cuarto viaje, ordenó a su hijo Diego que se encargara de que Beatriz viviera honestamente. En su testamento dispuso que Diego Colom le diera a Beatriz una renta anual vitalicia de 10.000 maravedíes.

Beatriz de Bobadilla

En su constante ir y venir tras la Corte, Colom conoció a Doña Beatriz de Bobadilla, señora de la Gomera. Beatriz de Bobadilla era hija de Juan de Bobadilla y nació en Medina del Campo en torno a 1462. Era sobrina de Francisco de Bobadilla, corregidor de Córdoba, y de doña Beatriz de Bobadilla, Marquesa de Moya, camarera de la Reina Isabel la Católica. Por recomendación de su tía entraría a servir en la Corte como dama, destacando por su belleza y su actitud liberal y alegre, que atrajo al mismo rey Don Fernando, lo que no le gustó en absoluto a la reina Isabel. Beatriz se casó con Juan de Girón, que murió en el sitio de Loja en 1482. Y el rey seguía teniendo encuentros con ella, por lo que la Reina Católica organiza su matrimonio con Fernán Peraza, el segundo hijo de doña Inés de Peraza. Ese mismo año de 1482, se celebra la boda, recibiendo la novia una generosa dote de la Corte de 500.000 maravedíes, como era corriente que la reina dotara a sus damas, y les encarga la pacificación y conquista de la isla La Gomera. Era una forma decorosa de actuar para evitar las tentaciones del rey, enviándolos a los confines de su reino. En esta isla Doña Beatriz tuvo dos hijos en cinco años, Guillén e Inés, y vivieron en el puerto de San Sebastián de la Gomera. Y pretendían conseguir el señorío de las Canarias occidentales. Sin embargo, el destino quiso que Fermín Peraza muriera a comienzos de 1488, en la guerra de conquista, en concreto en una sublevación de los nativos. Este hecho cambia de nuevo la vida de Doña Beatriz, que debe ocuparse de salvar la herencia de sus hijos contra la actuación de su suegra Inés de Peraza. En junio de 1491 vemos de nuevo en la península a Beatriz de Bobadilla para defensor, en los círculos de la Corte, los derechos de sus hijos y los suyos propios, como señora de las islas occidentales. Tenía en estos momentos unos 32 años, y sigue a la Corte, bien en Sevilla o en el campamento de Santa Fe, para responder a requerimientos legales y presentar alegatos en el pleito contra su suegra Inés de Peraza.

O sea, Doña Beatriz se mueve por ambientes similares al de Cristóbal Colom. Donde debieron convivir muchas jornadas, pero donde establecieron amistad e intimaron fue en el campamento de Santa Fe en los últimos días de la Reconquista. Y cuando Doña Beatriz regresa a su residencia de La Gomera Cristóbal Colom hace aguada y permanece un tiempo en dicha isla, tanto en su primer viaje como en el segundo, como nos lo confirmará años después, en 1495, un amigo de Colom llamado Miguel Cuneo, quien, como pasajero del segundo viaje de Colom, describe la llegada de la flota de 17 naves a la isla de la Gomera con estas palabras: ”El 5 de dicho meses (octubre 1493) arribamos a la Gomera, una de las islas llamadas Canarias, si yo os contase cuantos festejos, tiros de lombardas y salvas hicimos en ese lugar, sería demasiado prolijo, y esto se hizo a causa de la señora del dicho lugar, por la cual en otro tiempo el Almirante estuvo prendado de amor. En dicho lugar tomamos refresco de cuanto no será menester

Doña Beatriz se casó de nuevo en el verano de 1498 con don Alonso Fernández de Lugo, conquistador de La Palma y Tenerife, y futuro Adelantado de Canarias. Sus relaciones amorosas con Cristóbal Colom, no solo tocó definitivamente a su fin, sino que, precisamente su hermano Francisco de Bobadilla, el juez pesquisidor nombrado por los Reyes Católicos, fue el que lo destituyó y lo mandó encadenado, junto con sus hermanos, a España. Esta deshonra, el duro trabajo y las enfermedades debieron limitar bastante las necesidades de afecto femenino del descubridor de América.

Isabel la Católica

La reina Isabel la Católica fue la figura clave para que se llevara a cabo el descubrimiento de 1492. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que entre Colom y ella hubiera alguna relación de tipo amoroso, como algunos han querido sugerir. Cristóbal Colom le llegó a tener una devoción y respeto como la que se puede tener a la Virgen María. Y la reina siempre lo trató y consideró como a un miembro de su familia, como a un hijo, ya que ella estuvo a punto de casarse con su padre el Príncipe de Viana.

Aunque las Juntas de sabios que estudiaron el proyecto de viaje de Colom lo tacharon de inviable, pues la distancia que separa a España de las costas de Asia hacía imposible el viaje sin poder repostar y hacer aguada en mucho tiempo, la reina Isabel creyó en Colom, quien aseguraba firmemente que en tres meses llegaba a las islas aledañas de la India, la China y el Cipango.Y cuando capitula Granada los monarcas y Colom negocian los términos de la expedición en la misma ciudad de Santa Fe. Los reyes confían las negociaciones en su secretario Juan de Coloma y Colom elige como representante a fray Juan Pérez. El fraile va presentado el memorial de Colom y tras discutirla se limitan a darles el plácito: Almirante perpetuo del mar océano, con las mismas atribuciones que tiene el almirante de Castilla, Visorrey y Gobernador de todas las tierras e islas descubiertas. A la petición de ser juez de las causas que ocurrieran con ocasión del trato mercantil, de la quinta parte de las mercancías traídas de la India, de la décima parte de los metales y piedras preciosas y de la octava parte de todos los beneficios le espeta el rey que son totalmente rechazadas, por lo que podía marcharse en buena hora. Entonces Colom dice que marcha a Francia, donde su hermano está tramitando este viaje y sale de la audiencia con la cabeza alta, quedando todos perplejos y contrariados. Entonces toma la palabra Lluis de Santángel y sugiere que hay que llamar a ese capitán antes de que llegue a un acuerdo con el rey francés, que sería una bofetada para los intereses de nuestros reinos. El rey le contesta que son inadmisibles esas exigencias. A lo que le responde su escribano de ración, que si se llegara a la India los beneficios serían tan enormes que las exigencias de Colom no se notarían. Lo de virrey sería de unas islas insignificantes, porque no pretenderá apoderarse del imperio del Gran Kan o de Cipango, porque son reinos poderosísimos. El monarca le replica que cómo se pagaría el viaje si las arcas están vacías. Es cuando la reina Doña Isabel interviene diciendo que toma esta empresa a cargo de su Corona de Castilla y empeñaría sus joyas para cubrir los gastos si no hay fondos suficientes en el Tesoro. El escribano de ración media diciendo que al plantear este negocio como un monopolio entre la monarquía y Colom le corresponde a éste pagar un octavo del costo total, que es el beneficio que exige. Y hay prestamistas, ante la sugerencia del monarca que Colom es más pobre que las ratas. En lo correspondiente a la Corona propone Santángel que se pueden mirar las multas fiscales que deben pagar algunos puertos castigados por subversión. Se les obligaría a que pusieran las naves. Y para el pago adelantado a la marinería y el costo de los abastecimientos se podrían tomar prestados de los fondos de la Santa Hermandad y se lo devolvería la Corona cuando pudiera. En este caso ordena la reina Isabel que se le dé alcance a Colom, pues sus demandas serán satisfechas. O sea, a la reina Isabel se debe la decisión de que el viaje a las Indias se realice.

Prueba de que es la reina la que considera a Colom miembro de la familia Trastamara es cuando en el monasterio de Sant Jeromi de la Murtra le conceden en su escudo las armas reales que personifican al reino de Castilla, como el castillo y el león, y no las cuatro barras representativas de la Corona de Aragón. Cuando Colom es presentado a los reyes, encadenado por orden de Bobadilla, es la reina en un acto de indignación la que exige que se le quiten inmediatamente esas cadenas que mancillan el honor del Almirante y lo trata con todos los honores, al tiempo que ordena la destitución fulminante de Bobadilla y nombra como gobernador a Nicolás Ovando. Colom es reparado en la plenitud de sus derechos económicos, aunque no se le restituye el gobierno.

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