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'¿Cómo concibió Colom su primer viaje por el Atlántico?', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colom y sus enigmas y de Mallorca patris de Colom

"¿Cómo concibió Colom su primer viaje por el Atlántico?", por Pedro Cuesta Escudero autor de Colom y sus enigmas y de Mallorca patris de Colom

miércoles 16 de agosto de 2023, 08:48h

El genio de Colom está en la fuerza con que se aferra a la convicción de la tierra que le reveló Alonso Sánchez de Huelva y que siempre creyó que eran los aledaños de la India, la China o el Cipango, países que tanto había ponderado Marco Polo. Por eso Colom, convencido de que la Tierra es redonda, concibió esa idea de cruzar el Mar Tenebroso y así restaurar el interesante comercio que Europa había tenido con aquellas legendarias tierras y que los turcos al apoderarse del imperio bizantino habían cercenado. El negocio sería redondo. Obstinadamente enganchado a esa idea dio a conocer el más grande de todos los descubrimientos de la Historia. Para Cristóbal Colom el navegar hacia el sol poniente, primero fue una intuición, que se convirtió en idea, la idea en plan, el plan en una obsesión. Y tras la muerte de su esposa se convierte en el único propósito de su vida.

'¿Cómo concibió Colom su primer viaje por el Atlántico?', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colom y sus enigmas y de Mallorca patris de Colom

Primero fue una intuición

Mientras Felipa Monis de Perestrello prepara sus esponsales con Cristóbal Colom, éste está realizando un viaje que había contratado con la firma Di Negri a la Guinea, concretamente al castillo de San Jorge de la Mina, para comerciar oro y esclavos. En este viaje Cristóbal fragua una gran amistad con Juanoto Berardi, un comerciante florentino, y con Bartolomé Machino. La actividad comercial de Berardi y Machino se basa en el comercio de oro y de esclavos negros de la Guinea. Machino quiere arrendar la Guinea a Portugal en lo relativo a la captación de esclavos. A Colom le explican que mientras él navegaba por aguas del norte europeo una armada de carabelas del reino de Castilla efectuó una incursión hasta las islas de Cabo Verde secuestrando al gobernador portugués tomando posesión de esta entrada estratégica para llegar a Guinea. Y para no ser capturados por los castellanos la flota portuguesa dirigida por Berardi y Machino se tiene que alejar de la costa dando un gran rodeo hacia el oeste, aprovechando los vientos favorables de los alisios. Al llegar al mar de los Sargazos (un mar de algas, aunque los barcos se deslizan sin el menor contratiempo) viran hacia el norte para recoger los contralisios que les llevará a Lisboa pasando por la Azores.

Con bastante frecuencia se ve al solitario Colom encima de un promontorio sobre el mar de la isla de Porto Santo, donde se ha ido a vivir con su recién esposa, con la mirada puesta más allá del horizonte y obsesionado con la idea que, siendo la Tierra redonda, continuando por ese rumbo del oeste se llegaría a la India, la China y el Cipango y se podría restablecer el interesante comercio que Europa había tenido con aquellas legendarias tierras. A veces se deja llevar por el ensueño y se ve en la isla del Paraíso Terrenal, que según la Biblia deberá encontrarse por esas latitudes, donde todo es felicidad y paz, donde existe la fuente de la eterna juventud. Ve otras islas llenas a rebosar de riquezas de todas las clases. Pero la brisa que le revuelve el cabello, molestándole en los ojos, le hace volver a la realidad.

La intuición se convierte en idea

De regreso del reciente viaje que hace a las Azores comprueba que lleva el viento de popa todo el rato, luego esa es la ruta para regresar de un viaje a Occidente. O sea, entre las Canarias y las islas de Cabo Verde se cogen los vientos alisios para viajar a Occidente, como pudo comprobar en la Volta da Mina. Y para regresar, se debe tomar esa ruta al norte, a la altura de las Azores. No cabe duda de que estos vientos que soplan del oeste han de proceder de regiones cálidas. Esas extrañas piñas depositadas en la playa por el agua en la isla Graciosa dan que pensar.

Isabel Monis, la suegra de Colom, le pide que la acompañe. En la casa hay una pieza perpetuamente cerrada con buen cerrojo y llave. Es honda y ancha y su ventana se abre al azul del mar. Isabel, la viuda del que había sido gobernador de la isla, Bartolomé Perestrello, abre ceremoniosamente, con recia llave la recia puerta y ofrece a su yerno el archivo y biblioteca que había sido de su marido. Allí el viejo Perestrello había depositado día a día, año a año, sus tesoros de la ciencia náutica, astrolabios, ballestinas, reproducciones de mapas de Ptolomeo, cartas marinas, esferas y muchos libros. Y objetos raros como maderos y troncos tallados de forma extraña y original que los vientos los trajeron del oeste. Y en un papel lee: “Ayer 4 de septiembre del año del Señor, 1465, dos cadáveres decaídos, de cara ancha, aparecieron en la playa, que tuvimos que enterrar inmediatamente, no parecen cristianos, deben venir de lejos; un poco más lejos encontramos este pedazo de baúl, que debería ser de la balsa donde estaban viajando”. También hay semillas y plantas desconocidas que la corriente arrastró.

El prenauta

No es descabellado pensar que cuando Colom vivía con su esposa en Porto Santo arribaran unos náufragos y antes de morir le explicaran no solo la existencia de unas tierras desconocidas, sino también la ruta y los vientos para llegar a ella, y la distancia. Colom tomó aquellas tierras como los aledaños de la India, la China y el Cipango. El propio Bartolomé de las Casas habla del prenauta en su obra Historia de las Indias, al afirmar que Colom despachó personalmente en su propia casa de Porto Santo con un piloto onubense que llegó enfermo tras un largo viaje de retorno del Atlántico. “Díjose que una carabela o navío salido de un puerto de España (…) corriendo terribles tormentas y arrebatada de la violencia e ímpetu de ella vino diz a parar a estas islas y que aquesta fue la primera que descubrió”.

La paternidad del piloto misterioso hay que atribuírselo a otro historiador, Gómez Suárez de Figueroa, llamado el Inca Garcilaso de la Vega, quien se los oyó contar a su padre, servidor de los Reyes Católicos. En el capítulo III de sus Comentarios reales presenta una minuciosa reconstrucción de los hachos: “Cerca del año1480, uno más o menos, un piloto natural de la villa de Huelva en el condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez de Huelva, tenía un navío pequeño, con el cual contrataba con la mar (…)le dio un temporal tan recio y tempestuoso que, no pudiendo resistirlo, se dejó llevar de la tormenta y corrió 28 días sin saber por dónde y adonde (…) Al cabo de este largo tiempo se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla (…) Cuando llegó a un puerto extraño construido por los indígenas desembarcó con los pocos marineros que le quedaban de la tormenta. Los indígenas los recibieron bien porque eran altos y tenían barba y porque su religión les decía que desde el mar vendrían los dioses. Los indígenas les dieron comida, oro y les ofrecieron a sus mujeres como regalo (…) y volvieron con un cálculo aproximado de cuando fueron conducidos por la tormenta. Después de casi un mes atracaron en la isla de Porto Santo, donde residía Cristóbal Colón. Alonso Sánchez, enfermo y siendo uno de los pocos supervivientes tomaría contacto con el navegante al que trasladó toda la información que recogió el marinero.”

También este mismo hecho es mencionado en la obra Historia general de las Indias, del cronista Francisco López de Gomara: “Navegando una carabela por nuestro mar Océano tuvo tan forzoso viento de levante y tan continuo que fue a parar en tierra no sabida ni puesta en mapa o carta de marear. Volvió de allá en muchos más días que fue; y cuando acá llegó mas que el piloto y a otros tres o cuatro marineros, que, como venían enfermos de hambre y de trabajo, se murieron dentro de un poco en el puerto. He aquí como se descubrieron las Indias por desdicha de quien primero las vio, pues acabó la vida sin gozar de ellas y sin dejar, a lo menos sin haber memoria de cómo se llamaba, ni de donde era, ni qué año las halló. Bien que no fue culpa suya, sino malicia de otros o envidia de los que llaman fortuna… concuerdan todos en que falleció aquel piloto en casa de Cristóbal Colón, en cuyo poder quedaron las escrituras de la carabela y la relación de todo aquel largo viaje con la marca y altura de las tierras nuevamente vistas y halladas. Muertos que fueron el piloto y marineros de la carabela española que descubrió las Indias, propuso a Cristóbal Colón ir a buscar”.

La historia del prenauta Alonso Sánchez de Huelva fue debatida durante siglos. Así, en 1762, José Ceballos, comendador del convento de los Mercedarios Descalzos de Sevilla, en la censura a una obra sobre la historia de Huelva, da como cierta la historia, considerando la fuente del Inca Garcilaso de la Vega como original y refutable.

Si Colom, como dijo, iba a la India, la China y el Cipango, ¿cómo es que llevó en el primer viaje cascabeles, cuentas de vidrio, espejitos, telas de diferentes colores…? ¿Acaso pretendía impresionar al Gran Kan de la China y a los poderosos señores del Cipango con esas baratijas? No creemos a Colom tan ingenuo como para exigir ser virrey de las tierras descubiertas si pensaba que era la China con sus grandes ejércitos y un cuerpo de guardaespaldas de 12.000 hombres como sabía por Marco Polo. ¿Cómo se atrevió a tomar posesión de unas tierras que bien sabía que tenían reyes y, además, muy poderosos?

Las mercancías destinadas al trueque es prueba evidente de que sabía que iba a unas islas de gente primitiva, como los nativos africanos, y no a las ricas y refinadas sociedades orientales. Colom sabía que iba a unas islas con unos habitantes fáciles de dominar y cristianizar, distintos de China y Japón, países muy avanzados. Alguien le tuvo que decir con el tipo de población que habría de encontrarse. Cuando Colom navegaba a lo largo de la costa de La Española vieron en la parte más septentrional de la isla un alto promontorio unido a tierra por un istmo bajo. Colom dio a entender conocerlo, a pesar de ser la primera vez que pasaba por allí y dijo que era Monte Cristo, un punto de referencia de las minas de oro. Alguien hubo de explicar a Colom que esa señal geográfica indicaba la posición de la zona rica en oro.

La repetición del primer viaje de Colom por el doctor Coín

Hasta ahora, para explicar el proyecto de Colom, la mayor parte de los historiadores se han basado en el Diario de a bordo que escribiera en su primer viaje. Este documento, como se sabe, fue entregado en abril de 1493 a los Reyes Católicos en Barcelona, pero no se ha encontrado en archivo alguno, ha desaparecido, y de él solamente se conoce una especie de extracto que hizo Bartolomé de Las Casas. Aunque este documento de Las Casas está considerado del mayor crédito por su autenticidad, no es suficiente: ha hecho falta que un experto con sobrados conocimientos marineros lo analice para que se pongan de manifiesto las posibles inconsistencias de índole náutica que pueda presentar. Y ahí está la clave.

En junio de 1990, con una réplica de la Niña, 18 estudiantes de Náutica de la Universidad de Cádiz, dirigidos por el doctor Coín, repitieron el primer viaje de Colom y demostraron que el diario que extracta Las Casas no concordaba con la ruta que en realidad siguieron. Desde La Gomera Colom no llevó rumbo oeste como explica el Diario. En el Diario Colom comenta que los marinos, al echarse un balde de agua del mar para refrescarse del achicharrante calor, aseguran que es más fría y menos salada de cuando lo hacían a la altura de las Canarias. Y es que paralela a la costa africana, entre las islas Canarias y las Islas de Cabo Verde, hay una extensa zona donde aflora un agua más fría y menos salada procedente de la corriente que se origina en la Antártida. Esta mezcla de aguas origina ricos bancos de pesca. Precisamente Colom anota en su diario la captura de una tonina (atún) Si Colom hubiera navegado al oeste de las Canarias, como señala en su diario, no hubiera podido observar este fenómeno de aguas más frías. Al oeste de las Canarias esa zona de pesca es inexistente. Colom siguió rumbo sur y vira al oeste cuando coge los vientos alisios a la altura de las islas de Cabo Verde.

No sabemos si Colom se vio obligado a tener que anotar en su cuaderno de bitácora un rumbo falso hacia el oeste de las Canarias para que los portugueses no pudieran acusarle de haber traspasado la zona de exclusión para los castellanos, porque según el tratado de Alcaçovas-Toledo el espacio marítimo situado al sur de las Canarias era de exclusividad portuguesa. También pudo ser que los mismos Reyes Católicos fueron los que hicieron rectificar el Diario de Colom, ya que el rey portugués Juan II argumentaba que se tenía que haber violado el tratado. Se sucedieron entonces las reuniones diplomáticas, pero sin resultados. En 1493, los Reyes Católicos acudieron al papa Alejandro VI, para que mediara y pusiera fin a la controversia que se había generado. El caso es que Colom en su segundo viaje siguió la misma ruta que en el primero.

Si Colom se arriesgó navegando por aguas prohibidas es porque seguía un mapa secreto que lo llevaba por esta ruta. Cristóbal Colom sabía dónde iba como se deduce del preámbulo de las Capitulaciones de Santa Fe que firmara con los Reyes Católicos: “Las cosas suplicadas e que vuestras altezas dan e otorgan a don Christóval en alguna satisfacción de lo que ha descubierto en los mares Océanos y del viage que agora, con la ayuda de Dios ha de facer por ellas en servicio de vuestras altezas…”

O sea, se patrocina un viaje a un lugar ya descubierto en la mar Océano. Colom daba por sentado que iba a encontrar tierra después de navegar setecientas cincuenta leguas en el plazo de un mes. ¿Cómo lo sabía? ¿Cómo estaba tan seguro? ¿Había hecho un viaje previo a esas tierras o alguien se lo había dicho? Si Colom hubiera estado previamente en las tierras que después da por descubiertas, sería un secreto a voces, pues habría muchos más que también habrían estado en esas tierras incógnitas del otro lado del Mar Tenebroso, ya que en aquella época no era posible la navegación en solitario. Es más lógico pensar que Colom estuviera en contacto con algún náufrago que venía de aquellas tierras.

Los vientos alisios, que constantemente soplan desde el este, son interrumpidos, a veces, por grandes huracanes que se generan en el Sahara y ganan potencia cruzando el Atlántico hacia el Caribe. Si uno de estos huracanes atrapa alguna embarcación de mucho aparejo y poco calado, inexorablemente la arrastra hacia el oeste hasta estrellarla en los arrecifes e islas que circundan el mar Caribe o el golfo de Méjico. Precisamente en su segundo viaje Colom encontró en aquellas islas restos de una nave europea que pudo haber sufrido esa trágica suerte. Hallaron en una choza indígena de la isla Guadalupe un madero de navío que los marinos llaman quedaste, pieza fundamental de un barco. Y también encontraron un anzuelo de hierro, metal desconocido por los indígenas. Y también observaron que entre los niños nativos había algunos con rasgos europeos: tez blanca, ojos azules, aunque en aquel momento no se le dio excesiva importancia a este hecho.

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