Cuentan padres, madres y docentes que, aunque parezca paradójico, se alegran de una mayoritaria ausencia de alumnos en sus respectivos colegios e institutos haciendo frente a las leyes vigentes que obligan a la asistencia a clase y que pueden derivar en sanciones a quienes fomenten el absentismo escolar.
Afirman también que la solución-ocurrencia de que una parte del alumnado no acuda un día a la semana a recibir clase conduce al profesorado a tener que repetir la misma materia en otra sesión posterior, con lo cual se hace complicado poder completar el temario exigido a lo largo del curso.
Otro problema pasa por la falta de más personal encargado de la limpieza, por lo que al hablar de desinfectación de los recintos se puede considerar como una falta casi total a la verdad por la escasez de medios materiales.
Otra responsabilidad añadida a los profesores es la de estar velando constantemente, incluso en horarios libres, por mantener entre sus alumnos la recomendada distancia social, difícil de lograr cuando en las aulas es materialmente imposible guardar el metro y medio de separación aconsejada.
En conclusión, haciéndome eco de estos mismos profesores y padres, algunos manifiestan sentirse sentados sobre un polvorín a punto de estallar y todo eso sin entrar en detalles sobre el uso de la financiación transferida por el Gobierno de España y la no deseada cascada de posibles contagios entre alumnos que pueden producir una deserción masiva de las aulas.