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'NANNA, novela erótica de ambiente rural', por José Biedma López

"NANNA, novela erótica de ambiente rural", por José Biedma López

miércoles 15 de noviembre de 2023, 08:34h
'NANNA, novela erótica de ambiente rural', por José Biedma López

Me hubiese costado imaginar a Francisco J. Fernández, doctor en Filosofía, estudioso y divulgador de Leibniz, escribiendo una novela erótica de ambiente rural. ¡Sorpresa! Aunque puede que el arranque del amor (Eros), como el de la Filosofía y el de la Ciencia, esté también en la Sorpresa, esa gracia que comparten los despertares con la admiración y con la música. Y no puede haber gracia donde no hay discreción, pero no obstante aún sorprende más que un “discreto” -en sentido gracianesco- pueda ser también gracioso.

Esta Nanna de “Lykofrán” (que así llamo cariñosamente al autor amigo, a causa de uno de sus personajes literarios, resurrección de antiguo sofista) es sorprendente, posmoderna y sensual “con M de mujer”, pues así se llama la editora, más aún cuando se trata de un personaje imaginado por un “varón varonil”, redundancia con que llamaba Lorca a los heterosexuales que le gustaban.

Su lectura es como darse un paseo jovial por el suburbio de la España vaciada, la de los cortijos blancos, que puede estar vaciada o vaciándose ¡pero no tiene nada de tonta! Lejos de la gran Metrópolis, en lo exótico de la provincia florece el talento mientras Roma se pudre en bacanales y orgías “solidarias”. Maduran en los pueblos inteligencias que no pudieron opositar porque los puestos universitarios fueron ocupados con prisa por “los idóneos”, en muchos casos nepotes de rancios apellidos académicos o acreditados méritos políticos.

Es muy difícil servir a Pan y a Logos a la vez, al Corazón y al Entendimiento, al genio de la sensualidad hedonista y al discreto de la contención racional o, por lo menos, de la medida razonable. Pero Francisco lo consigue. Parece que el autor de Nanna (2023) ha logrado “diseñar” su novela con M de mujer, puesto que a las mujeres complace y halaga. De ellas aprende una sencillez lúcida, un pragmatismo de cuidadora amable. Y resulta que no sólo las ama, sino que hasta cierto punto (el punto que “puedan tener ellas de hospitalario” como decía Machado) las sirve además con ambas parafernalias: la lira de Apolo y el tirso de Dioniso. Por las secuencias de su novela saltan en el cortejo del dios de la vegetación, amigo del vino y de las mujeres, ocho leopardas cachondas.

Encarnación, Nanna, es una joven viuda en trance de superar dos trágicas perdidas. El afecto de sus amigas (“sororidad” se llama ahora) le impide caer en el charco de la melancolía (que hoy llamamos “depre”): esa tristeza “que hace que uno mismo deje de querer vivir”. Nanna se expresa con frescura en jerga popular, que no es el cheli gamberro, sino que está enraizada en la tradición. Como Sancho, célebre escudero cervantino, es redicha y refranera, aunque sus dichos y sentencias breves acarician más a pelo, o el pelo, que los refranes que encadena el labrador manchego: “A quien no usa bragas, las costuras le hacen llagas”, etc. Es de agradecer que Francisco recupere léxico y giros populares, con ello enriquece la lengua “sobre quien tiene poder el vulgo y el uso” –como sentencia Don Quijote (cap. XLIII). Cuando se llama al pan, pan; y al vino, vino, uno descansa de la peste de siglas y eufemismos políticamente correctos que enturbian discursos, periódicos y noticiarios.

No sabemos si la protagonista encarna un espíritu angelical o es la carne la que se hace en ella espíritu. Optemos por una u otra variable del dilema, la lascivia de sus lances nos parece perfectamente libre de pecado, o anterior al pecado como constata su veterano confesor don Aquilino: “más acá del bien y del mal”. Los disfrutes sensuales de Nanna son merecidos e inocentes.

Aunque pueda ser útil como instrumento onanista para lectores ardientes o consuelo para abstinentes, las páginas de esta novela son mucho más. Además de letrillas populares, suenan en sus breves capítulos y sin pedantería ecos de la gran lírica europea: Rilke, Baudelaire…, incluso Juan de la Cruz, y es que resulta muy propio del mejor arte castellano ese balanceo (el swing del jazz) que va de lo ridículo a lo cursi, del suspiro al pedo y de lo sublime al meado, porque todos y todas meamos muchas veces, aunque machos y hembras lo hagamos de modo diferente.

Al fin del cuento, como proclama Francisco, caballero de tierna, brillante y sensual armadura: “el amor es cursi” y como cantó el poeta tocayo: aunque el amor sea cosa del alma, el cuerpo el libro en que se lee.

Son agilísimos, ingeniosos y mordaces los diálogos de esta novelita que renueva originalmente el género erótico y que, aspirando explícitamente a dar que reír, también da que pensar. ¡jovial, ligera sorpresa!

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm

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