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'La hora del regreso', por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

"La hora del regreso", por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

sábado 20 de mayo de 2023, 09:36h
'La hora del regreso', por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo
'La hora del regreso', por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

Por fin el miércoles 6 de noviembre de 1521 arriba la escuadra castellana a las ansiadas islas de las especias, a las islas Molucas, donde son recibidos amigablemente. Se enteran que Francisco Serraö, el amigo de Magallanes, había muerto. Y por el portugués Pedro Alfonso de Lorosa, afincado desde hace unos años en la isla moluqueña de Ternate y que acepta regresar a Europa con la escuadra castellana, saben que los portugueses suelen venir a estas islas a cargar clavos de especias. Y siempre recaban información si la escuadra de Magallanes había arribado a estas islas, porque las órdenes del gobernador general de las Indias portuguesas son de no dejar vivo a ninguno. Y gracias a la buena diplomacia de los dirigentes de la mermada escuadra castellana se cargan los dos barcos a rebosar de clavos de especias, que en Europa supondrá una fortuna incalculable. Existe constancia documental de los acuerdos en el libro de las paces y amistades que hicieron Espinosa, del Cano, Juan Bautista y Martín Méndez con los reyes y señores de Tidore, Ternate, Machián y Jilolo.

'La hora del regreso', por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

La partida hacia España

Y llega el día en que todo está dispuesto para partir hacia España, el 18 de diciembre de 1521. Cuatro marinos expertos en artillería, el genovés Alonso de Cota, el despensero de la desaparecida Concepción Juan Campos, Luis de Molino, que se vio obligado a decapitar a su amo Gaspar de Quesada, y el sanluqueño Diego Arias, quedan al cuidado de la factoría que han montado, donde se irán guardando las especias de la siguiente cosecha hasta el regreso de importantes escuadras castellanas.

No sabemos con certeza cuál era la ruta de regreso que eligieron. Lo más probable es que se dirigirían por el Pacífico norte, porque en el ánimo de ninguno estaba regresar por donde habían venido, por el estrecho de Magallanes, pues esa travesía es de infaustos recuerdos. Todos tienen presente las penurias pasadas por esa derrota. Por el Pacífico norte cogerían los contralisios y a 1800 leguas, según los cálculos de Carballo, llegarían al Darién donde se encontrarían con Andrés Niño y Gil González Dávila que, como le comentaron en Sanlúcar de Barrameda a Gómez de Espinosa, irían a ese lugar para construir carabelas, y los podrían ayudar a trasladarse al Atlántico. Y de allí a casa. Es lo más lógico, pues así no contravenían lo capitulado con el Emperador Carlos de que no se violaría el tratado de Tordesillas, que les prohibían internarse en la zona de influencia portuguesa. “… dicho descubrimiento habéis de hacer con tanto que no descubráis ni hagáis cosa en la demarcación y límites del serenísimo rey de Portugal, mi muy caro y muy amado tío y hermano”. Además se rotura el camino de retorno para sucesivos viajes.

Las amarras de las dos naves son desatadas y se levan las anclas. Se despliegan las velas y la Victoria gana el largo con gran majestuosidad. Pero la nao Trinidad, la que con su quilla ha arado las aguas en tantas millas, la que siempre ha ido en vanguardia rompiendo nuevos derroteros para que sus compañeras siguieran su estela, queda atrás. Tiene tensas las velas y no avanza. Como si algún titán la hubiera agarrado por la quilla. Bajan a la bodega y la encuentran toda inundada. Todo es un rechinar de dientes, blasfemias, maldiciones. La Victoria y los balangues con los rajas de Tidore, Jilolo y Bachiam que se habían prestado a acompañar a la escuadra castellana hasta la isla de Male, en vista de que la Trinidad no les sigue, deciden regresar. Todos quedan estupefactos ante la mala suerte. Hay que descargar toda la mercancía, tirar a tierra la nao y cambiar todas las cuadernas y varengas de la obra viva. Es un trabajo que llevará meses.

Discrepancias en la ruta de retorno

Ya que la reparación de la nao Trinidad va para meses, Juan Sebastián del Cano propone no demorar la salida de la nao Victoria, que ya tiene las provisiones cargadas y todo está a punto. No hay razón para que la Victoria no se haga a la vela. Pigafetta aduce, además, que ya va para el tercer año que hace que salieron de casa y ya es hora de llevar al Emperador el mensaje de haber llegado a las Molucas. Se le replica que están al otro lado del mundo y aventurarse con una sola nave es una gran temeridad. Yendo solos, cualquier tormenta, el menor contratiempo, la Victoria puede quedar vagando a la deriva hasta el total agotamiento. Además, como la Victoria no tiene capacidad para almacenar víveres hasta llegar a casa, sola lo tiene difícil para sobrevivir, sin poder hacer apresamientos para después pedir rescate en víveres, como han venido haciendo desde las islas de San Lázaro. Por otra parte, la Victoria va tan cargada que se puede abrir por la mitad al menor vaivén. No hay probabilidades de que la nao Victoria pueda llegar a España en solitario. El consejo de Gómez de Espinosa es esperar a que la Trinidad esté reparada y después marchar todos juntos. Sin embargo Francisco Albo alega que ahora el viento del este les es propicio y la Victoria puede llegar a casa casi en el mismo tiempo que se tarde en reparar la Trinidad. Se le replica que aprovechar esos vientos del este significa internarse en la zona que el tratado de Tordesillas reserva a Portugal y va contra las ordenanzas que les dio el Emperador. El retorno se ha de hacer por el Pacífico norte hasta el Darién, que es tierra castellana y de allí a casa sin problemas. Pero Francisco Albo alega que ese es un recorrido sin roturar, que nadie ha surcado y no se sabe los problemas que se pueden presentar en esa nueva ruta. Sin embargo la ruta de los portugueses, alega del Cano, ya está trillada y no surgirán obstáculos no previstos como a Colom que tropezó con unas tierras que no figuraban en ningún mapa, ni un inacabable océano como a nosotros, invisible por la cosmografía. Y no ve muy difícil gobernar la nao hasta España, pues los portugueses van y vienen periódicamente por estos mares desde hace ya más de veinte años. Pero Carballo le replica que los portugueses se conocen las rutas bastante bien y van provistos de buenas cartas de marear que les señalan las corrientes, los vientos, los escollos. Tienen factorías donde hacen escala; en esas factorías hacen acopio de provisiones, de agua, de leña y de repuestos; y encuentran pilotos si les hace falta. Francisco Albo desvela que ha encontrado en el camarote que fue de Magallanes un mapa de la ruta portuguesa hacia las Indias Orientales en donde se detalla las factorías portuguesas en África, en Mozambique, en la India y en Malaca. Se le replica que esa travesía de los portugueses es sumamente peligrosa, porque no solo no se podrán utilizar esas factorías, sino que habría que dar grandes rodeos para no ser avistados por los portugueses, ya que no tendrán ni la más mínima compasión de eliminarnos, pues no se expondrán a que se les arrebate este tesoro tan preciado como son estas islas de las especias.

El capitán de la Victoria Juan Sebastián del Cano razona que saliendo cada nao por una ruta distinta hay más probabilidades de que una de las dos llegue a Castilla y allí puede solicitar la ayuda que la otra pudiera necesitar, si ha caído en poder de los portugueses o si tiene algún otro grave problema, porque si los portugueses les atrapan a todos juntos, seguro que no dejarán a ninguno para contarlo. Y el Capitán General Gonzalo Gómez de Espinosa con reticencias acepta la propuesta. Pero el piloto de la Victoria, Punzorol, se niega en redondo a internarse en la boca del lobo de la ruta de los portugueses. Que no está dispuesto a salir en esas condiciones para morir en altamar de hambre. El recuerdo de las penurias sufridas en el Pacífico le aterra. Prefiere la grata hospitalidad del rajá Almanzor y la dulzura del clima de estas islas y regresar a casa en ruta segura. Hay porfía. Del Cano exige que cada uno ha de estar en el puesto que le corresponde y él es el piloto de la Victoria. Punzorol dice que allí hay pilotos más experimentados que él. Pero los demás pilotos, Carballo, Mafra, dicen que están determinados a regresar a casa por la ruta del Pacífico norte. Es cuando el contramaestre de la Trinidad, Francisco Albo, se ofrece a pilotar la Victoria. El intercambio es aprobado. También se cambia de la Trinidad a la Victoria Antonio Pigafetta.

Y el 21 de diciembre de 1521 parte la Victoria rumbo a España por la ruta de los portugueses. Y cuando piden ayuda a los portugueses en las islas de Cabo Verde y se enteran que es jueves cuando tienen anotado en sus diarios miércoles, es cuando se aperciben de la proeza que están realizando, e que están dando la vuelta al mundo.

Nota

Por discrepancias con la editorial tengo toda la existencia del libro Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo. Si alguno deseara algún ejemplar se puede dirigir al autor.

[email protected] o al teléfono 678 940 955

Le serán enviados, firmados por el autor, los ejemplares que pida. El coste del libro, 20 euros y 5 euros de envío, se pueden ingresar mediante bizum a la cuenta bancaria que se le facilite.

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