nuevodiario.es
DAÑOS COLATERALES, por José Biedma López
Ampliar

DAÑOS COLATERALES, por José Biedma López

martes 04 de abril de 2023, 09:13h
DAÑOS COLATERALES, por José Biedma López
Silverio es psicólogo joven. Trata a niños autistas. Sabe mucho sobre esa casi-cosa que son las almas, pero desea aprender más, así que acude a mis clases de Filosofía. Luego tomamos una cerveza, en amistoso simposio. En uno me dice que no tiene nada de “semanasantero”. Su madre, sí era muy devota. Al parecer, siendo Silverio niño, su mamá hizo promesa de recorrer descalza en Jueves señalado la procesión de su Santo, allí en el pueblo, hace muchos años, y –más difícil- su mamá hizo para ese día voto de silencio.
DAÑOS COLATERALES, por José Biedma López

Y cumplió su promesa, a pesar de las interpelaciones de su nene. Lo cual confundió y dolió mucho a Silverio. Su madre era muy habladora y a sus requerimientos durante todo el Jueves Santo no contestaba nada, se hacía la muda. Él no podía comprender aquel desaire de su querida mamá. Hoy lo comprendía, pero si lo había perdonado, no lo olvidaba.

̶ ¿Será verdad que sólo Dios es capaz de perdonar? ¿Será por eso un super-dón, el perdón?

̶ No sé, aunque nosotros, con todo, y gracias a Dios, tenemos muy mala memoria.

Estoy bastante seguro de que Silverio le tomó rabia a los Santos, a los tronos y a las procesiones por aquel evento de relativa importancia, pero que hizo herida en su alma ternísima.

Cuenta mi amigo Francisco J. Fernández -al que llamo Lykofrán en atención a uno de sus personajes literarios- que Rafael Sánchez Ferlosio, ingenio superior de nuestras letras, sostenía en uno de sus ensayitos a los que llamaba “pecios”, restos de naufragio, que el dolor es absolutamente irreparable, es decir que no se puede medir. Los dolores del alma son inconmensurables y lo mismo pasa con el remordimiento, tan atacado injustamente por Nietzsche, quien seguro hubiese deseado que lo sufriese aquel cochero que vio en Turín maltratar a su caballo. También considera Ferlosio al remordimiento no conmutable por nada. Y lo distingue del arrepentimiento, el cual, precisamente por poderse medir, alcanza carácter jurídico. (¿Cómo medir el “consentimiento sexual”? He ahí un problema grave, si queremos distinguir entre subjetividad psicológica y objetividad jurídica y, sobre todo, si queremos precisar la justicia procedimental y la seguridad procesal de nuestras leyes).

El dolor de Silverio, que le alejó tempranamente de los ritos primaverales de la tradición cristiana, tan ricos y complejos estéticamente, no fue nada físico, al menos no genuinamente, sino dolor del alma, “pena de daño” como le llama Tomás de Aquino y repite Ferlosio, en oposición a las “penas del sentido” propias de los tormentos físicos. “Penas de daño” son aquellas que privan a los malvados que las causan de ver el rostro de Dios, es decir, que sus maldades les impiden siquiera comparecer ante la mirada del Altísimo.

Como nadie ha visto nunca a Dios –ya lo dice el evangelista Juan-, se le ponen mil caras a la deidad, unas más entrañadas y emocionantes que otras: la del Hijo sufriente, la de la Madre Dolorosa (Stabat mater…) son las más prójimas. Aunque esos rostros imaginarios no sean la verdadera cara divina, inquieren por ella como marcas antropomórficas de interrogación dramática, y también regalan un hilo de Ariadna en esos laberintos imposibles del problema de la libertad y de la realidad inexplicada del mal.

A mí no me cabe duda de que los malos requetemalos están condenados, incluso ya en la Tierra, a algún tipo de ceguera. Por la suciedad de sus ojos, que así miran sucio. Por eso cree el ladrón que todos son de su condición. “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es limpio, todo tu cuerpo será luminoso” como el cuerpo muerto del Cristo de Velázquez, bello resplandor del Bien. Eso dice -lo que he entrecomillado- el evangelista Mateo, y sus palabras las recoge Ferlosio al principio de su maravilloso “guion” Alfanhuí, guion de la película de animación que yo realizaría o encargaría hacer, si supiera o pudiese.

Casi todos los metafísicos están de acuerdo en que el Mal no es sustantivo. Contingencia, imperfección, falta, error, carencia, es decir, el mal no es más que la insuficiencia del Bien, su hueco, su vacío, un no-ser relativo al bien. Sucede que en este mundo lo malo y lo bueno se dan mezclados, y la satisfacción del lince cazador es el dolor del conejo presa. Igual que los colores, tampoco se dan puros, o se purifican con el caer de la tarde y comparecen mejor con menos sol; el fulgor exagerado de la estrella los quema; también a veces el Ideal acaba destrozando o menospreciando ideas y la utopía acaba en farsa sangrienta.

El mal es también ese resto que deja la idea, porque ningún sistema, por lógico y racional que sea, explica todo lo que se propone. No hay orden social que ataje todo desorden. El resto de la idea es, precisamente, el título de la miscelánea de Lykofrán (2022). Los restos de su edición los va a reciclar en breve Círculo Rojo (¡ya tarda, señora, en hacerse con un ejemplar de El resto de la idea). Cita Lykofrán en sus páginas a Alain Badiou, filósofo francés que dice que “el mal ha de ser una dimensión posible de las verdades”. En esto parece seguir a Leibniz.

Yo no entiendo bien este cruce de lo lógico con lo moral, esta sustitución del mal por la falsedad, que es lo malo que les puede pasar a las proposiciones: ser falsas. Comprendo mejor que el Mal es siempre posible porque cualquier evento puede desatar a la Bestia, incluido un acto meritorio, bienintencionado e inocente, como el de la madre de Silverio.

No hay mal que por bien no venga, y en esto consiste básicamente el Principio de Esperanza, el postulado de un orden moral divino, pero es sin duda terrorífico y trágico que no haya tampoco bien que no lleve, cual tenia oculta o manada de parásitos, malos efectos y daños colaterales, pudiendo desencadenar traumas anímicos irreparables. Y es que por mucho cuidado que uno ponga, siempre meteremos la pata. El que tiene boca se equivoca, o todos somos pecadores. Y los peores de todos, esos o esas que están siempre dispuestos a lanzar la primera piedra contra la adúltera o el adúltero.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios