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"Las mujeres de Colom", por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

'Las mujeres de Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
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martes 08 de marzo de 2022, 09:22h
'Las mujeres de Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
'Las mujeres de Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

Cristóbal Colom contó con el apoyo de varias mujeres que hicieron posible el desarrollo de su plan de viajar a Oriente por Occidente. Pero como casi siempre a Cristóbal Colom se le ha estudiado y visto en relación a sus viajes y descubrimientos, hoy recordaremos uno de sus aspectos más humanos, sus relaciones amorosas, y las mujeres que de alguna manera le apoyaron en su vida personal. No cabe duda que la mujer más trascendental para Colom, la que le dio su ser y su apellido, fue la mallorquina Margalida Colom.

'Las mujeres de Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
'Las mujeres de Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
'Las mujeres de Colom', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

Desgraciadamente no conocemos mucho de ella, pero Joan, después Cristóbal, la tenía siempre en su pensamiento hasta el punto de bautizar a una de las islas con su nombre, la isla Margalida (en mallorquín), hoy Margarita, pero aquel fue el primer nombre que le puso al cartografiar dicha isla, como podemos ver en el mapa de Juan de la Cosa sito en el Museo Naval de Madrid, que lo copió de una carta de marear del Almirante. Pero sólo convivió con su madre durante su niñez, pues a la edad de once años Joan, después Cristóbal, se enroló, primero en la flota de su tío Colom el Mozo, corsario al servicio del duque de Anjou y después de Guillaume Casanove que trabajaba para el rey francés Luis XI, que era sobrino de Renato de Anjou.

Otra de las mujeres que mayor importancia tuvo en lo que finalmente resultó ser un plan descubridor de nuevas tierras y no solamente una nueva ruta, fue la Reina Isabel La Católica. Se ha sugerido, sin ningún fundamento, que entre ambos hubo un sentimiento amoroso. Nada más incierto. Ocurre que la reina reservó para su reino de Castilla y León las tierras que se descubrieran y, además, cariñosamente consoló a Colom después del arresto de Bobadilla.

Felipa Monis de Perestrello

El corsario y almirante de la marina francesa Guillaume de Casanove con su escuadra de siete gruesas embarcaciones se apresta a sotavento del cabo San Vicente, cerca de Sagres, para impedir el tráfico no autorizado por los portugueses, según el tratado firmado por Portugal y Francia. Están al acecho de un importante convoy genovés que, según les habían comunicado, pronto habría de pasar por allí. Es el 13 de agosto de 1476. En el encarnizado combate e incendiada la nave donde va Colom, éste salva la vida arrojándose al mar y nadando vigorosamente y ayudado por la marejada, las corrientes y un remo que flotaba, alcanza la playa de Lagos. La gente de este bello paraje portugués, que había acudido a la playa para ver y oír el rumor lejano de la batalla naval, en cuanto ve al náufrago, a un superviviente de dicha batalla, se apresura a prestarle los auxilios que necesite. Atendido y reconfortado es llevado a Lisboa. La alegría de su hermano Bartomeu Colom es enorme al tenerlo por muerto en la batalla. Bartomeu presenta a su hermano a la genovesa Hermandad de Dibujantes de Cartas, de la que él es miembro. De esta forma, Cristóbal Colom se introduce dentro del ambiente de la numerosa colonia de genoveses que hay en Lisboa. Y para romper por completo con su vida anterior de corsario se hace llamar Cristoferens o, simplemente, Cristóbal.

Bajo el patrocinio del armador y banquero Mario Centurione Cristóbal Colom viaja a Bristol, Galway y Thule como agente comercial. Como todo había salido a la perfección el armador le ofrece otro viaje, pero está vez a las islas Madeira para comprar azúcar. Y le da un pagaré por el precio del azúcar para que se lo entregue a la hija del señor Perestrello, quien acababa de fallecer y que había sido conquistador y colonizador de la isla de Porto Santo y su primer capitán, señor y gobernador de dicha isla. Bartolomé Perestrello se había casado en 1449 con Isabel Monis, de noble cuna de la casa de Braganza, duquesa de Viseu. La hija, doña Felipa Monis de Perestrello, pertenece, pues, a una noble familia. Residía con su madre Isabel en el monasterio de Dos Santos perteneciente a la orden de Santiago, que acogía a las viudas e hijas de los miembros de la orden.

Fue en este ambiente donde Felipa Monis de Perestrello tuvo la oportunidad de observar en el apuesto comerciante su varonil atractivo y su mirada seductora. Quizás tenía delante al hombre que buscaba por las noches en sus pensamientos, pero tiene la desgracia de pertenecer a la aristocracia y encontrar esposo le es muy difícil. Además, según el libro de las reglas de la orden, no puede casarse sin la autorización expresa del maestre de la Orden Militar de Santiago, que es, precisamente, el príncipe Don Juan. Cristóbal Colom, que desde el primer día que la vio ya deseó unir sus destinos y formar una familia con ella, la persuade al decirle que él era de la Casa de Trastamara y, además sobrino del almirante Guillaume Casanove, quien tiene gran amistad con el príncipe D. Juan, ya que habían luchado juntos en la batalla naval del Cabo de San Vicente.

De los preparativos de la boda se encargó la misma Felipa Monis de Perestrello, pues Colom ya se había comprometido con otro viaje, esta vez a la Guinea. La ceremonia se celebró en la misma ciudad de Lisboa, posiblemente en el mes de agosto o septiembre de 1477. Con este matrimonio Colón emparentaba con la nobleza lusa e iniciaba uno de los períodos más felices de su vida. Tras la boda, el matrimonio marcha a vivir a la isla de Porto Santo, en el archipiélago de Madeira, donde estaba su cuñado Bartolomé como capitán gobernador hacía ya 3 años. Y en esta isla fue donde engendraron a su hijo Diego, que nacería a finales de 1478 o principios del 1479.

Estamos en un momento crucial de la vida del futuro Almirante en que se va a producir el paso del Colom comerciante al Colom explorador-descubridor. Durante el gran rodeo que dieron al regresar de Guinea comprobó que el viento siempre soplaba hacia el oeste. Pero al retornar del viaje que hizo a la isla de Madeira vio que el viento también le era favorable. Comprendió que al sur del ecuador el viento sopla constantemente hacia el oeste, mientras que al norte de la línea equinoccial rola en sentido contrario. O sea, se podían internar en el Mar Tenebroso con la esperanza de encontrar vientos favorables para el regreso. La documentación secreta que su suegra Doña Isabel Moniz le enseñara y regalara, hace que se sienta más atraído por la aventura del Océano. Encima de un promontorio se solía ver con frecuencia al solitario Colom con la mirada puesta más allá del horizonte. A veces se dejaba llevar por el ensueño y veía la isla del Paraíso Terrenal, donde todo es felicidad y paz y también oía el borboteo de la fuente de la eterna juventud. Imagina otras islas llenas a rebosar de riquezas de todas las clases. Pero la brisa, que le revuelve el cabello molestándole en los ojos, le hace volver a la realidad. Y antes de que caiga la noche y se haga peligroso el camino, Colom regresaba a casa donde su esposa le espera con la mesa puesta para cenar. Ante la pregunta de su esposa de si era dichoso le responde sí torpemente. Ella advierte cuánta falsedad hay por debajo de esa dicha. Él la ama, ciertamente, pero sus pensamientos están en otra parte. Y así un día y otro. Felipa se sienta al lado de su esposo y con la mano le compone suavemente la melena rebelde que le gana la frente. Le hace cien roncerías y femeninas gracias. Pero siempre, después de un instante, el pensamiento de Colom le vuelve a absorber. Y queda enmudecido, no de labios, sino de alma que es la más pavorosa mudez. Y llorosa, aunque disimulando el llanto, va a consolarse en la cámara donde duerme el hijo. Cristóbal la sigue a la habitación, pues en el fondo la quiere y no desea que sufra por su culpa. Todo se disipa a la tenue luna de la noche que busca el lecho del mar.

Después del náufrago que murió en su casa y le habló de las tierras que hay al otro lado del mar Tenebroso Colom se pasa las horas muertas entre apuntes y los amarillentos libros heredados de su suegro. Siempre encerrado en aquella cámara, divagando entre papeles. Felipa, que no está muy fina de salud, va a verle de vez en cuando, a sorprenderle en sus estudios y en sus aires abstraídos. Colom le comenta que no es simple curiosidad, pero que si se tiene la intención de controlar y explotar el comercio de las tierras que le comentó el difunto náufrago es esencial contar con el patrocinio del rey para asegurarse el estatus, el poder y el máximo beneficio. Como no puede enseñar al rey el mapa del náufrago, porque inmediatamente se lo requisaría e incluso lo ejecutaría alegando haberlo robado, ha de esgrimir razones y argumentos científicos para convencerlo a él y a la junta de sabios que forme para el estudio del viaje. Por eso está encerrado tantas horas, porque antes de presentar el proyecto hay que resolver algunos interrogantes geográficos sobre la amplitud del Atlántico. Pero como necesita acceso a libros que allí no encuentra convence a su esposa trasladarse a vivir a Lisboa. Felipa también está de acuerdo trasladarse a Lisboa para salir de su vida monótona y solitaria.

En la trastienda, donde Bartomeu Colom tiene en Lisboa su taller para confeccionar mapas y esferas, y estando los hermanos Colom comentando la carta que el florentino Toscanelli había mandado a la corte de Juan II, cuando llaman a voces a Cristóbal diciéndole que su esposa se encuentra muy mal. Llegan corriendo al monasterio Dos Santos donde está ingresada Felipa en el momento que le están administrando la extremaunción. Cristóbal no puede soportar la escena y sale de la habitación sollozando. Le consuela su hermano pasando la mano por la espalda. Dentro se oye el murmullo de las oraciones. La comendadora mayor con otras comendadoras y algunas monjas se postran de rodillas en la habitación contigua para rezar conjuntamente. La ceremonia y las oraciones no consuelan a Cristóbal, que se encuentra pálido, con la boca reseca y la garganta contraída. Busca a su hijo, lo abraza tan fuerte que le hace llorar. Felipa Monis de Perestrello muere a la edad de 32 años y es sepultada en la capilla de la Piedad en el convento del Carmen de Lisboa.

Beatriz Enríquez de Arana

Para Cristóbal Colom navegar hacia el sol poniente, primero fue una intuición, que se convierte en idea, la idea en plan y el plan en una obsesión. Después de la muerte de su mujer es el único propósito de su vida. Aprovechando el parentesco de su difunta esposa con la nobleza portuguesa, Colom decide plantear al monarca Juan II la idea que ha ido creando de realizar una ruta hacia la Especiería atravesando el Atlántico hacia el Oeste. Como Colom no domina la lengua portuguesa la entrevista con el rey Juan II de Portugal tiene lugar en castellano, ya que el monarca la entiende al ser la lengua de la diplomacia. Propone que por la vía de Poniente, hacia el Austro o Mediodía descubriría grandes tierras, islas t tierra firme, felicísimas, riquísimas de oro y plata, y perlas y piedras preciosas y donde nacen las especias. Y por ese camino entiendo topar con tierras de la India y con la gran isla del Cipango y los reinos del Gran Kan. Las condiciones que pone es que se le arme caballero de espuelas doradas, que por la sangre real que circula por sus venas se le conceda el título de don, a él y a sus sucesores, y que se me conceda el título de Almirante Mayor del Océano. Quiere también una décima parte de las rentas que Su Majestad hubiese de todas las cosas que fuesen oro, plata, perlas, piedras preciosas, metales, especería y de cualquiera cosas provechosas. Y derecho a contribuir con un octavo a los gastos de toda expedición que se armase para el dicho trato y negociación cada y cuanto y cuantas veces se armase. Y, como es lógico, esos derechos adquiridos serían parte de la herencia que deje a sus hijos. El monarca le pide que deje ese proyecto de viaje para que sus técnicos lo analicen. Pero pone como condición que no se pase cerca de las Canarias, pues en el caso que el viaje tuviera éxito la corona de Castilla podría reclamar las tierras conquistadas en virtud del tratado de Alcaçovas que habían firmado. A lo que Colom le responde que los cálculos que tiene hechos se pondría rumbo al oeste desde las islas de Cabo Verde. Y entrega la documentación al maestro Vizinho.

Los hermanos Colom se enteran que, además de que la Junta de Matemáticas rechazara el viaje por inviable, el rey portugués había dado la orden al capitán de una carabela de que navegara hacia occidente para ver si se encontraban las tierras e islas de que hablaba Colom. Ante tal indignidad Cristóbal Colom decide probar suerte en Castilla, aprovechando que Violante Monis, su cuñada, reside en Huelva, y podría hacerse cargo de Diego. Aunque finalmente deja a su hijo al cuidado de los frailes de La Rábida. Así, desde 1485 Colom se encuentra en el reino de Castilla y León.

Después de vivir dos años en casa de su cuñado el Duque de Medinaceli, el 20 de enero de 1486 los Reyes Católicos conceden la primera entrevista a Colom en el Palacio Episcopal de Alcalá de Henares y, tras escuchar su propuesta de viaje, dejan el asunto en manos de su Consejo para que lo estudie. Desde ese momento, el futuro descubridor decide seguir a la itinerante corte de los Reyes Católicos, quienes le conceden una serie de pagas que le permiten sobrevivir durante el período que los monarcas estudian y dan largas a su proyecto. Cuando en octubre de 1487 la Corte se desplaza a Córdoba para reactivar la campaña de la conquista de Granada, Colom marcha a casa de su amigo el boticario Leonardo de Esbarroya, en cuyo círculo de amigos estaba Diego de Arana, que fue quien le presentó a su prima la adolescente Beatriz Enríquez de Arana. Parece que la relación sentimental comenzó prácticamente en el momento de conocerse, pues el veterano Colón de 27 años impresionó a la atractiva joven, le fascinó su halo de misterio que, aunque con los cabellos ya canosos, le pareció atrayente y seductor. La familia de Beatriz era humilde, poseían unas tierras que ellos mismos labraban, logrando así una sencilla supervivencia. Pero al quedar huérfanos Beatriz y su hermano Pedro pasaron a estar bajo la tutela de su tío Rodrigo Enríquez de Arana, vecino de Córdoba y de profesión lagarero.

Beatriz, aunque ya desarrollada como mujer, no debía pasar muchos años más de los dieciséis. Colom la contempla como a una mejer deseada. Y Beatriz se siente seducida por una mezcla de fascinación y sueños de grandeza de este misterioso aventurero. Y cuando la Corte marcha a Zaragoza Cristóbal prefiere quedarse en Córdoba instalándose en una casa con Beatriz. Viven vendiendo cartas náuticas entre marinos asentados en Sevilla, Cádiz y Málaga. También venden libros que llegan en abundancia, de las recién estrenadas imprentas de Europa. Pero no supone gran negocio. La mayor parte de los ingresos que entran en casa es el mísero salario que Beatriz gana como tejedora. Beatriz le pide a Colom normalizar las relaciones casándose, ya que él era viudo y ella soltera. Y se podrían traer del monasterio de la Rábida a Diego y criarlo con todo el cariño del mundo. A lo que Colom le responde que ella le hace llevadera y agradable su situación de incertidumbre, pero lo prioritario era convencer a la Junta para que los reyes le patrocinaran el viaje. Cuando Colom entra en su casa enfurecido y desanimado al saber que la Junta que estudia su proyecto de viaje lo había descalificado Beatriz hace todo lo posible por animarlo. Y frustrado por la indecisión de la Corte Colom escribe al rey Juan II de Portugal recordándole el proyecto de llegar a las Indias cruzando el Atlántico, quien le responde que se sentiría complacido con su presencia. Beatriz, deseando que no regrese a Portugal le comunica su embarazo. A pesar de ello Cristóbal parte ese mismo día en dirección a Lisboa, donde puede volver a abrazar a su hermano Bartomeu, quien le explica que Bartolomé Díaz ha doblado África. O sea que habiendo doblado África el camino a la India queda abierto. Y ya no podrá convencer al rey Juan II de llegar a la India yendo por el Atlántico. Bartomeu marcha a Inglaterra para explicarle el viaje a las Indias y Cristóbal, de regreso, pasa por la Rábida para recoger a su hijo. Pero Fray Juan Pérez lo retiene consiguiendo una entrevista de Colom con los Reyes en Córdoba. Y le envían 20.000 maravedíes para que se vista dignamente y un documento para que tuviera alojamiento gratis hasta Córdoba.

Cuando Cristóbal Colom y su hijo Diego llegan a la parva casuca que tiene en Córdoba y encuentra a Beatriz en avanzado estado de gestación, el abrazo de Beatriz a Cristóbal no es un abrazo apasionado, sino como un sutil reproche. Después de cenar acuestan en su habitación a Diego. Beatriz y Colom salen al patio, donde las flores de las numerosas macetas resaltan al resplandor de la luna. Los estíos cordobeses son lentos de calor. Todavía los moriscos, vendedores de higos de tuno, discurren a prima noche con sus asnos y su melancólico y gutural pregón por las calles de la Ajerquia. Beatriz, en los agobios de su gestación llora en silencio. Su hijo nacerá en el pecado y sin honor. Pero Colom la convence que pronto serán otros tiempos. Y la mujer, que piensa que alguna vez será por lo menos emperatriz de Catay, por obra del viaje de este hombre, inclina sobre el hombro de Colom su cansada cabeza, cansada de dolores presentes y del telar de los sueños futuros. Y el eco lejano de quejumbrosos cantos de moriscos satura el ambiente de melancolía y añoranza.

Fruto de esta relación, que nunca se oficializó, el 15 de agosto de 1488 nace Hernando en Córdoba. Desde este momento, cada vez que tiene ocasión, Colom realizará varias visitas a la ciudad andaluza para ver a su hijo Hernando y a Beatriz, y entre los escasos datos seguros que podemos citar encontramos la noticia de que al partir hacia tierras asiáticas en 1492, el mallorquín dejó al cuidado de Beatriz a sus dos hijos, Diego y Hernando. A su regreso en 1493 el ya Almirante, camino de Barcelona para informar a las Reyes Católicos de su viaje, recogió a sus hijos para llevarlos a la Corte en calidad de pajes del príncipe Juan. Parece que Colón y Beatriz no volvieron a verse, aunque su recuerdo nunca desapareció, pues el contacto de la familia Arana en relación con las nuevas tierras fue una constante.

A pesar de vivir separados, tenemos constancia de que Beatriz tenía una situación más o menos acomodada de los bienes heredados de sus padres, especialmente su madre. Sabemos, además, que Colom la hizo beneficiaria del premio prometido por los Reyes al primero que viera tierra. Consistía en una renta anual de 10.000 maravedíes extraído de un impuesto especial a las carnicerías de Sevilla. En su testamento Colom ordenó a su hijo Diego que se encargara de que Beatriz viviese honestamente. Diego Colón dispuso que se le diese a Beatriz una renta anual vitalicia de 10.000 maravedís. Esto revela una vez más el afecto y la obligación que sentía el descubridor del Nuevo Mundo por la madre de su hijo, aunque no se casara con ella. A partir de este momento es cuando podemos decir que Beatriz Enríquez de Arana empezó a vivir rodeada de cierto lujo hasta el fin de sus días.

Beatriz de Bobadilla

Beatriz de Bobadilla era hija de Juan de Bobadilla y nació en Medina del Campo en torno a 1462. Era sobrina de Francisco de Bobadilla, corregidor de Córdoba y de doña Beatriz de Bobadilla, Marquesa de Moya, camarera de la reina Isabel la Católica. Por recomendación de su tía entraría a servir en la corte como dama, destacando por su belleza y su actitud liberal y alegre. Es una mujer sensible, enamoradiza y capaz de pasiones volcánicas en las lides del amor. La llamaban La Cazadora. Y más de un encuentro amoroso tuvo con el rey Don Fernando, por lo que la reina la destinó con su marido Fernán Peraza a la isla de la Gomera. En esta isla, Doña Beatriz tuvo dos hijos en cinco años, Guillén e Inés, y vivió en el puerto de San Sebastián de la Gomera. Sin embargo, el destino quiso que su esposo muriera a comienzos de 1488 en la guerra de conquista, en concreto en una sublevación de los nativos. Este hecho va a cambiar de nuevo la vida de Doña Beatriz, que debe ocuparse de salvar la herencia de su hijo contra la actuación de su suegra Inés de Peraza, que quiso invalidar el mayorazgo que había instituido a favor de su hijo y sucesores. A este problema legal se unió la petición a Doña Beatriz, por parte de fray Miguel López de la Serna, obispo de Canarias, de una fianza de 500.000 maravedíes, que se le exigía como depósito para cubrir los daños causados a los nativos en la campaña de represalia que siguió a la muerte de su esposo. Estos motivos son los que la van a traer de nuevo a la Península, en junio de 1491, para defender, en los círculos de la corte, los derechos de su hijo y los suyos propios, como señora de las islas occidentales.

En la audiencia que la Reina, rodeada de su corte de damas, concede a Colom en Sevilla, es donde se ven por primera vez, pues tanto la Reina como Beatriz cuchichean sin mucho disimulo acerca de su porte varonil. Beatriz de Bobadilla, señora de la Gomera, tenía en estos momentos unos 32 años. Pero donde debieron convivir muchas jornadas, con ocasiones de entablar amistad y tener encuentros amorosos fue en el campamento de Santa Fe en los últimos días de la Reconquista. Todo empezó después de la entrevista que Colom volvió a tener con la Reina Doña Isabel. Pero esta vez sin la Corte delante y en una breve y parca cámara. Se abre la puerta y aparece deslumbrante Doña Beatriz Bobadilla, vestida de suntuoso brocado de color negro, y anuncia con voz cadenciosa a Doña Isabel que penetra en la estancia acompañada de un paje, el cual se sitúa al fondo de la salita. Cristóbal Colom ve que la Reina cree en su proyecto con la certidumbre del asentimiento. Contra cortesanos pedantes y burladores la reina cree en su verdad. Después de tantos años de tribulaciones y miserias descubre que ahora va en serio. Y al salir de la entrevista se encuentra a Doña Beatriz y van a sus aposentos donde hacen el amor salvajemente. Este apasionamiento no dura mucho tiempo pues Beatriz de Bobadilla zarpa con destino a su isla de la Gomera en julio de 1492. En su último encuentro prefijan como estación de avituallamiento para la flota del viaje descubridor en las islas Canarias el puerto de San Sebastián de la Gomera.

Colom permaneció prácticamente un mes en las islas Afortunadas, -del 12 de agosto al 8 de septiembre-, de él dos semanas en la isla de la Gomera. Además, esta estancia la interrumpió por la necesidad de desplazarse a Gran Canaria, pero en cuanto pudo, ya con los problemas resueltos, volvió a la Gomera, estando en esta segunda ocasión del 3 al 8 septiembre, cinco días más. La relación entre Colón y Beatriz nos la confirmará años después, en 1495, un amigo de Colón llamado Miguel Cuneo, que cuenta el afecto entre Colón y Beatriz de Bobadilla. Esta es, sin duda, la causa que explica el por qué Colón permanece tantos días en la isla en su viaje descubridor, y que un año más tarde nos confirmará Cuneo, cuando al pasar por el archipiélago, como pasajero del segundo viaje de Colón, describe la llegada de la flota de 17 naves a la isla de la Gomera con estas palabras.

El 5 de dicho mes (octubre 1493) arribamos a la Gomera, una de las islas llamadas Canarias, si yo os contase cuantos festejos, tiros de lombardas y salvas hicimos en ese lugar, sería demasiado prolijo, y esto se hizo a causa de la señora del dicho lugar, por la cual en otro tiempo el Almirante estuvo prendado de amor. En dicho lugar tomamos refresco de cuanto nos era menester” .

Después de Beatriz de Bobadilla ya no sabemos si Colom tuvo algún otro coqueteo con alguna castellana, o incluso alguna indígena de las nuevas tierras, pero el duro trabajo, la decadencia de los Colom en la corte tras el segundo viaje, y las enfermedades debieron limitar bastante las necesidades de afecto femenino del descubridor.

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