Antes de comenzar deseo mostrar algunos aspectos que son importantes para poder entender este proceso al que se le he dado el calificativo de “modernidad”. En estos últimos cincuenta años se ha ido produciendo un proceso de crecimiento como nunca antes la humanidad ha podido contemplar. Desde el homo sapiens hasta llegar a la era de la industrialización, con el vapor y la electricidad trascurrieron aproximadamente quince siglos, además se ha producido de una forma tan acelerada que no nos ha dado tiempo a procesarla. Por tanto, el telón de fondo que tendremos es el de la verdad como una incógnita a dilucidar.
¿Adiós a la verdad?
Aristóteles dijo que la verdad es la adecuación o armonización entre el discurso (lo que se dice) y la realidad (los hechos); en otras palabras, la coherencia entre lo que se piensa, se siente, se dice y se hace, que sería algo más completa. Esta definición, he de decir, que se ha mantenido durante mucho tiempo vigente, pero lo que ocurre ahora es que parece que no sirve, el paso del tiempo ha empezado a “desfigurarla”, de hecho, no tenemos más que observar los acontecimientos que se han ido jalonándose a lo largo del pasado siglo XX hasta el balbuciente y convulso siglo XXI.
Quizás su punto álgido se produjo con la Segunda Guerra Mundial, sobre todo con el genocidio contra aquellos que ahora están haciendo lo mismo. En este sentido el filósofo español y ensayista Joan García del Muro Solans en su conferencia titulada “Secuestro de la Verdad” argumenta:
“Si yo aún creo en la verdad, puedo revelarme contra la mentira y puedo reivindicar que no me engañen, pero, si no creo en la verdad, si vivo en la era de -después de la verdad-, si nos la han secuestrado, ya no estoy en condiciones de reclamar nada… En el mundo de la posverdad, cuando ya no existe la objetividad, aceptamos la que más nos conviene. Por eso lo que es más propio de la situación actual es que nos tragamos todas las mentiras. Hemos asumido que la verdad no existe, y, por tanto, como no hay verdad ni mentira, lo que hago es aceptar la verdad de los míos. Y, claro, lo de los otros ni me lo planteo.”
También el filósofo y político italiano Gianteresio Vattimo, conocido por Gianni Vattino realizó una propuesta que denominó “Principio de reducción de la violencia” o también denominado “Pensamiento débil” en ella rechaza la idea de una verdad única y definitiva. Según él la verdad no es algo que se pueda demostrar o fundamentar racionalmente, ya que se encuentra bajo el contexto histórico del momento, y desde el que se formula “su verdad”; sino que es algo que se construye a partir de las diversas tradiciones culturales y de aquellas experiencias vitales que se han vivido. Por ello, no existe una verdad mejor o peor que otra, sino diferentes verdades. La verdad no es algo que se posee o se impone, sino que se comparte.
Por tanto, nos encontramos en un momento histórico al que algunos filósofos denominan “posverdad” con este término quieren decir que se ha superado el principio de verdad esgrimido por Aristóteles. Parece ser que no se puede dar por válida, ya que la realidad objetiva, es decir, los hechos que acontecen no se pueden creer de hecho ya no creemos. Entonces ¿Qué hacer? Necesitamos unos criterios nuevos que sustituyan los viejos discursos.
¿Entonces dónde queda la Justicia?
Me retrotraigo al libro primero de la República de Platón, en la que Trasimaco le dice a Sócrates:
“Proclamo que la justicia no es más que el interés del más fuerte… las diferentes formas de gobierno hacen leyes democráticas, aristocráticas, tiránicas, con vistas a sus diversos intereses; y estas leyes, que son hechas por ellos para sus propios intereses, son la justicia que entregan a sus súbditos, y a quien las transgrede lo castigan como infractor de la ley, e injusto. Y esto es lo que quiero decir cuando afirmo que en todos los estados existe el mismo principio de justicia, que es el interés del gobierno; y como debe suponerse que el gobierno tiene poder, la única conclusión razonable es que en todas partes existe un principio de justicia, que es el interés del más fuerte.”
Si nos trasladamos en el tiempo hacia adelante podemos observar que este pensamiento es principio de sostén en El manifiesto Comunista de Karl Marx en el que se desacredita abiertamente “las verdades eternas, como libertad y justicia, etc.” donde “la fuerza tiene la razón” donde la justicia es de forma inequívoca una cuestión de poder, y la verdad no es más que una “construcción social”.
Presentado estos dos aspectos de verdad y justicia como conceptos filosóficos en una sociedad posmoderna, y donde el concepto de verdad se desvanece en una posverdad entraremos a plantear, eso sí, desde unos hechos que están marcando y configurando una realidad concreta como son las políticas privatizadoras.
La barbarie de un sistema.
Para ello quiero traer a la palestra a una mujer que hizo un pronóstico hace setenta años y que nadie creía, se llamaba Alisa Zinóvievna Rosenbaum conocida como Ayn Rand filósofa y escritora rusa, nacionalizada estadounidense, autora de las novelas como “El Manantial” y “La rebelión de Atlas”, que desarrolló el sistema filosófico conocido como “El objetivismo” y dijo:
“Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada: cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes, sino con favores: cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos, sino por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti: cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto sacrificio, entonces podrás afirmar sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada.”
Si indagamos en los anales de la historia, puede ser que, entre las medias verdades, escritas siempre por vencedores e interesados en que su visión sea aceptada como real y verdadera, encontremos hilos de palabras que nos conduzcan a las causas que produjeron esos acontecimientos. Por ello no puedo comenzar sin dar unas breves nociones sobre cómo surge la idea de la privatización, a sabiendas de la infinidad de interpretaciones que se ha dado en función de aquellos que la proclaman en su defensa como en su detracción.
El origen se puede remontar muy atrás, probablemente al auge de las Compañías de las Indias Orientales en el siglo XVII, financiadas por capitales privados, de este modo obtenías el control de los recursos y de la producción en las diferentes colonias, estableciendo de este modo un monopolio generando grandes beneficios. Podríamos decir que detrás de esto está la avaricia desmedida, y como no, los consecuentes estallidos bélicos.
Dando un salto, me iré, aproximadamente a finales del siglo XX. El neoliberalismo, una teoría que surge de manos de una política y una economía muy concreta, en el que su argumentario o justificación era reducir a la mínima expresión la intervención del Estado, se impulsaron a nivel global las privatizaciones, como una solución. En nuestro país no se quedó atrás, con la esquilmación de sectores como la energía, las telecomunicaciones, el transporte, y el agua, en definitiva, bienes comunes de todos los ciudadanos y ciudadanas, que pasaron a manos privadas y al engorde de las mismas. (Recuerden que en periodos de crisis las eléctricas obtuvieron sus mayores beneficios).
Consecuencias inmediatas.
Digo inmediatas porque no se hicieron de esperar. En su argumentario dado a la población se decía que se reduciría los tiempos de espera y la agilización administrativa del Estado, pues nunca como ahora hemos tenido tantos retrasos y tiempos de espera, que son los menos preocupantes, expongo aquellas que si son complicadas y serias:
- La pérdida de control del Estadosobre la marcha de la economía y del poder de regularización sobre las empresas, ya que éstas se regulan en el mal denominado “mercado libre”, que no existe porque está controlado por el oligopolio de los grandes.
- Aumento de las desigualdades sociales. Las diferencias se fueron ampliando y definiéndose cada vez más y sobre todo de la corrupción en todos sus estratos, marginados.
- La corrupción, que por cierto no es una novedad, porque se dio en el franquismo, durante la transición y en la actual democracia, que es algo expuesto a la luz pública sin ningún pudor. Al no poder ser reguladas por el Estado entramos de lleno en la fuerza del que más poder tiene.
- La pérdida de identidad nacional, cosa que ya se está dando, la mayoría de los sectores privados están siendo traspasados a inversores extranjeros, por lo que el capital no se queda en nuestro país, sobre todo en los sectores de bienes y servicios. La mayor parte de empresas, como las energéticas o las del control del suministro de agua, están siendo controladas por empresas extranjeras.
- La descentralización, es una de las amenazas de los grandes sectores, de llevarse su producción o el control a otros países que le den mayores márgenes de beneficios y mano de obra paupérrima. Además, existe una idea que se nos escapa y es, no sólo que el Estado pierde el control sobre las empresas privatizadas, sino la pérdida de control sobre el propio Estado, como el privatizar el poder judicial (Llamada “independencia judicial” recuerden aquella frase “déjenos en paz”) o la policial que era del estado y se ha segregado a sectores autonómicos.
La nueva era de la esclavitud.
Aquellos que no se adapten serán excluidos del sistema y pasaran a las periferias a los suburbios a un submundo ¿Exageración? ¿Ciencia ficción? Nunca como ahora, la realidad supera con creces a la ficción. Aunque se sigue negando de una manera cansina, con un calificativo que suele dársele a este creciente número de personas, que es el de “Inadaptados” es decir que no se “someten al sistema” que se ha presupuesto como norma para seguir en el sistema. ¿quién puede acceder a puesto de trabajo decente y con continuidad? ¿Qué perfil se tiene que dar? ¿Es el intelectual con grandes estudios académicos? ¿Es el que posee una formación laboral especializada? O ¿Es el que tiene una experiencia?
Probablemente sea el que tenga todas, pero pocos se encuentran al alcance de todas, sobre todo si se pertenece a la clase baja, y más aún, sin la experiencia, sabiendo lo difícil que puede ser alcanzarla. Ahora bien, en ese perfil, que desean las empresas, (Dedicación, confianza en la empresa y en sus compañeros, capacidad de trabajo, liderazgo, dotes de comunicación, etc.) se encuentra el de “sumiso” y para darle otro calificativo menos dañino sería “dócil”.
No me malentiendan, puede ser un gran emprendedor, e inteligente, pero el término de sumiso es de obediente y subordinado que se somete a la voluntad de otro, es decir que no le va a dar “quebradero de cabezas”. Por tanto, un libre pensador no encajaría en este perfil, porque no puede ser controlado; entonces aquellas personas que se someten a la voluntad de otro, “voluntaria o forzadamente” ¿Cómo lo denominaríamos? Sin duda es un esclavo, pero fíjense bien que esta palabra es considerada perversa, por eso existe un nuevo término denominado “nuevo modo de servidumbre” “nueva modalidad de esclavitud”, donde las cadenas no son ya de hierro, son mucho peores porque someten y controlan la voluntad decisiva de las personas, de forma coercitiva, pero amable y educadamente, “le tendremos en cuenta”, ya sabes sin ningún margen de error que jamás le llamaran.
Según la ONU el “trabajo forzoso” se da de forma mayoritaria en el “sector privado”. El 86% en las economías privadas, y el 14% en el ámbito estatal. Y son los trabajadores migrantes los que ostentan las mayores probabilidades de ser “forzados” ¿Curioso verdad? ¿Es esto una sociedad igualitaria?
Para reflexión final.
“La ignorancia y el oscurantismo en todos los tiempos no han producido más que rebaños de esclavos para la tiranía” (Emilio Zapata)
Deseo terminar dando pie a que el lector o lectora, reflexione sobre el modo de vida, tan idílico que se nos ofrece hoy día, de todas las formas posibles y más atrayentes.
¿Creen que el modelo privatizador impulsa el bienestar del ciudadano? ¿Existe un sistema económico que mata, sin usar ningún arma? ¿Creemos que somos más libres que antes y que podemos hacer lo que queramos? ¿Somos libres?
“Lo que somos depende de nosotros, porque en nosotros está el escoger el objetivo que debe dar un sentido a nuestra vida” (Maurice Blondel)