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TODO EMPIEZA POR UNA PALABRA…, por José Biedma López

TODO EMPIEZA POR UNA PALABRA…, por José Biedma López
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TODO EMPIEZA POR UNA PALABRA…, por José Biedma López

No quiso mi Moira que el estudiante Juan Ráez Padilla cayera en mi grupo. No fui su profe de Filosofía; no pude sembrar dudas en él. Las tenía de fábrica. Supe de su excelencia y talento por mis colegas y más tarde por una lección inaugural que dio en nuestro Instituto público: el Francisco de los Cobos de Úbeda. Dijo Max Aub que uno es de donde ha hecho el bachillerato y es que la adolescencia es esa edad turbulenta en que uno desbarata sus creencias para amueblar en la mente algunas ideas, algunos ideales. Los hay que por desgracia no logran una dinámica mental equilibrada, y se pierden o no maduran. Pero lo oído y vivido en esa edad con los buenos maestros (no digo que yo lo fuera) siempre deja huella, normalmente para bien.

Eso creo que sucedió con Juan, quien tras un brillante doctorado en Filología Inglesa es hoy profe titular de la universidad de Jaén por merecimientos propios y con vocación, dedicación, refugio y atalaya de poeta. Es difícil presentar Touché, su opera prima mejor que como lo hace en su prólogo Yolanda Caballero Aceituno, a la que tuve oportunidad de conocer como Delegada de Educación de la Junta de Andalucía: Touché es un homenaje a lo efímero, un alarde de resiliencia contra el estrés y el pensamiento único, y un interesante juego de léxico innovador y variadísimo. ¡Ay! Esas humildes estancias en lo cotidiano: “Hagamos eternidad / de este pasajero instante”, nos propone el vate.

El autor asienta su resiliencia en sus orígenes agrícolas. No reniega de su pasado. Sabe de los elementales sabores y olores de la huerta, del sudor y sangre que cristalizan en el aove de la aceituna. Me conmueve que el último verso, hito de su “Curriculum vitae” cite a Anteo pies-plantados, mi gigante favorito víctima de la violencia hercúlea (Hercules era un matón putinesco sin escrúpulos, adúltero y cuatrero).

Juan Ráez es políglota y eso se nota. Inventa palabras nuevas como “olivanzano”. Carambolea con ellas buscando ingeniosas aliteraciones: “Badén vadeado”, “maullido mullido”, “movileabas mobiliario”; o buscándole las cosquillas al dicho: “Las ovejas me despertaron del sueño”. Cultiva el aforismo: “Prefiero la vida regulera / a la mala vida duradera”, e improvisa anomatopeyas con versos rotos.

Uno escucha en su jerga precisa el eco de incógnitos poetas de la pérfida Albión; en sus recios versos, remembranzas de Machado, Ovidio o Rumi. ¡Así de variadas y cosmopolitas han debido de ser sus lecturas! Por eso quizá, su letra implora una lectura resabiada y parsimoniosa. Relectura.

Los temas de Touché son muy variados: la aparición de un erizo, la escena de un conejo sacrificado por la madre para guisarlo con arroz, con espectáculo de entrañas y trinchamientos simbólicos; recuerdos de infancia y travesuras escolares; el fastidio de una mosca cojonera demasiado humana; las tiernas experiencias de un padre joven por el que su hijo trepa como koala… Juan Ráez no le hace ascos a los dichos populares: “El pájaro tempranero / coge al gusano”, que mezcla en cóctel picante con anglicismos de la cacharrería telemática. Se vuelve a veces sentencioso: “No te quites el cinturón / abróchate a la vida” y en algún caso filosofa profundo: “Toda felicidad deja algún damnificado”. Razón tiene, pues toda alegría provoca daños colaterales. Perjuicios como la envidia, sobre todo condaño para el envidioso (uno prefiere que lo envidien a que lo desprecien), comunes en un país como el nuestro en el que lo bueno es siempre “envidiable”. Nos anima pensar que “no hay mal que por bien no venga”. Eso es como creer en Dios. Pero preferiríamos tal vez no saber que no hay bien que en mal no acabe, ni derecho del que no se termine abusando. Pues sí, hasta los espíritus grandes pisan hormigas y eso por mucho que se cuiden de la vida. Y es que “En los resquicios del azar / anida nuestro destino”. Y en Instagram tienen ustedes también su espejo: @juanraezpadilla.

Del reino de la contingencia y de la inevitabilidad del mal puede que nos consuelen los sueños de vigilia: “Me prometió haber dormido / plácidamente, entre / mis brazos, / una breve y finita inmensidad. // Sueño con que así sea mi certera muerte: / un segundo de eternidad / que precede al desvanecimiento, / vivido y revivido / en el eco de su abrazo” (“Oxímoron”); y nos salvan esos momentos de cotidiana ternura: “Mi empeine acalorado / aplacó tus gélidas plantas, / que fueron cediendo / como dos cubitos / salidos de tiesto”. O puede que hallemos solaz en el mantel festivo. En “Dos velas y un bulano”, la mirada del artista celebra sus cuarenta y tres otoños con una rosca de churros transfigurada en “pringoso uróboro”, en la línea de lo que mi amigo Manuel Ramírez Muñoz describió como la “Vía churritiva hacia la apoteosis divina”.

Como el poeta se desnuda interpelado por la vida, aprendemos mucho de su compleja intimidad a pesar de que la disfraza y secretea rehuyendo el relato con secuencias de frases nominales como flashes cinematográficos. Por eso sabemos de su amor por las tiendas de campaña y que le habría gustado ser a la vez nómada y sedentario. Se define a sí mismo con humor y distancia crítica como “poeta soterrado. Ansialuz”… “Ateo aterido. / Panteísta monoteísta. / Espíritu nivelado. Milagro de lo cotidiano.”… “Soy tierra en barbecho heredada y, / en el buen sentido de la palabra, / etéreo”. Parece recomendar acto seguido humildad cuando escribe que SOMOS “El grano de los granos / que constelan / un clasto de arena de playa, / que espejea / lo que tarda en retornar la ola”.

No sobran las rimas en los poemas de Juan, pero tampoco las desdeña. Mide sílabas sin ser esclavo de la matemática. Se muestra epigramático en sus “Agorafobismos”: “Que se jodan / los perfectos, / pues en su perfección / no han perfeccionado / que nunca llegarán a serlo”. “Creí que lo había visto todo / hasta que salió del avión primero, / desde primera clase / con la camiseta del Ché Guevara”. Parece que ni con unos ni con otros tienen sus penas remedio: “Seamos resilientes… / Estoy hasta los mismísimos resalientes / de rojos que se la miran por encima del urinal para ver / quien la tiene más larga / y de papel higiénico gualda que el sol descolora / en los balcones”.

La perspectiva del monocultivo más o menos subvencionado de su tierra nada tiene que ver ni con el estereotipo romántico ni con el populista: “Paisajes horadados en rastas verdes / implantadas en el cuero cabelludo de la montaña”… “Andaluces de Jaén, / aceituneros suspensivos”. En estas tierras olvidadas por el tren de gran velocidad y hasta por el lento, de escasas autovías radiales y retardadas salidas levantinas, triunfar en el arte, sea o no el de la palabra, es difícil. Si uno vive en Barcelona o en Madrid, los enchufes y ascensores son otra cosa. Pero es un hecho que, en épocas de confusión, son figuras provinciales las que levantan el romano y germánico Imperio.

“Todo empieza por una palabra”…, que puede ser un galicismo: Touché!, “… y surgirá la obra”. A esta sigue Diatriba (2022), que guardo dedicada, y de la que hablaremos luego.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm

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