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"La primera mujer almirante de la historia de la navegación", por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo”

'La primera mujer almirante de la historia de la navegación', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo”
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miércoles 17 de febrero de 2021, 11:07h
'La primera mujer almirante de la historia de la navegación', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo”

Ahora que estamos conmemorando el V Centenario de la Primera Vuelta al mundo es obligado hacer referencia a la trayectoria de Isabel Barreto, que fue Adelantada (Almirante) de una flota, siendo la primera mujer de la historia de la navegación que ha ostentado tan alto y comprometido cargo. Y su gesta en cuanto a peligros, riesgos, vicisitudes, distancias y derroteros inéditos por el Pacífico se pueden parangonar a la realizada por Juan Sebastián de Elcano. La historia de esta mujer, siendo muy importantes sus méritos, pues encabezó la expedición que navegó 3.600 leguas (alrededor de 20.000 Km), la mayor distancia recorrida por naves españolas en el siglo XVI, y fue la primera en atravesar por entero el Pacífico por el Hemisferio Sur, ha pasado desapercibida e, incluso, menospreciada en la única crónica con la que contamos, que fue escrita por Pedro Fernández de Quirós, el Piloto mayor de la escuadra y aspirante al cargo de Almirante cuando murió Mendaña, que la tilda de carácter varonil, autoritaria, despótica e indócil. Como después el rey Felipe III la desposee de su título, porque una mujer no podía ostentar tan alto y glorioso cargo, ha pasado a la Historia sin pena ni gloria. Isabel Barreto, Reina de los Mares del Sur, sigue siendo la gran desconocida.

'La primera mujer almirante de la historia de la navegación', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo”
'La primera mujer almirante de la historia de la navegación', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo”

El lago español

El historiador inglés Oskar Spate fue el que llamó al océano Pacífico “el lago español”, porque durante dos siglos (XVI y XVII) los españoles fueron los únicos en enseñorearse de él con sendas expediciones que lo cruzaron y exploraron. Ingleses y holandeses llegaron 200 años después y despreciaron y borraron las huellas de los españoles.

El océano Pacífico ocupa la tercera parte de la superficie terrestre. Alcanza su mayor anchura desde Indonesia hasta Colombia, del orden de 19.000 Km. El Pacífico contiene aproximadamente unas 25.000 islas. El Pacífico no siempre hace honor a su nombre, pues a menudo los tifones, los huracanes y la actividad sísmica y volcánica golpean las islas de este océano y los litorales continentales. Y no hablemos de sus convulsas aguas. Miles de españoles encontraron su tumba en estas aguas.

El primer europeo en ver este océano desde la orilla americana fue Vasco Núñez de Balboa, quien, tras cruzar el istmo de Panamá, tomó posesión de sus aguas en nombre de los Reyes de Castilla el 25 de Septiembre de 1513 y lo denominó Mar del Sur, porque desde el istmo de Panamá el mar se encuentra al Sur. Es un momento estelar de la Humanidad como lo fue el descubrimiento de América. Gil González Dávila buscando oro realizó la primera expedición por el Mar del Sur desde Tierra Firme alcanzando territorio nicaragüense y costarricense. En 1520 Magallanes descubre el estrecho que comunica el Atlántico con este océano que rebautiza Pacífico. Tras indecibles penalidades cruzan este océano, descubren las Islas de los Ladrones (después denominadas Marianas) y las islas de San Lázaro (Filipinas) donde muere Magallanes. Gómez de Espinosa llega a las islas Molucas y Juan Sebastián de Elcano retorna a España dando la vuelta al mundo. Gómez de Espinosa fracasa en su intento de volver a América por el Pacífico Norte.

En 1525, desde La Coruña donde se había trasladado la Casa de Contratación, sale otra expedición en busca de las islas de las especias. Esta escuadra está formada por siete navíos: la “Santa María de la Victoria” (Capitán Loaysa), la “Sancti Spiritus” (Capitán Elcano), la “Anunciada” (Capitán Rodrigo de Acuña), la “Santa María del Parral” (Capitán Manrique de Nájera) y la “San Lesmes” (Capitán Pedro de Vera) y dos más de menos bordo, capitaneadas por Hoces de Córdoba y por Guevara. El Emperador Carlos nombró Capitán General de esta Armada a fray Garcijofre de Loaysa, de la Orden de San Juan, sobrino del Presidente de Indias García de Loaysa. Esta expedición está llena de desgracias. Tras la tremenda tormenta que sufre a la entrada del estrecho de Magallanes La “Sancti Spiritus”, que dirige Elcano, encalla en el cabo de las Mil Vírgenes y, como Piloto primero, pasa Elcano a la nao capitana. Dicha tormenta arrebata a la nave San “Lesmes”, dirigida por Pedro de Vera que, abandonada a los vientos, es empujada violentamente hacia el sur y llega al final del continente americano.

Tendría que llamarse cabo de Vera, pero el destino ha querido que se denomine cabo de Hornos, en honor al neozelandés Hoorn, que lo dobló en 1616. Ya en el Pacífico un mal temporal desapareja de la escuadra al patache Santiago, que afortunadamente consigue regresar a Nueva España. También desaparece la “San Lesmes” y nunca más supieron de ella. En 1792 en Australia encontraron una cruz y unos cañones que se cree que eran de la nave desaparecida; y se reparó en la existencia de gente con ojos azules y más rasgos europeos, lo que nos hace pensar que no fueron ingleses los descubridores de Australia. La “Santa María del Parral” embarranca en las Célebes. Después de una terrible navegación de cincuenta días por el desierto azul del Pacífico muchos mueren de escorbuto, e incluso otros ahogados por los piojos. También fallece el Capitán General Loaysa y poco después lo hace su sucesor Juan Sebastián de Elcano. Con Alonso de Salazar al mando y menos de cien hombres la “Santa María de la Victoria” llega a las islas de los Ladrones que rebautizan Marianas. Y lo sorprendente fue que un desertor de la escuadra de Magallanes, Gonzalo de Vigo, se presenta a los españoles junto con los indígenas que habían ido a saludarles. Y por fin llegan a las Molucas, pero con otro Capitán, Martín Íñiguez. Aquí tienen que hacer frente a los portugueses pues piensan que el comercio de las especias es de su exclusividad. Luchando contra los portugueses destaca el joven Urdaneta que les hace frente.

Refuerzos para los españoles

A los españoles les llegan refuerzos desde Nueva España (Méjico), pues Hernán Cortés les había enviado una escuadra de tres barcos, pero sólo arriba la “Florida”, capitaneada por Álvaro de Saavedra. En el intento del fracasado regreso llegan al sur de las islas Hawái. En 1529 con el tratado de Zaragoza Castilla vende a los portugueses las Molucas por 300.000 ducados y los españoles que allí aún resisten pueden regresar a España en barcos portugueses. En 1540 Rui Lope de Villalobos explora las Filipinas con vistas a una conquista, y en el fracasado tornaviaje descubre un archipiélago que llama Las Carolinas en recuerdo del Emperador Calos V.

La primera parte del plan de Felipe II por controlar el océano Pacífico era ocupar las islas de San Lázaro, que fue ejecutado por Legazpi que las rebautizó Islas Filipinas, en honor al rey. El segundo plan era el retorno de Asia a América confiándoselo a Andrés de Urdaneta. Desde América hay dos fuerzas favorables para viajar a Asia: los vientos alisios y la corriente norecuatorial que empuja de forma constante a las embarcaciones hacia Asia. Para ir de las Filipinas a América hay que subir en latitud hasta la altura del Japón donde se cogen los contralisios y la corriente cálida de Kurosivo que les lleva a California y costeando se arriba a Nueva España. En 1564 sale la expedición de Legazpi llevando consigo al experimentado Andrés de Urdaneta.

Cuando la flota de Legazpi llega a las Filipinas Alonso de Arellano se perdió, o desertó, y desde Mindanao decide regresar a Nueva España llegando a Puerto Navidad el 9 de agosto de 1565, dos meses antes que lo hiciera Andrés de Urdaneta, quien, sin embargo, recibió los honores de haber realizado el tornaviaje. Y así lo reconoce la Historia. Probablemente Arellano o su piloto se enterarían de la ruta del retorno oyéndoselo a Urdaneta en Méjico antes de la partida de la flota de Legazpi.

Pedro Sánchez Pericón regresa a Filipinas para comunicar a Legazpi que se había encontrado la ruta del retorno. A partir de ahora se llama el “Galeón de Manila” o “Nao de China” a las naves españolas que cruzaban el Pacífico una o dos veces al año entre Manila (Filipinas) y los puertos de Nueva España, principalmente Acapulco. El trayecto de Acapulco a Filipinas, que incluía escala en Guam, solía durar unos tres meses. Y el tornaviaje de Manila a Acapulco podía durar entre cuatro y cinco meses. Constituía una de las líneas comerciales más larga de la Historia y funcionó dos siglos y medio. Parte de las mercancías orientales del Galeón desembarcaban en Acapulco y era transportada por tierra hasta Veracruz, donde se reembarcaba rumbo a España, junto con metales preciosos y recursos naturales de Méjico, Centroamérica y el Caribe.

Controlado por ambos flancos, nadie sin licencia del Rey de España podía penetrar en el océano Pacífico. Lo hubiera querido mantener cerrado, como un coto particular, sin darse cuenta de que este inmenso saco estaba roto por el estrecho de Magallanes y por el cabo de Buena Esperanza por donde se colaron Drake, Cavendish, Richard Hawkim, Van Noort, Spielberg, Le Maire, Schuten, Tasman, Dampier, Byron, Roggeven, Cook, etc., quienes ningunean las hazañas y méritos de los españoles.

Tras la derrota en la guerra hispano-estadounidense, resultado de la intervención de EE.UU. en la guerra de la independencia cubana, España perdió en 1898 Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas. Y el resto de posesiones españolas en el Pacífico fueron vendidas al imperio alemán mediante el tratado hispano-alemán del 12 de febrero de 1899 –las Marianas, Palaos y las Carolinas- a cambio de 25 millones de pesetas (13 millones de marcos), ya que eran indefendibles por España. Ante este desaguisado Joaquín Costa exclamó: “No tiene valor (España) ni para soñar”.

Las islas Salomón

El leonés Álvaro de Mendaña supo por los quechuas de que al Oeste había unas islas llenas de oro. Mendaña lo relacionó con la Tierra mítica de Ofir, donde estaban las minas de oro de donde el Rey Salomón había sacado riqueza para la construcción del fastuoso templo de Jerusalén. Vacante el cargo de Virrey del Perú, el Presidente de la Audiencia Lope García de Castro, que ejercía las funciones de Virrey, encarga la dirección de la expedición a su sobrino Álvaro de Mendaña, en contra de las aspiraciones de Pedro Sarmiento de Gamboa. Dos naves, “Los Reyes” y “Todos los Santos”, capitaneadas respectivamente por Pedro Sarmiento de Gamboa y por Pedro Ortiz Valencia y el Piloto mayor Hernán Gallego, 150 entre marineros y soldados, cuatro frailes franciscanos y veinte esclavos parten con el objetivo de buscar la supuesta Terra Australis Incógnita, explorar sus recursos y estudiar las posibilidades de colonización.

Salen del puerto de Callao el 20 de Noviembre de 1567, y tras navegar 2200 leguas (11.000 Km), el 7 de Febrero avistan la primera isla que bautizan Santa Isabel. Después exploran una veintena de islas más, pero no encuentran oro, aunque el nombre de islas Salomón ya había hecho fortuna. Tras las desavenencias con Sarmiento de Gamboa, Mendaña decide regresar y tras avistar las islas Marshall se interna en la ruta del Galeón de Manila y llegan a Acapulco. Durante 25 años Mendaña intenta hacer un segundo viaje para colonizar las islas Salomón.

La Reina de los Mares del Sur

Mendaña viaja a Castilla buscando financiación del rey para colonizar las islas Salomón. Felipe II firma las capitulaciones el 27 de Abril de 1576, que le permite poblar el archipiélago pero no le proporciona fondos económicos para ello.

Isabel Barreto de Castro, que había emigrado con su familia al Virreinato del Perú, llega a Lima como dama de Teresa de Castro, esposa del Marqués y Virrey García Hurtado de Mendoza. Isabel, está en la flor de la juventud y de la belleza y conoce al Adelantado Álvaro de Mendaña, que con sus 35 años se había ganado la fama de truhan, espadachín y busca faldas. Y se casan en Lima en 1585. Y gracias a las influencias de Isabel Barreto el Virrey García Hurtado de Mendoza patrocina la segunda expedición a las islas Salomón, que tanto anhelaba Mendaña. Esta expedición estuvo integrada por cuatro naves. La capitana es un galeón de tres cubiertas, el “San Jerónimo”, que pilota el experimentado portugués Pedro Fernández de Quirós, el “Santa Isabel” cuyo Capitán fue Lope de Vega, el “San Felipe”, dirigida por Felipe Cuzco y el “Santa Catalina”, capitaneada por Alonso de Leyra; una tripulación de 368 hombres (entre marineros y soldados) y 98 mujeres, entre ellas la esposa del Almirante Mendaña y niños, entre ellos los hijos de Álvaro e Isabel. Además del suficiente avituallamiento y buena artillería, embarcan vacas, caballos, cerdos, perros, ovejas y aperos de labranza con destino a la repoblación.

Durante tres meses la expedición navegó por el océano Pacífico en busca de las islas Salomón tratando de alcanzar la latitud que Mendaña había anotado en su primer viaje. Como los instrumentos de navegación aún eran arcaicos se hacía difícil encontrar las islas Salomón y la vida a bordo era cada vez más dificultosa: los víveres y el agua empiezan a escasear. Por fin el 21 de Julio de 1595 avistan tierra, pero no son las islas Salomón, porque las gentes de estas islas no hablaban la misma lengua que los nativos que Mendaña había contactado en su expedición anterior a las islas Salomón. Mendaña, sin embargo, toma posesión de estas islas y las bautiza islas Marquesas de Mendoza, en honor al Virrey del Perú.

La expedición se hace a la mar y durante dos meses siguen navegando por aguas desconocidas y con duras condiciones de salubridad e higiene. La vida a bordo es cada vez más insoportable. Para colmo la nave “Santa Isabel” desaparece el 7 de Noviembre de 1595 en medio de la noche. A punto de desencadenarse un motín se avista una isla, que la bautizan de Santa Cruz. Y se dan cuenta que habían llegado a las islas Salomón. Desembarcan y fundan una ciudad que denominan Santa Isabel en honor a la esposa del Almirante. Aquí tampoco hay oro y desde un principio la vida es difícil. Hubo muchos enfrentamientos con los nativos y también conflictos entre los propios navegantes, cansados de las duras condiciones de vida que tienen que soportar.

Y para colmo les llegó la fiebre, probablemente la malaria. En un mes mueren 47 personas, entre ellos el propio Almirante Álvaro de Mendaña, que fallece el 18 de Octubre de 1595. Aunque antes de morir nombra a su esposa Isabel heredera de sus bienes y gobernadora de las islas y a su cuñado Lorenzo Barreto, Adelantado de la expedición. Pero Lorenzo muere al cabo de unos días por una flecha envenenada y a partir de ese momento Isabel Barreto, en contra de la opinión del Piloto mayor Pedro Fernández de Quirós que aspiraba a tal cargo, se convierte en la primera mujer que ostenta el cargo de Almirante de una flota naval española.

Según la crónica que escribió Fernández de Quirós, la única existente sobre Isabel Barreto o la Reina de los Mares del Sur como llegó a ser conocida, cuenta que la nueva Almirante trataba con una crueldad inhumana al personal bajo su mando. Escribe que las crueldades de doña Isabel eran épicas. Quirós la describe en su diario como una mujer «de carácter varonil, autoritaria, indómita y que imponía su voluntad despótica». La llegó a acusar, durante la travesía, de «robar la escasa agua de que disponían para gastarla en lavar con ella su ropa», y de pasearse por cubierta «con sus perlas blancas y sus encajes inmaculados» No se sabe si es verdad o exageraba por despecho. Se cuenta que Fernández de Quirós instigó varias rebeliones, tanto a bordo como en tierra. Fue el responsable de varios asesinatos de nativos buscando con esas muertes que los indígenas se sublevaran contra Isabel Barreto. Y muchos cuestionan la versión del piloto mayor y consideran a Isabel Barreto como una auténtica heroína. Demostró excepcionales dotes de mando y la dureza que se requería para someter a obediencia a hombres rudos y aventureros. Sabía que para hacerse respetar tenía que provocar cierto miedo a marinos y soldados para poder llegar viva a puerto.

A raíz de la rebelión de los indígenas la situación se hace tan insostenible que decide que la expedición abandone la isla de Santa Cruz y se pone rumbo a las Filipinas, que está bajo dominio español. En la travesía muchos mueren a causa del escorbuto y de la fiebre. El 10 de Diciembre de 1595 la nave “San Felipe” se dispersa, aunque logró llegar a Mindanao. No ocurre lo mismo con la Santa Catalina que el 19 de Diciembre de 1595 se perdió y ya no se supo nada de ella. El 11 de Febrero de 1596 el galeón “San Jerónimo”, dirigido por la Almirante Isabel Barreto, llega al puerto de Manila diez meses después de haber zarpado de Callao. De las más de 400 personas que iniciaron el viaje solo quedaban a bordo cien. Pero se había logrado una gesta increíble: habían recorrido la mayor distancia que cualquier nave española en el siglo XVI: 3.600 leguas=20.000 km. Fue la primera en cruzar el Pacífico por el hemisferio sur. Y de paso avistaron el quinto continente, Australia, al que bautizaron como Australis del Espíritu Santo en honor al Rey Felipe III de España.

La Adelantada de los Mares del Sur fue recibida por el Gobernador Mora en Manila como una heroína. Y allí en Filipinas vuelve a casarse con el General Fernando de Castro, Caballero de la Orden de Santiago, que había ido a las Filipinas procedente de Méjico. A su regreso a Perú realizan un viaje arriesgado pues hubo que afrontar terribles tormentas. En Perú el matrimonio vende los productos orientales comprados en Filipinas y consiguen una considerable fortuna. Marcharon a Guañaco de la Capitanía General de Chile donde Isabel tenía una encomienda. Isabel retornó a España para reclamar sus derechos sobre las islas Salomón, pero Quirós ya lo había logrado de Felipe III y a ella se le anuló el título de Adelantado. Isabel fallece en 1612 en Galicia, su país de origen.

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