CULTURA

"El tornaviaje" (2ª parte), porPedro Cuesta Escudero

Jueves 30 de enero de 2025

Hasta después de ponerse el sol del día 15 de febrero el cielo no se aclara. Todos están hechos polvo. Tres días de insomnio, sin casi comer, desfallecidos de hambre y de cansancio, tullidos por estar tantas horas desabrigados al frío y al agua. No tienen fuerzas para comprobar los destrozos que la tormenta ha causado en la nave. Pero aún navega. Se coge rumbo norte-nordeste.



  • Ya debemos estar cerca de las costas de Castilla- asegura el piloto Sancho Ruiz de Gama.

  • Yo también lo pienso- le da la razón el segundo piloto Bartolomé Roldán- En medio de la tormenta las corrientes y los vientos nos han empujado para nuestra casa.

  • No estoy de acuerdo –advierte Colom- , aún estamos en aguas de Las Azores.

Toda la noche se realizan rudas maniobras, se barloventea. Y. por fin, el lunes 18, la Niña puede anclar en una isla.

  • ¿Dónde estamos? -vocean los tripulantes de la Niña a las gentes que hay en el puerto.

  • Na ilha de Santa María- le responden

  • Veis como tengo razón-dice Colom- ,la Santa María es una isla de las Azores

  • ‘Venimos de descubrir las Indias!-exclaman muchos desde la Niña.

Colom dispone que con la barca de la Niña se tome tierra para comprar víveres. Y traen gallinas, pan fresco y otras viandas. Van con tres isleños, emisarios del gobernador de la isla.

  • Ben vindo a bordo da Niña- dice el almirante- Qual é a nome nosso capitán.

  • Joan de Castanheda – responde uno de los portugueses.

  • En otros tiempos fuimos amigosresponde Colom.

Se les habilita lecho a los tres mensajeros en la carabela para la noche y amaneciendo, con los emisarios de retorno, va a tierra la mitad de la gente de la Niña, sin armas, encamisados como procesionales penitentes, a cumplir el voto que se hizo durante la tormenta de ir al primer templo que se hallase que tuviera advocación de Nuestra Señora. En la isla sólo hay una humilde ermita dedicada a María Santísima. Colom con la demás gente irá en un segundo turno cuando regresen los primeros penitentes.

Y estando en oración en la ermita irrumpe un piquete de hombres armados para apresarlos por orden del gobernador. Inquieto Colom por la tardanza de los penitentes al ser mediodía, manda dar vela a la carabela hasta que se pone a la vista de la ermita, pues donde estaba anclada la Niña no es visible por taparla un roquedal. Y ven gente armada, con cota, arcabuz y espada, que sube al bote de la Niña. Y entre ellos va el gobernador Castanheda.

  • Amigo Cristóbal- grita el gobernador desde la barca cuando ya está cerca de la carabela- lánzanos una escala para que podamos subir a bordo de la Niña.

  • Supongo que no se te ocurrirá lanzarles una escala para que nos hagan prisioneros- dice Juan de la Cosa.

  • Conforme vayan subiendo por la escala los vamos apresando- le explica Colom- , y teniendo prisionero a ese capitán lo canjearemos por nuestros hombres.

  • Dame seguridades para que pueda subir a bordo- vocea desde la barca el taimado capitán, hinchado con su cota y plumero.

  • ¿Por qué has aprisionado a mis hombres?- pregunta Colom- En Castilla hay vasallos del rey de Portugal y siempre reciben buen trato y se sienten tan seguros como si estuviesen en Lisboa. Es inútil lo que has hecho, porque todavía tengo gente suficiente a bordo de la Niña y suficientes vituallas para llegar a cualquier puerto de Castilla y esta acción despreciable causará problemas y resentimientos entre los soberanos de Castilla y Portugal, cuando están estrechando lazos de amistad y de parentesco. Tengo cartas de recomendación de los reyes de Castilla dirigidas a todos los príncipes y señores y hombres del mundo para que guarden a mis naves miramiento y la hospitalidad. Y soy Almirante del Mar Océano y Virrey de la India nombrado por los reyes de Castilla.

  • -Yo y los que están conmigo no reconocemos ni al rey ni a la reina de Castilla- responde con petulancia el gobernador portugués-, así que para mí no tienen valía alguna sus cartas. No tenemos miedo a los reyes de Castilla y les haríamos saber, si vinieran, cómo las gasta Portugal. Virad- ordena a los suyos-. Cristobao Colom, esto que hago no es por propia iniciativa, sino por orden directa de Su Majestad el rey Juan II. Todos los gobernadores de todas las islas portuguesas tenemos orden del rey Juan II de apresar y hacer desaparecer a Colom y a su gente si los vemos.

  • Si no devolvéis a mis hombres- amenaza Colom- regresaré con suficientes fuerzas para arrestar a todos los habitantes de la isla y os llevaré encadenados a Castilla.

Y Colom ordena a los suyos poner rumbo a la isla de San Miguel, donde espera tener mejor acogida. Pero Colom observa que solo dispone de tres marineros con la suficiente veteranía en las cosas de mar, por lo que torna a la isla de Santa María, al tiempo que aparece sobre el azulado rizo de las olas el bote de la Niña tripulado por cinco marineros, dos clérigos y un escribano.

  • Os pedimos permiso –solicita el escribano, una vez que el bote llega al casco de la carabela-para subir a bordo.

Y se les lanza la escala, por la que ascienden los portugueses visitantes.

  • Como la noche está cercana, os pedimos poder yantar y dormir- solicita el escribano que domina la lengua castellana.

El escribano es delgado en contraste con los dos clérigos, que son gruesos como dos odres.

-Requerimos del almirante –pide el escribano al día siguiente- que nos muestre el poder de los reyes de Castilla con que hace su viaje a la India.

Colom, que comprende que se quería dar una salida a la tomadura de pata del gobernador, le enseña la carta de encomienda de los reyes para todos los príncipes y señores de la tierra que hallase en el curso de su navegación y las demás provisiones con el sello real y las reales firmas. Y se van contentos. No tardan en ver el regreso de los prisioneros de Castañeda a la carabela.

  • Si ese Castañeda –explica Vicente Yáñez Pinzón- os hubiera apresado, nunca nos hubieran dejado libres, porque a través de los barrotes de la prisión le oímos decir que era su propio rey quien así lo mandaba.

Y establecidos cada uno en sus puestos ponen rumbo a España. Pero el día 28 de febrero amanece con brumas y vientos alternantes y contrarios. El día 4 de marzo es horrible. La turbonada arranca todo el velamen de la carabela.

-¡Tierra a la vista! – grita el grumete Andrés de Huelva.

- Con este viento y con estas olas y con la poca maniobrabilidad de la carabela podríamos encallar-se queja angustiado Vicente Yáñez Pinzón.

- ¡Aquellas riberas son Cascaes y el Tajo!- descubre con asombro Colom-. Bien lo conozco. Tendemos que desembarcar en Lisboa.

-¿Cómo nos hemos desviado de nuestra ruta?- pregunta Vicente Yáñez Pinzón.

- Ya decía yo que habíamos tomado un rumbo demasiado escorado al norte- dice el piloto Sancho Ruiz de Gama.

-Las persistentes tormentas nos han desviado y no hemos podido hacer nada por evitarlo- explica Juan de la Cosa.

-Con este temporal tan fuerte habremos de tener mucho cuidado de no estrellarnos contra los escollos de la costa-aconseja Juan Niño, el propietario de la nave.

-¿Qué habrá sido de la Pinta?- pregunta el contramaestre Bartolomé García.

- Mis hermanos tienen mucho coraje y están muy experimentados, aunque Martín no andaba bien de salud- dice Vicente Yáñez Pinzón-. La última vez que lo vimos llevaba una ruta más al note que nosotros. Ruego a Dios que se hayan salvado.

-Que se hayan salvado ellos y nosotros también- dice Juan de la Cosa- porque nuestra situación es muy apurada.

Efectivamente, la nave es lanzada sin control de una ola contra otra aún más amenazante, en medio de una música infernal producida por los silbantes vientos sobre la arboladura, el rugir de las olas y roncos truenos que se suceden con demasiada frecuencia. El vendaval se hace cada vez más veloz y la luz cárdena de los cielos se refleja en la superficie marina, creándose un ambiente tétrico. Pero pasados esos momentos angustiosos y de gran peligro la Niña enfila las aguas remansadas del puerto.

Por su parte la Pinta, desde el 14 de febrero, es juguete de las embravecidas olas. Una de esas olas, descomunal, desproporcionada, barre toda la cubierta y se lleva el faro, el único elemento que permitía saber a los de la Niña que aún estaban vivos. La Pinta corre a favor de los desencadenados elementos dando bandazos. Pero resiste.

  • ¡Tierra! ¡Tierra a tres cuartos de babor! –grita esperanzado el marino Álvaro Pérez.

Rendidos y exánimes los tripulantes de la deshecha carabela avistan una costa cuando apenas pueden gobernarla para aproximarse.

  • ¿Dónde estamos?- pregunta el administrador García Hernández-. No tengo ni puta idea por donde nos encontramos.

  • ¡Estamos en tierra de Galicia!- se expresa Francisco Martín Pinzón, con la misma dosis de alegría que antes de angustia-. Lo reconozco. Mirad la atalaya de Monte Buey, que está a la entrada de la roda de Bayona del Miño.

El 10 de marzo de 1493 los tripulantes de la carabela Pinta saludan con lágrimas de júbilo las moles de las islas Cíes.

  • Es la primera tierra de Europa que divisamos desde que salimos de Palos- afirma Cristóbal Quintero.

Doblando en Monte Real, en la entrada de la ría de Vigo y vigilados por una tribu de delfines, ponen rumbo al puerto de Bayona, por ser el más próximo donde podrán descansar de tantas fatigas y para dar cuenta del prodigioso descubrimiento de las Indias. La arribada de la Pinta, destartalada, con los trapos hechos jirones y desarbolada, es objeto de las conversaciones de los moradores y de los marinos de las embarcaciones del puerto. Son escoltados por chalupas que conducen a la Pinta al lugar más apropiado para fondear.

  • ¡Venimos de las Indias! ¡Hemos descubierto las Indias!- vocea el contramaestre Juan Quintero.

  • ¿Cómo que de las Indias?

  • Están al otro lado el Atlántico- explica Juan Bermúdez

  • ¡Avisad al corregidor! ¡Decidle que suba a bordo!- pide Francisco Martín Pinzón-. Hemos de dar la noticia a los reyes, que son los que patrocinaron este viaje.

Apenas aferrada el ancla, el corregidor de la villa sube a bordo para entrevistarse con el capitán.

  • Haced llegar este mensaje a los reyes- entrega al corregidor el capitán de la Pinta Martín Alonso Pinzón medio incorporado en el lecho-, en donde notificamos que hemos arribado a Bayona después de descubrir las Indias.

Estando reparando las muchas averías de la Pinta a causa de la accidentada navegación del regreso, entra a puerto un navío procedente de Flandes llevando a bordo muchos soldados de los tercios que regresan a sus hogares. Entre ellos está Hernán Pérez Mateos, piloto de Palos y amigo de los Pinzones. Y, enterado de la estancia en Bayona de sus amigos los Pinzones y de sus hazañas, decide hacerles una visita. Martín y Francisco acogen con cariño a su convecino y le muestran las pruebas de su gesta, como es un indio guaraní, varios papagayos, la piel de una iguana y toscas joyas de oro. Hernán Pérez da numerosas muestras de asombro y de sorpresa.

  • ¿Tardareis mucho en partir hacia Palos?- pregunta el visitantes a sus anfitriones- Mi barco zarpa mañana.

  • Estamos esperando la respuesta de los reyes-le responde Martín Alonso Pinzón- y además las reparaciones nos obliga a estar aquí unos días. Cuenta en Palos el éxito de nuestro viaje a las Indias. Dile a mi mujer y a mis hijos que pronto estaré con ellos.

(Continuará)


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