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¿PAZ Y JUSTICIA?, por Juan Saborido Gago

¿PAZ Y JUSTICIA?, por Juan Saborido Gago

lunes 29 de abril de 2024, 07:59h

“Todos quieren la paz, y para asegurarla, fabrican más armas que nunca” (Antonio Mingote)

“Vamos a invertir primero en educación, segundo en educación, tercero en educación. Un pueblo educado tiene las mejores opciones en la vida y es muy difícil que los engañen los corruptos y mentirosos” (José Mújica)

El diálogo es un arte, y el dominio del hablar una sabiduría que se cultiva con la escucha serena y atenta, amparado en el silencio respetuoso, para poder comprender aquello que es comunicado correctamente. Cuando la palabra deja de ser un medio de entendimiento, cuando no se escucha y no se desea comprender, cuando prevalece los egos o los intereses personales, por encima de la lógica y lo razonable, comienza a arder el fuego abrasador de las armas y en su diálogo siembra los campos y las ciudades de destrucción, sufrimiento, dolor y muerte, sobre todo de vidas inocentes, niños, mujeres y hombres. Cuando esto ocurre es signo ineludible del fracaso del ser humano y este deja de pertenecer a aquello que representa, para convertirse en algo peor que un animal.

Lo ilógico e incomprensible de todo esto es que aquellos que dirigen un país sean los más impropios para el diálogo, y miren sus egos inflamados de falsos patriotismos, y no se miren en otro espejo que no sea su propio ego. Nuestro planeta llamado Tierra lo hemos convertido en un lugar inestable y en algunos lugares inseguros para vivir, no ya por la tierra donde se asienta sino por las personas que lo habitan.

¿Quién es nuestro enemigo?

Curiosamente la humanidad siempre ha estado, por una u otra razón, destruyéndose entre pueblos y naciones. Tal vez se deba a algún gen que tenemos, denominado super-ego temeroso ante los demás, violento y destructivo. Aquellos que denominamos con el calificativo de enemigo, no es nadie ajeno a este mundo ni a nuestra realidad, somos nosotros mismos.

Comenzamos por considerar enemigo al que es diferente a uno mismo, ya sea por su color de piel, su idioma, su religión, su forma de pensar y lo más absurdo a nuestro vecino simplemente porque me ha mirado mal o se ha reído o he tropezado en el ascensor. Además, de estos rasgos que apuntan hacia un desequilibrio psicológico, somos muy territorialistas, “mi casa, mi barrio, mi pueblo, mi ciudad, mi región, mi país, mi bandera, etc” por esas cosas hay personas que dan su existencia hasta la muerte.

¿Una vida de Paz y Justicia?

En esta reflexión continúo dando razones para intentar sacar a la luz la torpeza del ser humano, para conseguir la anhelada Paz y la Justicia. Todos aquellos intentos para lograrlo, a través de la palabra, han concluido en la imposición de las armas que sólo trae dolor, sufrimiento y el derramamiento de sangre de inocentes.

Esto no es algo que hallamos descubierto ahora, no, es algo que viene desde muy antiguo; existe un texto en la biblia, en tiempos de los grandes profetas, concretamente de uno de los primeros, el profeta Isaías, siglo VIII a. C. en el que, de una forma poética y esperanzada lanza un deseo hacia aquel primitivo pueblo. Destaco dos de ellos:

“De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra” (Isaías 2. 4)

“El lobo habitará con el cordero, el puma se acostará con el cabrito, el ternero comerá al lado del león y un niño chiquito los cuidará. Vaca y oso pastarán en compañía y sus crías reposarán juntas, pues el león también comerá pasto, igual que el buey. El niño de pecho jugará sobre el nido de la víbora, y en la cueva de la culebra el pequeñuelo meterá su mano.” (Isaías 11. 6-8)

De esto han pasado catorce siglos, y la historia de la humanidad ha avanzado a pasos agigantados, pero estos textos, al menos en su intención original siguen siendo un reto como otros tantos de diferentes culturas. Y como curiosidad, esas palabras fueron dirigidas a aquel pueblo antiguo de Israel que las han olvidados por completo. Poniendo en práctica fiel a esa antigua ley del judaísmo que se encuentra en el libro del Éxodo 21. 24 “Ojo por ojo diente por diente” con un el genocidio, olvidándose de cuando ellos mismo fueron masacrados por el régimen nazi.

La humanidad se encuentra en un contexto de crispación, elevándose cada vez más, por ciertos personajes insatisfechos, ansiosos de poder. Nosotros los países de Occidente no jugamos de forma limpia con el resto del mundo, no tenemos “capacidad moral” para decir “esto no está bien” ¿Por qué? Por algo que se encuentra a simple vista, una clara “desigualdad” que es, por decirlo de forma metafórica, “la piedra angular” que sostiene los derechos humanos. El profesor de Geografía Humana de la Universidad de Sheffield (Inglaterra), lo expresa de esta forma tan cruda:

“La décima parte más pobre de la población mundial pasa hambre de forma habitual; la décima parte más rica no es capaz de recordar algún período en la historia de su familia en la que haya pasado hambre. La décima parte más pobre muy pocas veces pueden proporcionar la educación básica a sus hijos; la décima parte más rica se preocupa por pagar matrículas de escuelas suficientemente caras para asegurarse de que sus hijos sólo alternen con sus llamados “iguales” y “superiores”, porque tienen miedo de que sus hijos se mezclen con otros niños. La décima parte más pobre casi siempre vive en lugares donde no hay Seguridad Social ni seguro de desempleo; la décima parte más rica no es capaz de imaginarse a sí misma, ni siquiera teniendo que intentar vivir sin esas ayudas. La décima parte más pobre sólo puede conseguir un trabajo como empleado en la ciudad, o bien es campesina de áreas rurales; la décima parte más rica no puede imaginarse no ganando un elevado salario mensual. Por encima de ellos (la franja más rica de esa décima parte), los más ricos no pueden imaginarse viviendo de un salario en vez de las rentas procedentes de los intereses que generan sus riquezas.”

Para que la humanidad se libere de esta hipocresía tiene que luchar por una justicia real, y esto supone desmantelar un sistema que se ha corrompido en su base, por ello hay que avivar el liberarnos de estructuras corruptas, donde existe explotación del ser humano, enfermedad, hambre, abusos de poderes, de la arbitrariedad de unos pocos, del dolor, de la mentira. Tal vez la libertad civil o política llegue más tarde, pero antes, debe llegar la liberación como tarea para la dignidad y la coherencia.

La compasión.

Llegados a este punto siento profundamente que el género humano necesita sentir la compasión en su interior. Esta palabra no es “estética” ni es una postura, deviene de una acción práctica, e implica un compromiso que sale fuera de nuestras fronteras de confort, sobre todo cuando nos enfrentamos a obstáculos o nos desviamos del camino.

Finalmente quiero decir que la compasión tiene que ser inclusiva y universal, extendiéndose a todos los seres sin discriminación, nadie puede ser excluido.

“Sólo cuando conocemos bien nuestra oscuridad podemos estar presentes con la oscuridad de los demás. La compasión se vuelve real cuando reconocemos nuestra humanidad compartida” (Pema Gödrö. Monja budista)

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