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LA ESTUPIDEZ HUMANA SUS CONSECUENCIAS. (I PARTE), Juan Saborido Gago

LA ESTUPIDEZ HUMANA SUS CONSECUENCIAS. (I PARTE), Juan Saborido Gago
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sábado 13 de agosto de 2022, 11:38h
LA ESTUPIDEZ HUMANA SUS CONSECUENCIAS. (I PARTE), Juan Saborido Gago

“Nunca discutas con un estúpido: te hará descender a su nivel y ahí te vencerá con su experiencia” (Mark Twain)

LA ESTUPIDEZ HUMANA SUS CONSECUENCIAS. (I PARTE), Juan Saborido Gago

En 1866 Eduard Erdmann, que fue discípulo del prestigioso Hegel en la universidad de Halle, fue a dar una conferencia titulada “La estupidez”, cuando se anunció esta fue acogida con carcajadas, por ello, este artículo pretende ser, más que nada, un deseo profundo para que usted lector, al igual que yo, seamos capaces de pararnos y reflexionar más allá de la dimensión que expone este enunciado sobre los actuales perfiles de personas con las que cotidianamente interactuamos.

También deseo advertir al lector, que el concepto de estupidez es difícil de definir, ya que probablemente el que escribe puede ser un estúpido empedernido; si por el contrario tratase de escribir o definiese la inteligencia tendría que ponerme en tercer plano, escondido, pues hay personas con un nivel superior al mío.

Soy persona que me gusta ir más allá de las simples apariencias a las que nos tiene acostumbrado este sistema y que nos mantiene permanentemente sumidos en un sueño placentero, por ello, me gusta observar lo que ocurre a mi alrededor y sobre todo contemplar, desde la distancia y la experiencia, con quien me he rodeado.

También soy un soñador en la creencia de que el actual sistema puede ser transformado en algo realmente bueno para todos los seres humanos, y no sólo para un pequeño grupo de privilegiados ególatras, mientras el grueso de la humanidad pasa necesidades o andan sumidos en la idiotez más profunda.

Pero este espíritu de soñador no me aleja de la realidad sangrante. No pretendo enjuiciar la labor de las personas, pero si despertar la atenta mirada del “observador” para que seamos capaces de reconocer ciertas aptitudes y como no, sus actitudes, para alejarnos lo más posiblemente de aquellas que generan malestar, en nuestra convivencia. Tal vez esos comportamientos son inducidos por nuestro actual sistema de enseñanza que proporciona un abonado campo de estúpidos inconscientes y lo más grave, de los conscientes que creen en su “lucidez”.

Para ello, me baso en los diferentes estudios realizados al respecto desde el campo de la filosofía, profesores y estudiosos que avalen y sustenten esta reflexión, y, sobre todo que ahonden en esta actitud humana que ha generado y genera tanto mal e incordio en los diferentes estamentos que la constituyen desde la política, la economía, la acción sindical, la religión e incluso la ciencia.

Por supuesto, dejo que el lector saque sus propias conclusiones desde su propia experiencia.

En primer lugar, quiero exponer muy brevemente al historiador económico italiano Carlo María Cipolla con su famoso ensayo, “Teoría de la Estupidez”, publicada en 1988 titulado “Allegro ma non tropo” (Alegre, pero no demasiado) se fundamenta en cinco leyes que definen la estupidez:

“1. Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros sobreestima el número de individuos estúpidos en circulación.

  1. La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona.
  2. Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de persona sin obtener ella ganancia alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso.
  3. Las personas no estúpidas subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que, en cualquier momento, en cualquier lugar, y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso.
  4. Una persona estúpida, es el tipo de persona más peligrosa que pueda existir”

Cipolla deduce de su tercera ley, dos factores o ejes de coordenadas importantes, sobre los que dibuja un gráfico muy significativo. Estos ejes son: “Beneficios y perdidas que el individuo se causa a sí mismo, y Beneficios y pérdidas que causa a los otros”.

De donde se diferencia cuatro tipos:

1 inteligentes: benefician a los demás y a sí mismos.

2 incautos o desgraciados: benefician a los demás y se perjudican a sí mismos.

3 estúpidos: perjudican a los demás y a sí mismos.

4 malvados o bandidos: perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.”

En segundo lugar, traigo a la palestra a nuestro celebre profesor de filosofía y escritor español, destacado en el campo del ensayo y los artículos periodísticos Fernando Savater, en uno de sus artículos titulados “La estupidez según Fernando Savater”, incide en el grado de esta diciendo:

“Si la estupidez es mala en todos los estamentos humanos, entre intelectuales alcanza una gravedad especial. Suponer que todos los «intelectuales» son básicamente «inteligentes» es un error muy generoso, fundado quizá en la homofonía de ambas palabras. Por el contrario, el terreno de debate intelectual atrae al estúpido con particular magnetismo, le estimula hasta el frenesí, le proporciona oportunidades especialmente brillantes de ser estentóreamente dañino. Lo más grave es que su imbecilidad habitual pierde el carácter benévolo, aunque descarriado que posee por lo común la estupidez (que en el fondo es una perversión alimentada de buenas intenciones) y puede llegar a ser insólitamente malévola o cruel. Ya Voltaire, en su Diccionario filosófico, había señalado este peligro gremial: «La mayor desgracia del hombre de letras no es quizá ser objeto de la envidia de sus colegas, o víctima de los contubernios, o despreciado por los poderosos de este mundo; lo peor es ser juzgado por tontos. Los tontos llegan a veces muy lejos, sobre todo cuando el fanatismo se une a la inepcia y la inepcia al espíritu de venganza.»

Luego expone con diáfana claridad los síntomas a los que hay que estar muy atentos para no caer en la estupidez o idiotez:

“Los síntomas más frecuentes: espíritu de seriedad, sentirse poseído por una alta misión, miedo a los otros acompañados de loco afán de gustar a todos, impaciencia ante la realidad (cuyas deficiencias son vistas como ofensas personales o parte de una conspiración contra nosotros), mayor respeto a los títulos académicos que a la sensatez o fuerza racional de los argumentos expuestos, olvido de los límites (de la acción, de la razón, de la discusión) y tendencia al vértigo intoxicador, etcétera.”

Por último, entre saco de los autores contemporáneos, uno de los pocos que se ocupa de la teoría de la estupidez es el medievalista y narrador italiano Umberto Eco, a través de su personaje Belbo en El Péndulo de Foucault. Allí, en el capítulo décimo, hace una distinción entre cretinos, locos, imbéciles y estúpidos propiamente dichos.

Para Eco, la diferencia entre estos dos tipos de estultos sería que el imbécil se equivoca de comportamiento, mientras que el estúpido propiamente dicho erraría en el razonamiento. El imbécil, por eso, es «un comportamiento social. El imbécil es el que habla siempre fuera del vaso (…), es el que siempre mete la pata, el que le pregunta cómo está su bella esposa al individuo que acaba de ser abandonado por su mujer (…). El imbécil está muy solicitado, sobre todo en las reuniones mundanas, incomoda a todos, pero les proporciona temas de conversación. En su versión positiva llega a ser diplomático (…). El imbécil no dice que el gato ladra, habla del gato cuando los demás hablan del perro». En cambio, «el estúpido no se equivoca de comportamiento. Se equivoca de razonamiento. Es el que dice que todos los perros son animales domésticos y todos los perros ladran, pero también los gatos son animales domésticos y por tanto ladran. (…) El estúpido es muy insidioso. Al imbécil se le reconoce enseguida (y al cretino ni qué decir) mientras que el estúpido razona casi como uno, sólo que con una desviación infinitesimal».

Recomiendo al lector que acceda a su obra póstuma “De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro que nos espera” publicada en el 2016 consta de decenas de artículos publicados durante el pasado siglo XXI.

“Cualquier hombre puede cometer un error, sólo un estúpido sigue haciendo lo mismo” (Cicerón)

Por mucho que me cueste reconocer que actualmente la estupidez se ha convertido en algo institucional y esta sigue siendo la impulsora y fundamentadora de muchas organizaciones, empresariales, sindicales, políticas y sociales.

Tener o ser creativo no se aprecia (otra cosa es en el arte o la literatura etc.,) tener un pensamiento crítico es toda una amenaza para este sistema rígido e implacable con aquel que “se quiere salir del tiesto”

Como dije, usted lector puede “caer en la cuenta” de todo esto y sacar sus propias conclusiones. Tampoco deseo dejar “un mal sabor de boca” por eso en la segunda parte de este articulo propongo “posible soluciones a esta enfermedad”.

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