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Culturilla Naval: Placas para “personalizar” norays portuarios. Una costumbre tan bonita como poco extendida, por Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío ®

Culturilla Naval: Placas para “personalizar” norays portuarios. Una costumbre tan bonita como poco extendida, por Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío ®
jueves 16 de diciembre de 2021, 10:44h
Culturilla Naval: Placas para “personalizar” norays portuarios. Una costumbre tan bonita como poco extendida, por Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío ®

En el año 1992, con motivo del 4º Centenario del descubrimiento de América, el puerto de Cádiz concentró del 29 de Abril al 3 de Mayo a una gran cantidad de veleros escuela de muchas Armadas, veleros a los que desde allí se les daría el “pistoletazo de salida”, para iniciar la que se dio en llamar la “Gran Regata Colón 92”.

Culturilla Naval: Placas para “personalizar” norays portuarios. Una costumbre tan bonita como poco extendida, por Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío ®

Aquella concentración de veleros tuvo una tremenda repercusión a nivel mundial,, pues nunca antes se habían dado cita tal cantidad de buques de ese tipo, lo que dio lugar a múltiples actos, que tuvieron su explosión de color a la hora de la salida a la mar de los buques, resultando un espectáculo irrepetible, haciendo SSS. MM. los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía acto de presencia presidiendo algunos de los eventos que esos días tuvieron lugar.

En aquella ocasión, nuestro buque-escuela “Juan Sebastián de Elcano”, se encontraba atracado en el muelle principal del puerto de Cádiz, junto a otros buques de su tipo, teniendo el “largo de proa” dado al noray nº 11 del citado muelle, noray que vería como la ciudad de Cádiz “bautizaría” en aquellas fechas y con motivo de tan importante evento en honor de nuestro representante y embajador más carismático, colocando soldada sobre él una significativa placa de bronce fundido, que indicaría a los futuros marinos usuarios de ese noray, que el mismo “no era un noray más”, sino que a partir de ese momento iba a ser “el que la ciudad de Cádiz dedicó al Elcano”.

Poco tiempo después de aquella efemérides, fallecería don Juan de Borbón, el cual todos los veranos gustaba de navegar por el Mediterráneo y siempre había algún día en el que, dentro de ese periplo, recalaba en Cartagena, ciudad en la que gustaba de dejarse caer sobre todo en época estival, puerto en el que por motivos obvios de seguridad se le reservaba atraque en el muelle de Levante del Arsenal, donde permanecía algunos día su yate “Giralda” custodiado por la propia seguridad del recinto militar, escalas que se han estado repitiendo durante varios años.

Tras el fallecimiento del padre del Rey, don Juan Carlos donaría el yate a la Armada, que lo daría de Alta en la LOBA (Lista Oficial de Buques de la Armada) como “Velero de Instrucción”, quedando asignado a la flotilla de barcos similares de la Escuela Naval Militar de Marín, para prácticas de navegación de los futuros oficiales. A raíz de aquello, la propia Armada, quizás tomando como ejemplo la singular iniciativa que había tenido el Ayuntamiento de Cádiz el año antes, también le dedicaría un noray a una unidad, en este caso concreto el nº 8 del Muelle de Levante del Arsenal cartagenero, con una placa en la que quedó reflejado que el “Giralda” siempre que atracaba ahí, el “largo de proa”, que quizás sea la estacha más importante, o cuanto menos la más significativa de un buque, con la única diferencia de que mientras la placa del noray 11 del puerto de Cádiz se soldó al “lomo” del propio noray (que además hubo de ser modificado en parte) para el nº 8 del Arsenal de Cartagena, se tomó la opción de colocarla en el muelle, aunque eso sí, junto al citado noray.

Se daba así cierta “continuidad” a una bonita costumbre, la de dedicar norays portuarios a unidades navales (sean o no de la Armada), pero que sepamos no ha habido más ciudades en España que hayan seguido ejerciendo semejante detalle, aunque tenemos constancia de otros norays que también han sido “personalizados” (en cualquier caso de manera aislada y esporádica) en algún puerto del norte de Europa. Si esta bonita costumbre tan poco arraigada, en cierto modo se entendiera, al menos los amantes de las cosas de la mar en todas sus versiones, es más que probable que lo aplaudiéramos, sin duda, porque además, al estar nuestros puertos cargados de historia, a poco que buceáramos en ella a buen seguro que se encontrarían motivos sobrados para “bautizar” algún que otro noray más, lo que ayudaría a divulgar a las generaciones futuras algún que otro hecho notable acaecido en el ámbito naval de España…

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