ANDALUCIA

MOCIÓN DE CENSURA EN HUERCALOVERA, por Daniel García Posada

Viernes 12 de junio de 2020
Hoy, día 12 de junio, un año y pocos días después de las elecciones municipales, una moción de censura desalojará de la alcaldía de Huércal Overa a la socialista Francisca Fernández. La moción de censura es un instrumento democrático más, tan legítimo como los pactos postelectorales que puedan conformar una mayoría para dar estabilidad y seguridad a los gobiernos. Sin embargo, esta moción de censura, lejos de aportar estabilidad y progreso al pueblo es, en cierta medida, una moción que vuelve hacia atrás y que, de nuevo, sumirá a Huércal Overa en la apatía y desatino más estrepitoso.

El grupo de Ciudadanos, con la expulsión del partido, después de firmar la moción de censura con el PP, de José López salta por los aires y es víctima de los juegos de poder y componendas en el que el partido se encuentra en estos momentos. Desde el intento de apartar a María del Mar Meca, leal cumplidora de lo pactado, previa encerrona y denuncia por acudir a una peluquería en fase de confinamiento, Ciudadanos ha tomado una deriva que apunta al interés único y egoísta del que firma con el PP la moción. Intereses espurios y, posiblemente, de índole crematística, unidos a las guerras intestinas antes mencionadas y a la lucha por el poder de Marta Bosquet y de Miguel Cazorla, van a conseguir que quien denunciaba al anterior alcalde, ahora, en un ejemplo de malabarismo difícil de mantener, lo apoyará y sustentará con su voto. Mucho me temo, sin embargo, que tal apoyo y tal alianza, forjada y asentada en la desconfianza y en la lucha con antiguos compañeros de partido, no dejarán de sobresaltar al pueblo de Huércal Overa, a no ser que Domingo Fernández, muy probablemente, por otra parte, se pliegue a los intereses personales de José López.

A pesar de estos juegos y componendas políticas, lo que sí queda claro es que quien sufrirá y pagará los platos rotos será, como siempre, el pueblo. Frente a los años de Domingo Fernández, resumidos en la apatía y el relumbrón de lo folclórico (el tan antiguo como actual pan y circo), este año de Francisca Fernández suponía una brisa de aire fresco que se traducía en una mayor preocupación por el día a día del pueblo, una mayor transparencia en cualquiera de las actividades y contrataciones del Ayuntamiento y, sobre todo, un fuerte carácter social y una apuesta decidida y clara por el medio ambiente (sólo falta echar un vistazo a la exigua partida del último presupuesto del PP y el interés de los presupuestos presentados por el PSOE).

Cuando uno de los dos concejales decide romper un pacto que, hasta el momento, se estaba respetando, como muestra la lealtad y la posición tomada por María del Mar Meca, y del que se daba cumplida cuenta, está claro que obedece a que el actual equipo de gobierno no permitía a uno de los concejales hacer y deshacer a su antojo, con la vista puesta en intereses personales. Cuando se antepone, entonces, lo particular a lo general, no estamos ya ante decisiones políticas ni obedecemos ni cumplimos con nuestra encomienda, sino que subyugamos el bien general, a un beneficio o interés personal que nos invalida como servidores públicos.

Lo más dramático, con todo, es que ahora se arremanguen Domingo Fernández y José López y apuesten por el nuevo colegio de Huércal Overa cuando, en los últimos ocho años, ha habido un interés especial en torpedear y en impedir que dicho colegio fuese una realidad. A las pruebas me remito.

Cuando se anteponen las luchas partidistas a los servicios de un pueblo, cuando la política se entiende más como modus vivendi y no como servicio en pro de la comunidad, cuando, en definitiva, la política se convierte en un trueque e intercambio de intereses y prebendas, con la alargada sombra del manoseo del voto por correo y de las contrataciones y obras días antes de las elecciones, entonces y sólo entonces, el pueblo es preso de las malas artes y de la pésima gestión. En Huércal Overa, vuelven las brumas de la apatía y la desgana que se traducen en un parón, en la elaboración de unos nuevos presupuestos, mucho menos sociales y menos progresistas y en un Ayuntamiento prácticamente parado hasta finales de año, en el mejor de los casos.

Domingo Fernández ha vuelto.