Cumpliendo escrupulosamente el horario estipulado, cinco minutos antes de las ocho de la mañana, los seguidores de San Fermín entonan el rezo ante una pequeña imagen del santo que fue bendecida por el Obispo de Pamplona hace años. Frente al televisor rezan y observan por la televisión el discurrir del encierro mientras que alguno que otro realiza un vistoso quite similar al efectuado por los mozos pamplonicas que participan en la popular fiesta que anualmente atrae a miles de visitantes nacionales y extranjeros.
Y como no podía ser de otra manera, durante los días que se celebra el encierro taurino, los amigos degustan un magnífico desayuno en el que no falta la típica chistorra. Y como diría el castizo: suerte, vista y al toro, y que continúe la tradición.