Nos atribuimos un fenómeno específico que hemos desarrollado a través de millones de años, que llamamos “la condición humana”. Un marco conceptual donde situar ciertas características humanas, que han sido fundamentales en nuestra evolución. Una de ellas es la imaginación que no es solo un rasgo distintivo de lo social; es una fuerza impulsora que ha influido en nuestra transformación a lo largo del tiempo. Al permitirnos soñar, inventar y crear, la imaginación también ha sido fundamental para nuestra supervivencia.
En un mundo en constante cambio, la capacidad de imaginar lo que podría ser, en lugar de lo que es, sigue siendo crucial para enfrentarnos a los desafíos que ya nos plantea el presente y nos presentará el futuro. Así, la imaginación no solo nos ha hecho humanos, podríamos decir que es la esencia misma de nuestra humanidad. Esta facultad cognitiva ha sido fundamental para la aparición y construcción de nuevas formas culturales: narrativas, creación de arte, religiones, en el desarrollo de nuevas tecnologías o en la formación y progreso de las sociedades. También la implicaríamos en las experiencias, recuerdos y emociones durante nuestro desarrollo personal. La imaginación ha moldeado nuestro mundo y ha sido un factor clave, una habilidad mental fundamental, en nuestra adaptación y evolución.
La capacidad de prever posibles futuros y planificar sobre lo desconocido nos ha permitido, a los humanos, adaptarnos a diferentes entornos y circunstancias. Esta habilidad mental no solo implica la anticipación de sucesos, sino también la creación de elementos y narrativas que dan sentido a nuestra experiencia. Un artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) sugiere que la evolución humana podría haber tenido tanto éxito porque ella misma evoluciona. Pensamos que a este argumento habría que echarle unos pocos polvos de imaginación.
Por otra parte, actualmente vivimos en sociedades en tiempos de crisis económica y cultural, a causa de cosmovisiones enfrentadas. No se trataría de confrontaciones culturales, ni ideológicas, sino de perspectivas individuales basadas en la apropiación de lo material, de recursos: el canal de Panamá, Canadá, Groenlandia, el continente Ártico y el Antártico, etc. Lo nuestro es nuestro y parte de lo tuyo también; no hay reglas ni moral. El ultraliberalismo planteado en gobiernos de Argentina, El Salvador, EEUU, Hungría, Italia, etc. o golpes de estado en África, Mali, Guinea o Burkina Faso, podría hacernos pensar que son “malos tiempos para la lírica”, como decía una canción de Golpes Bajos de 1990. Tiempos demasiado mercantilistas surgidos de la nada, pero todos somos hijos de nuestro tiempo y los monstruos actuales tienen progenitores. El pensamiento liberal actual basado en un individualismo extremo, argumentado en la confortable zona europea conservadora, ha llevado al surgimiento de esperpentos que en estos tiempos asustan hasta a sus padres. Ahora, ideologías enfrentadas han de unirse para hacer frente a lo inesperado.
No podemos concebir ninguna cosa real más que bajo las condiciones de espacio (contexto) y tiempo. Nada en el mundo creado por el hombre, en un entorno determinado sea material o inmaterial, según indicaba Heráclito de Éfeso, puede exceder a las limitaciones espaciales y temporales, pero dentro de este marco filosófico también añade, “cómo aquello que es llevado en diferentes direcciones se pone de acuerdo consigo mismo”, como en el caso del arco y la lira. “La oposición entre estos elementos es lo que le da sentido… ya que uno de ellos sin la oposición del otro no es nada”. Pues pongámonos de acuerdo en principios básicos.
En la película de los hermanos Coen (2010) Valor de Ley la protagonista , Mattie Ross, pronuncia una frase poética antes de los créditos finales: “El tiempo se nos va”. Esta frase puede ponernos en situación en referencia a que hay una inevitabilidad en el paso del tiempo y que, este hecho, nos afecta ahora como personas y a nuestras vidas futuras, pues los hechos construidos por la vileza individual pueden llegar a ser irremediables. Las decisiones y acciones que determinemos hoy tendrán consecuencias a largo plazo; el tiempo no perdona.
Aristóteles definía al hombre como un animal social y en el interior nuestro, la imaginación, podría ser una herramienta poderosa para unirnos más, para fabricar nuestra resiliencia y ayudarnos en la construcción de nuevos esquemas sociales, por donde transitar. El mundo se nos parte en cosmovisiones enfrentadas. Ya no podemos hablar solamente de ideologías contrapuestas. Se trata de los planteamientos individualistas y absolutamente mercantilistas contra las ideologías basadas en cierta justicia social.
El pensamiento llamado progresista o de izquierdas, ha de quitarse el ropaje de superioridad moral e intelectual que siempre le ha caracterizado y el conservador publicitar que no ostenta la mayor representación y mejor gestión de lo social. Hemos de ser capaces de unirnos y de visualizar un futuro diferente, de imaginar soluciones creativas a problemas complejos, que nos pueden ayudar a enfrentar adversidades económicamente globales. La imaginación es un rasgo distintivo que nos ha hecho lo que somos: humanos.
También podemos esperar y rezar, pero no parece la solución. Hace pocos días leía una novela de Lorenzo Silva Las fuerzas contrarias donde el “picoleto” y filósofo Bevilacqua escuchaba una canción de Franco Battiato L’ombra della luce y su binomio le pregunta sobre lo que dice la canción. La respuesta no puede ser más imaginativa: está rezando. “Cuando mi camino se vuelve incierto…llévame de regreso al terreno más alto… y nunca me abandones”. Nada mejor que rezar para calmar nuestro espíritu. La novela enfrenta la moldeable justicia social contra la bajeza moral individual y, siguiendo el relato del texto, creo que no nos podemos quedar paralizados y rezando. Exactamente igual que lo que nos preocupa a nivel mundial. Porque este fenómeno del imaginario colectivo solo nos sirve para situarnos en una línea oscilante, desde donde ver pasar la vida y la muerte. Es algo estático. Necesitamos dinamismo creativo, nuevos esquemas y planteamientos.
La capacidad de imaginar futuros posibles nos ha permitido invertir e investigar en ciencia, educación o sanidad que han mejorado la calidad de vida y ampliado nuestras capacidades como colectividad. La globalización económica basada en sociedades justas e igualitarias, el fomento de la creatividad y el pensamiento crítico no solo es crucial para el desarrollo colectivo, sino también para la evolución de las poblaciones. La imaginación no es solo un sueño. En última instancia, la imaginación es lo que nos une, nos define y nos impulsa a seguir explorando el vasto potencial de la experiencia humana contra la injusticia.
Parafraseando al gran periodista Jesús R. Quintero reflexiono y creo que cuando a una sociedad le da igual perderlo todo, para enfrentarse al “Otro”, a lo despótico, y desaparecen los miedos, las ataduras y las cadenas es cuando empezamos a estar en condiciones de ganarlo todo. Retomo el eslogan de mayo/68: “La imaginación al poder”.