¿Parlanchinas o facundas?, ¿locuaces o elocuentes? A veces locuaces y a veces elocuentes. Hay de todo y de todas en la viña del Señor. Es un hecho empírico que, por regla general, las mujeres hablan más, y hasta mejor, que los varones. Debemos alegrarnos por ello, porque hablar nos humaniza… Deborah Tannen, destacada lingüista y académica estadounidense, ha explorado extensa e intensamente las diferencias en la comunicación entre hombres y mujeres. Según la doctora Tannen, existen diferencias sociolingüísticas en las formas de hablar de unos y otras. Señalaremos aquí las diferencias más relevantes:
Tannen afirma que las mujeres tienden a usar el "rapport talk" (charla simpática) para construir relaciones y crear conexiones emocionales. En contraste, los hombres suelen usar el "report talk" (charla informativa) para intercambiar datos, referir hechos y establecer su estatus dentro de un grupo. El "rapport talk", mayormente femenino, busca una conexión emocional en conversaciones que quieren ser colaborativas con un enfoque de intercambio de experiencias personales y sentimientos. Si las hablantes no se comprenden o empatizan, por lo menos simulan que validan emociones y experiencias ajenas.
El estilo masculino o más comúnmente asociado con los hombres (report talk) se centra en la transmisión de información y logros. Su propósito principal es agenciarse estatus o demostrar conocimiento en un contexto social. Por ejemplo, en su conversación, un hombre podría enfocarse en compartir datos o resolver problemas, priorizando casi siempre el contenido sobre la conexión emocional y pasando con más facilidad de la palabra a la acción.
Según Tannen, las mujeres suelen ser más sensibles a las interrupciones y prefieren escuchar y esperar su turno para hablar. Los hombres tienden a interrumpir más y a competir por el control de la conversación. Los estilos varían: las mujeres buscan más el consenso en las conversaciones, mientras que los varones tienden a ser más competitivos y directos. Las mujeres procuran utilizar un feedback (reacción, realimentación) más positivo, buscando crear un ambiente de apoyo y una atmósfera de proximidad, mientras que los hombres pueden ser más críticos, directos y cortantes en sus respuestas.
Respecto a los temas de conversación, es evidente que las mujeres suelen hablar más sobre temas personales y asuntos emocionales concretos, mientras que los hombres prefieren discutir sobre hechos, datos y cuestiones menos personales, más abstractos o generales. Los hombres son más “vergonzudos” que las mujeres a la hora de mostrar sus sentimientos y sus temores verbalmente, lo cual en absoluto quiere decir que sean necesariamente más valientes que ellas. Se podría decir que en la conversación entre ellos y con ellas suelen mostrarse más “recatados” que las mujeres, especialmente si ellas platican entre amigas.
Respecto a lo que los lingüistas llaman “rasgos suprasegmentales” de la conversación, es decir, entonación, gesticulación, volumen, etc., puede decirse que en general las mujeres usan una mayor variedad de entonaciones y gestos no verbales para expresar sus emociones, mientras que los hombres tienden a ser más monotónicos, a utilizar menos lenguaje corporal y a elevar el volumen.
Estos son sólo algunos ejemplos de las diferencias que Tannen ha identificado. Sus estudios han contribuido a una mayor comprensión de cómo el sexo biológico y/o el género social influyen en la comunicación y en las interacciones humanas. No obstante, conviene tener en cuenta que estas diferencias no son absolutas ni universales, sino que reflejan patrones culturales y sociales que pueden variar según contextos, según los estereotipos de género de cada comunidad. Además, es importante señalar que estos conceptos han sido debatidos y criticados, porque simplifican las complejidades del lenguaje y la extraordinaria diversidad de la comunicación humana.
Si bien hay varones predispuestos a aprender otras lenguas además de la materna, hombres que cuentan con facilidad natural para ello, es estadísticamente cierto que las mujeres tienen más ventaja innata para el poliglotismo. Sin duda acordaremos fácilmente que, en lugar de plantear las relaciones entre los sexos como una competencia desalmada o una lucha por acaparar poderes y privilegios, sería mucho mejor buscar la complementariedad, la avenencia, la amistad, porque –lo dejó escrito Campoamor– suele ser la amistad la que concluye por cumplir los juramentos del amor, pues la pasión huye fácilmente tras sus primeros ardores.
En ningún caso los sexos y los géneros deberían ser concebidos como islas independientes, sería mejor pensarlos como burbujas sutiles, cambiantes, fluidas y permeables, accidentes de la persona, que es lo que de verdad y sustancialmente importa por debajo de trajes, modas y hábitos. Una actitud bien dispuesta a aprender lo que ellas puedan ensañarnos o –por decirlo con Machado– “lo que puedan tener de hospitalario”, es tan deseable como útil. Y es mucho lo que podemos aprender de las féminas; por ejemplo, el arte de la escucha activa, el generoso préstamo de la atención, el talento para persuadir “a la chita callando”.
José Antonio Marina definió una vez el amor como conversación interminable, en esa dialéctica erótica nos convertimos y evolucionamos, nos transfiguramos anímicamente (“amada en el amado transformada” –como dijo el santo–, o viceversa). Incluso un positivista tan científico como Douglas Hofstadter reconoció la realidad de la fusión de almas. El genial psicólogo Carl Jung insistió en que en cada uno de nosotros habita un principio masculino (animus) y otro femenino (anima). No somos desde un punto de vista personal y espiritual compartimentos estancos separados por el sexo o el género, somos más complejos de lo que pensamos, aunque, desde luego, es imposible negar la biología. No extrañe la hipotesis –que, si no recuerdo mal, también le debo a Marina– de que el amor cortés, la erótica fina como conversación amorosa es, principalmente, un invento femenino, un invento que ha enriquecido el lenguaje con su lírica durante generaciones y eones.
Se dice que fue Aspasia, la hetaira amiga íntima o amante de Pericles, quien educó al líder demócrata en la oratoria, que tal vez fue ella quien le aconsejó en la redacción de sus discursos políticos. Esta primera dama clandestina fue figura muy influyente en la vida intelectual y política de Atenas durante el siglo V a. C. Había nacido en Mileto (Jonia), pero su origen como extranjera (meteca) no le impidió destacar por su inteligencia y elocuencia, ganándose un lugar en los círculos más prominentes de la época.
En el Día Internacional de la Mujer y bajo la advocación de Aspasia Milesia, celebremos el “eterno femenino” o a nuestra Hembra Ideal, como histórica Maestra de amable elocuencia, Genio propiciatorio de toda conversación elegante y Doctora universal en lenguas vivas.
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