Jueves 02 de enero de 2025
Mimaré mi fe y festejaré con moderación estos días, escribí en algun sitio hace tres semanas.
De momento estoy cumpliendo y a pesar de mi habitual e impertinente irritación de garganta (cosa habitual en estas fechas) dejo que el tiempo de Navidad transcurra entre reposo relativo y salidas cortas pero bien aprovechadas.
Mi móvil, como el de todos, se llena de buenos augurios y deseos de lo mejor para el próximo año, pero no nos engañemos. Hoy no tiene por qué ser un día diferente. Las camas de los hospitales seguirán ocupadas, los servicios de urgencia seguirán funcionando (hoy, si cabe, más que un día cualquiera). Las lágrimas recorrerán nuestras mejillas por esa persona querida que hace poco o no tan poco, se nos fue. Para mí este año ha sido el de la partida de mi amiga Maria Teresa y la de su sobrino Nacho. Recuerdo que, con motivo de la celebración del noventa aniversario de la primera, y en el momento "foto de familia" ante la monumental escalera de nuestro ayuntamiento cartagenero, entre sutiles codazos para ver quién se ponía al lado de la homenajeada, Nacho parecía querer quedar al márgen. Yo, que , como tantos amigos de mi admirada amiga, había participado en la lectura de sus poemas, me sentía en aquellos escalones como una pluma frente al vaivén de las olas, y fue entonces cuando llamé a Nacho y le dije: ¿Pero qué haces ahí escondido? ¡Ponte al lado de tu tía!. En la fotografía salió cerca de ella y aquel fue el último día en que lo vi.
En estos dos últimos años, muchas cosas han pasado y el hecho de que tengamos por delante otros 365 días no significa que el destino vaya a tomar derroteros distintos, pero hay una cosa que no cambiará nunca.Los buenos deseos, las atenciones recíprocas y saber que tantos se acuerdan de uno y uno de tantos es algo que nos alegra y nos da vida.
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