OPINION

HUMANIZACIÓN E INTELIGENCIA ARTIFICIAL, por Martín Momblant Momblant

Lunes 16 de septiembre de 2024

Vivimos en sociedades con profundos cambios tecnológicos que afectan, de forma directa, a la manera que tenemos de pensar y de actuar, de forma llamémosle tradicional. Una de las grandes transformaciones que se están produciendo, hoy en día, en la vida social es la llamada inteligencia artificial (IA) que parece ha surgido en época reciente y de manera espontánea, formando una de las innovaciones tecnológicas más novedosas tanto a nivel de empresas, como social y cultural. Quizá debamos plantear que para todos los hechos sociales hay un contexto y una historia y lo que nos dice la historiografía es que ya estábamos avisados sobre este fenómeno, desde hace bastantes años: Philip K. Dick de 1968 ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?; Arthur C. Clarke en su novela 2001: A Space Odyssey de 1968, donde está diseñado el HAL 9000, un robot con IA que carece de forma semihumana; los robots de la serie de películas Star Wars, cuyo inicio hay que situarlo en 1977; películas como Blade Runner de 1982 o Yo Robots libro de Issac Asimov; la saga de películas Terminator de 1984; El fin del trabajo de Jeremy Rifkin de 1996; libro y película Ready Player One de 2011; últimamente el libro publicado en 2023 Máquinas y memorias: El amanecer de la IA; y un largo etc. No parece ser que hay surgido recientemente la IA sino más bien que lleva muchos años entre nosotros sin que le prestásemos la más mínima atención.



Es necesario hacer notar que la IA está cambiando y moldeando las interacciones del ser humano, el conjunto de las estructuras sociales, la forma de valorar las representaciones culturales y, desde una perspectiva filosófica, crea controversias sobre las implicaciones éticas y políticas que conlleva su presencia en diferentes ámbitos. Desde este enfoque global reflexionaremos sobre cómo la IA impacta en nuestra sociedad analizándolo desde 4 apartados: las identidades culturales; el trabajo en el mercado laboral formal; las interrelaciones sociales; y, por último, la propia concepción como seres humanos.

Uno de los componentes principales de la IA son los famosos algoritmos, existentes desde hace décadas en los campos de la salud, finanzas o transportes, que cuando la consultamos nos recomienda realizar ciertas prácticas sin valorar aspectos de la grupalidad o de la sociabilidad. También interactuamos con los asistentes virtuales que ya están, con nosotros, de manera cotidiana desde hace mucho tiempo. Esta tecnología no solo amplifica toda la información que consultamos, sino que también nos moldea en nuestras preferencias o intereses, influyendo así en la construcción de nuestras identidades culturales. Estos mecanismos rigen las plataformas de las redes sociales: Facebook, Instagram y TikTok, etc. y están diseñados para maximizar la interacción del usuario en estas plataformas sociales, que durante esta interacción hombre-“máquina de persuasión global”, como indica el filósofo estadounidense James Williams, nos puede introducir en burbujas informativas que refuercen identidades culturales homogéneas no deseadas, puesto que la homogeneización tiende a reducir progresivamente la diversidad cultural. El filósofo y sociólogo francés Bruno Latour ya nos indicaba que en la actualidad las relaciones sociales están de alguna manera tecnológicamente mediadas, pero es en este contexto cuando se constituye nuestra humanidad, se transforman nuestros paisajes mentales y nuestra propia existencia. Este fenómeno nos hace reflexionar sobre la diversidad cultural y la fragmentación social, ya que las personas a menudo terminan interactuando, dentro de estas plataformas, con una versión sesgada del mundo, que a su vez fragmenta las creencias y los valores existentes en la persona.

La influencia de esta tecnología en el mercado laboral formal es uno de los elementos más controvertidos, que plantea dilemas a trabajadores y empresarios por la progresiva automatización en los procesos de producción que, paulatinamente, redefinen el concepto “trabajo”, la dignidad laboral y el valor de las personas. Esta mecanización provoca cambios significativos en los procesos productivos y en la creación de nuevos nichos económicos que rompen con lo tradicional. Este entorno laboral es nuevo en la historia humana, pero está generando cambios profundos, y a gran velocidad, lo que genera en amplios sectores sociales ansiedad e inestabilidad laboral.

Hemos de analizar estas transformaciones laborales, con profundas implicaciones sociales, no solo desde el sistema económico sino desde la identidad compartida y la cohesión social. La sociedad se ha de preguntar qué implica el valor del trabajo humano en un mundo cada vez más automatizado y globalizado y si el acceso desigual a estas herramientas tecnológicas, origina nuevas oportunidades aún por definir y conceptualizar o, por el contrario, genera brechas digitales que pueden llevar a amplios sectores sociales hacia la desigualdad permanente. Esta reflexión nos lleva a un debate sobre la ética del trabajo, su relación con el mercado y el empleo y sobre lo que es justo o aceptable socialmente.

La IA con sus herramientas de los chatbots, asistentes virtuales y plataformas están transformando la naturaleza de nuestras interacciones sociales, puesto que promueven nuevas formas de comunicación y de interrelación. Por un lado, facilitan nuestra conexión en ciertos contextos y, por otro, merman la calidad de las relaciones humanas. Debemos analizar si estas mediaciones tecnológicas afectan a otros significados sobre la relación, pertenencia, comunicación, conocimiento o, incluso, intimidad. Es decir, a la humanización como dinámica sociocultural. La socialización humana solo se produce gracias a las competencias comunicativas que se dan solo entre personas interrelacionándose con el ámbito social. Esta bidireccionalidad no se da entre máquina y entorno social.

En cuanto a cuestiones sobre la naturaleza humana la IA nos plantea cuestiones trascendentes sobre contextos en los que tradicionalmente se han considerado propias del ser humano como la capacidad de aprender, la adaptación o sobre la toma de decisiones.

Estos planteamientos nos llevan hacia debates filosóficos sobre la construcción de lo que es la conciencia y la subjetividad, para entender la re-construcción continua de nuestra identidad en relación a los avances tecnológicos. La identificación con nuestros semejantes solo es posible gracias a la habilidad de la empatía, característica que no podemos asignar a la tecnología. Por lo tanto, en un movimiento de aproximación y distanciamiento hombre-máquina debemos obtener otras perspectivas, donde crear nuevas narrativas sobre la IA, como co-partícipes en la construcción de nuestro futuro y así poder re-definir al ser humano moderno mediante capas superpuestas que nos asocien con la afinidad cultural, el trabajo o las relaciones sociales.

Como planteaba el filósofo Thomas S. Kuhn “Ese problema ¿Cómo debe ser el mundo para que el hombre pueda conocerlo? …es tan viejo como la ciencia misma y continua sin respuesta.”


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