La palabra pentecostés viene del griego y significa el día cincuenta. Al cabo de cincuenta días de la Pascua los judíos celebran la fiesta de Las siete semanas. Hasta principios del siglo III los cristianos no celebraban esta fiesta. Pero con el tiempo se empezó a darle más importancia, teniendo en cuenta la venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles.
Cuando Jesús subió a los cielos sus discípulos quedaron huérfanos y con miedo por el peligro que corrían por el hecho de ser fieles seguidores de Jesucristo. Se encerraron en una casa y no salieron hasta que sucedieron unos hechos peculiares que conocemos con el nombre de Pentecostés
La iconografía de Pentecostés se toma de Los Hechos de los Apóstoles (2, 1-4): “Cuando llegó el día de Pentecostés se encontraban reunidos todos juntos. De repente, como si se levantara un viento impetuoso, se oye del cielo un rumor que llena toda la casa donde se encuentran sentados. Entonces se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diversos idiomas, tal como el Espíritu les concedió expresarse”.
En Los Hechos de los Apóstoles no consta explícitamente la presencia de María en el acto, pero su consideración como “Reina y madre de los Apóstoles” hizo que en las primeras representaciones de Pentecostés ya fuese incluida. Aún queda más claro, después de la Ascensión de Jesús se especifica: ”Todos ellos eran constantes y unánimes en las plegarias, juntamente con algunas mujeres, como María, la madre de Jesús y con los hermanos de Él” (Ac 1, 14) “Cuando llegó el día de Pentecostés, se encontraban todos rezando”(Ac 2,1) El Evangelio de Juan (14, 16- 15, 26) también relata que Jesús había prometido a los Apóstoles que, una vez que se fuera de esta tierra, no les dejaría huérfanos sino que les enviaría de parte del Padre, el Paráclito (del griego parakletos, que significa “aquel que es invocado”.
En el retablo de Sant Martí Sarroca vemos que dentro de un marco arquitectónico incipiente todos los personajes de la escena de Pentecostés están dispuestos en composición oval alrededor de María, que está situada en el centro sobre una peana poligonal de madera. Las numerosas figuras cubren completamente toda la estancia. Centrando la escena, en la parte superior, el Espíritu Santo baja en forma de paloma y les exhala el don de las lenguas mediante un haz de rayos que van a parar a la cabeza de los presentes, para que prediquen la Buena Nueva.
Las expresiones de las caras son diversas, cosa que hace que el cuadro tenga una gran variedad: se pueden ver expresiones de admiración, de sorpresa, de recogimiento… e, incluso, hay algunos que, teniendo en cuenta el lugar donde dirigen la mirada parece como si se desentendiesen del hecho. Al lado de María también hay la misma mujer que hemos visto en la Ascensión: es una de las Santas Mujeres que se especifica en Los Hechos de los Apóstoles (Ac 1, 14)
La Madre de Dios ocupa el centro, claramente diferenciada de los otros personajes, con su manto azul característico, en posición de orante y con un pañuelo rojo que le cubre los cabellos. Encima se ve la paloma del Espíritu Santo representado en escorzo. Al lado de la Virgen, Pedro, a la izquierda del espectador, Juan a la derecha, representado como un joven imberbe. Se puede observar el rostro naturalista de Pedro (piedra sobre la cual Jesús edificará su Iglesia), absorto y con la expresión y la mirada ligeramente afligida por haber recaído en él, por designio de Cristo, el peso de la responsabilidad de dirigir la Iglesia primigenia. Y, como es habitual en su iconografía, está representado como un anciano de barba y cabello blanco. Es el mismo modelo de que se sirvió Cabrera para pintar a San José en el cuadro del Nacimiento.
Las manos de todos los personajes han estado distribuidas de una manera un poco amanerada. El movimiento tiende tímidamente al estilo internacional según la fórmula de Borrassà, todo y que la acumulación de nimbos componen un fondo de oro como en el estilo italo-gótico. También vemos la misma escena en el Pentecostés de los retablos de El Sant Esperit de Manresa, de Sixena y el de Sant Llorens de Morunys.