Cuando paseábamos en pleno corazón del barrio de Taksim en Estambul, hace ya 30 años, de momento lo escuchamos. ¡No podía ser!; pero si, sonaban campanas, nos retrocedió a la antigua Bizancio. Prestos como posesos seguimos la estela sonora; y, en diez minutos, la vimos alzada, hermosa y distinta en una ciudad musulmana. Allí estaba la armoniosa iglesia de San Antonio, de estilo neogótico veneciano, a modo de las iglesias italianas, con tres rosetones, con arcos de media punta enmarcado en tímpanos triangulares. Y nosotros turistas accidentales, atravesamos la verja de acceso, y vimos llegar lujosos autos con banderines indicadores de las distintas embajadas.
Hoy como entonces el nombre de Antonio en masculino o en femenino Antonia, deriva de Antonius (latín), significa valiente, el que se enfrenta a sus adversarios, digno de patricios, como Antonia la menor, hija de Marco Antonio y Octavia, madre del emperador Claudio.
El mismo trece de Junio, lejos de Estambul, en mi amada Lisboa, se celebra a su patrón, donde nació San Antonio de Padua. ¡Qué curioso! fue canonizado con el sobrenombre del lugar donde murió. Allí, en la ciudad de Pessoa, las calles se llenan de fiesta, como en el barrio de la Alfama, de colores, de fados, de guitarras portuguesas, la gente canta y bebe, y celebra el importante nombre que imprime carácter a su ciudad.
Es el día para recordar a tantos “Antonios” y “Antonias” que han marcado la historia universal y la personal. Por ello, por todos nosotros: ¡Viva San Antonio!... que me sabe a Junio.