ANTECEDENTES
El término Guerra Fría fue acuñado al acabar la SGM en 1945, tras crearse dos bloques, el Occidental-capitalista liderado por los EEUU, que culminó con la creación del Tratado del Atlántico Norte el 4 de Abril de 1949 y el Oriental-comunista dirigido por la URSS, que dio lugar al Pacto de Varsovia firmado el 14 de Mayo de 1955. La posesión del arma nuclear por ambos Tratados, supuso una carrera de armamentos que alcanzó su cúspide a mediados de los 80 con la estrategia de la Destrucción Mutua Asegurada o MAD, con más de 60.000 cabezas nucleares entre los dos bloques. Felizmente la elección de Mijail Gorbachov, Secretario General del Partido Comunista de la URSS y Ronald Reagan, a la sazón Presidente de los EEUU, supuso crear una relación de confianza e incluso de amistad entre ambos dirigentes, que comprendieron que una guerra nuclear con tamaño arsenal, eliminaría cualquier rastro de vida sobre la superficie terrestre. Cuando ambos acabaron sus respectivos mandatos, el número de ojivas nucleares se había reducido a la 6ª parte, 10.000, cifra que aún perdura entre los EEUU y Rusia.
LA SITUACIÓN ACTUAL
Los recientes y graves acontecimientos producidos por la Operación Especial ordenada por el Presidente ruso Putin, que enmascaraba una invasión por vía terrestre de Ucrania, ha encendido todas las luces de alarma de la Alianza, que ha comprobado que tanto sus directrices políticas como militares, se han mostrado insuficientes a la hora de impedir la invasión militar por parte de una potencia nuclear a un país libre que no pertenezca a la OTAN, contrariamente a la posibilidad por parte de la Alianza, de llevar a cabo operaciones militares en terceros países con efectivos de las Naciones Miembro bajo Mando Aliado, como las realizadas en Yugoslavia, Irak, Afganistán y Libia. Paradójicamente, esta supuesta imposibilidad ha servido para aumentar el peso y valor especifico de la Alianza, al mostrar a las naciones europeas el grave riesgo que supone estar fuera del paraguas protector de la mayor Alianza Militar de la Historia, venciendo las reticencias de naciones tradicionalmente neutrales, como Finlandia y Suecia, moviéndolas a abandonar su política de observadores internacionales imparciales a los que en teoría nada les puede afectar en el ámbito de los conflictos y guerras de terceros países.
CONCLUSIONES
La situación actual entre la OTAN y Rusia, dista mucho de la distensión creada en 1985 entre Ronald Regan y Mijail Gorbachov, que consiguieron crear una atmósfera de confianza en plena Guerra Fría que culminaría con la caída del Muro de Berlín, permitida por Gorbachov y cuyas consecuencias fueron la desaparición de la URSS y del Pacto de Varsovia en 1991, quedando la OTAN como única alianza supranacional político-militar a la que algunas naciones le atribuyeron el papel de gendarme mundial. El anterior Presidente de EEUU, Donald Trump, del partido republicano al igual que Reagan, intentó establecer una relación de confianza con su homólogo Putin, que posiblemente, de haber conseguido un segundo mandato habría llegado a buen término. La llegada del demócrata Biden interrumpió esa política de entendimiento rompiéndose los puentes de entendimiento entre la Casa Blanca y el Kremlin, antes de la invasión de Ucrania, provocando esta invasión la rotura de cualquier diálogo entre Biden y Putin para parar esa guerra injusta y demencial. Con un fin sine die, qué duda cabe que si alguna vez se logra el alto el fuego y un tratado de paz entre Rusia y Ucrania, las relaciones con la OTAN ya no serán las mismas de antes del 24 de febrero de 2022, habiéndose dado el pistoletazo de salida a una costosísima carrera de armamentos entre las naciones europeas y Rusia, que en el caso de la Unión Europea no garantiza la seguridad física de sus 27 miembros, excepto de aquellos que pertenezcan a la OTAN, hecho que ha provocado que tanto Finlandia, con 1.300 km de frontera con Rusia, como Suecia, país ribereño del Báltico, hayan solicitado su ingreso urgente en la Alianza, como un seguro de vida para su integridad física. La pregunta pertinente que nos queda en el aire es la siguiente: si el Gobierno y Parlamento ucraniano hubiesen solicitado por el mismo procedimiento de Finlandia y Suecia, un MAP corto y en 2014, Ucrania ya hubiese sido un miembro efectivo de la OTAN, ¿se habría Putin atrevido a invadir a su vecino occidental? La respuesta se la dejo al avezado lector.