A propósito de las celebraciones que se avecinan, con las procesiones y visitas a iglesias y catedrales, creemos oportuno y acertado hacer un análisis de la evolución de la pintura gótica y así tendremos una mejor comprensión y admiración de lo que veamos.
La pintura gótica no aparece hasta alrededor del año 1200, es decir, casi 50 años después del comienzo de la arquitectura y la escultura góticas. Y es lógico que la pintura fuera de las tres artes plásticas la que tardara más en hallar sus sendas estilísticas. Se comprende porque, siendo arquitectónicas las primeras empresas góticas de envergadura, que precisaban mucho tiempo para darse fin, la pintura había de aguardar la hora de poder operar.
La transición de la pintura románica a la gótica es muy imprecisa y no hay un claro corte. El impulso decisivo de esa pintura realista cristiana se produjo en la Italia septentrional de finales de siglo, diseminándose después por el resto de Europa. El periodo gótico se extendió durante más de doscientos años.
Cambio de mentalidad de la sociedad
A partir del siglo XIII el hombre ya no está dominado por el señor feudal, hasta cierto punto posee un mayor grado de libertad. Aquellos que durante el mundo románico se habían parapetado detrás de la imagen justiciera de Dios, aquellos señores nobles dueños del cuerpo y de la vida de los siervos adscritos a la gleba, empiezan a estremecerse ante el empuje de otra casta social, la burguesía urbana. En las decoraciones de catedrales, iglesias, ermitas, en los palacios y mansiones privados, el terror y la angustia románicos dejan paso a una apreciación de la realidad dominada en lo religioso por el sentimiento y la emoción. En vez de las visiones apocalípticas de los Pantócrator, las Maiestat, las del Omnipotente Dios Juez, surgen por el contrario, nuevas iconografías más humanizadas. En vez del Dios Todopoderoso aparece Dios-Hombre.
Un importante factor a tener en cuenta es el desarrollo de las ciudades, que se convierten en foco de atracción de la población rural y dan lugar a una nueva estructura social gracias a la expansión de los artesanos y comerciantes, que permitieron el triunfo de la burguesía.
O sea, en la evolución iconográfica de fines del siglo XIII y de la primera mitad del XIV va desapareciendo la consideración del hombre como deudor en sumo grado de Dios por ser creado por Él y del ser que perdió su inicial estado de perfección y de felicidad. Ahora el programa iconográfico se centra sobre todo en el Nuevo Testamento. Si la Maiestat se puede considerar la imagen más característica del románico, la crucifixión lo es del gótico. La Cruz deja de ser un título de gloria para la divinidad triunfante sobre la muerte y empieza a ser, con la sangre, el sufrimiento y la muerte de Jesús, lazo de unión entre el pueblo, que tenía que batallar con una dura vida cotidiana, y la divinidad convertida en hombre.
A partir del siglo XIII proliferan las meditaciones entre beatos y santos sobre la vida de Cristo. Alrededor de la figura de Cristo se crea un sentimiento patético, del todo desconocido en el mundo románico, a través del cual el dolor se confunde con el fervor. En el Crucificado se acentúan los rasgos pasionales y cruentos y Cristo muerto cuelga de la cruz, llagado y con la corona de espinas.
Características de la pintura gótica
La característica más evidente de la pintura gótica es un naturalismo cada vez mayor, frente a las simplificadas e idealizadas representaciones del románico. Se considera que esa característica surge por primera vez en la obra de los artistas italianos de finales del siglo XIII y que marcó el estilo gótico. Este estilo es dominante en la pintura europea hasta finales del siglo XV, que, como se sabe, en esta centuria convive con la pintura renacentista del quattrocento italiano.
La pintura gótica se desprende de los convencionalismos y amaneramientos bizantinos y románicos y se aproxima a la imitación de la Naturaleza, que será el ideal del Renacimiento, pero se diferencia de la pintura renacentista en que no cifra su perfección en la belleza de las formas exteriores. Antes que resaltar esa belleza se pone el acento en los valores expresivos para favorecer la comprensión de las historias narradas: la delgadez y el alargamiento del cuerpo de Cristo crucificado evidencian mejor su sufrimiento que las correctas proporciones. La expresión de los rostros responde también a la misma intención y permite, además, diferenciar a los personajes buenos de los malvados.
En el gótico, en correspondencia con las nuevas tendencias filosóficas y religiosas (recuperación de la filosofía de Aristóteles a través del averroísmo y el humanismo de San Francisco de Asís) se tendió a aproximar la representación de los personajes religiosos (los santos, los ángeles, la Virgen María, Jesús) en un plano más humano que divino, dejándoles demostrar emociones y sufrimientos, rompiendo así con el hieratismo y formalismo románico y bizantino. Hay mucho sentimiento en las obras góticas. La aparición de las órdenes mendicantes es otro factor de cambio desde el momento que propugnan una religiosidad más emotiva y cercana al fiel. Por otra parte, las nuevas formas y estilo de vida de la burguesía repercutieron en un arte más rico y decorado. La burguesía demanda más detalles narrativos, más frescura, más color, más luminosidad.
Los manuscritos iluminados representaron la más completa documentación de la pintura gótica. En la pintura de los códices o miniaturas se busca la realidad y delicadeza en las figuras. Las miniaturas consistían en pequeñas composiciones: pinturas o dibujos de figuras enmarcadas en las letras iniciales o en diversos compartimentos como medallones, arabescos, etc... Se llamaban miniaturas porque se realizaban con minio, u óxido de hierro, mezclado con colorantes naturales. Los manuscritos ilustrados tuvieron una amplia difusión internacional a través de las cortes reales y de la nobleza europea y contribuyeron, en cierto modo, al desarrollo y difusión de la iconografía en la pintura gótica.
La pintura sobre tabla: los retablos
Aunque se ha dicho que la pintura gótica tiene su espacio propio en los grandes vitrales de las catedrales y en las miniaturas policromas de los libros, lo cierto es que la pintura propiamente dicha donde subsistió fue en los retablos, que son tablas pintadas o esculpidas que ornamentan los altares de las iglesias y las tablas de devoción, individuales y de menor tamaño que adornan capillas y casas particulares.
Desde los primeros tiempos del Cristianismo el elemento central de la liturgia es el altar. En un principio era exento y central con los fieles alrededor recordando el banquete de la Última Cena. Pero con el fortalecimiento de la autoridad del clero los altares fueron desplazándose a un lugar cerrado e inaccesible – el iconostasio- , a la vez que quedaban adosados al muro. Pero a lo largo de la Baja Edad Media se produce un cambio muy importante en el interior de todos los templos, sean éstos monásticos, catedralicios o parroquiales. Durante los siglos XI-XIII se utilizan los ábsides (debajo se situaba el altar) para pintar la figura de Cristo, a veces la de la Virgen, como símbolo de la Verdad Sagrada, como Verdad inmutable, siendo las fachadas de los templos, los frontales de altar y los capiteles las principales superficies donde se despliegan imágenes, narraciones y mensajes simbólicos con carácter pedagógico y catequístico (Ripoll o el Pórtico de la Gloria en Santiago de Compostela, por ejemplo) A partir de los siglos XIV-XV será el retablo de la capilla mayor el que de alguna manera tome el relevo en esa función catequística.
Si la pintura mural y los frontales de altar sobre tabla predominan durante los periodos románico y gótico lineal, es en la segunda mitad del siglo XIV, con la implantación del estilo italo-gótico, cuando el retablo (retro-tabula= detrás del altar) se impone progresivamente como mueble litúrgico. El retablo se sitúa detrás del altar, porque éste es el punto de focalización de las miradas más importante del espacio. Hacia ese lugar todos los fieles dirigen sus miradas y oraciones, por lo que también es un instrumento de estimulación religiosa con su carácter ilustrativo y pedagógico. Es por ello que se ha de poder ver bien, ha de enseñar cuantas más cosas mejor, ha de ser un objeto brillante, suntuoso. En un principio los retablos son pintados, pero con el tiempo y las posibilidades son decorados con bajorrelieves en madera o alabastro.
En la época en que se ejecutaron los retablos la mayoría de las gentes era analfabeta, incluyendo nobles y reyes; únicamente la minoría eclesiástica sabía leer. Los retablos servían, pues, para enseñar la historia sagrada a quienes no podían leer la Biblia e ilustrar a los fieles sobre la vida de Jesús, la Virgen o los santos. Los retablos son idóneos para explicar esas historias. Ello comporta muchas escenas en donde se narran ciclos más o menos completos de la vida y milagros de Cristo, la Virgen y de los Santos. Se trata de acercar la religión al fiel. La disposición de las escenas en casas o plafones recuerda las viñetas de un tebeo y, al igual que en el tebeo que el protagonista aparece en la portada, en los retablos la calle principal está ocupada por el personaje principal.
Los retablos se componen de:
Fases de la pintura gótica
En la evolución de la pintura gótica se distinguen cuatro estilos, cuya cronología es difícil de concretar por la simultaneidad de algunos de ellos. Esos cuatro estilos son: el franco-gótico o lineal, el italo-gótico, el internacional y el flamenco.
Estilo franco-gótico o gótico-lineal
Se inicia a mediados del siglo XIII y se mantiene hasta mediados del siglo XIV, coexistiendo en esta centuria con el estilo de influencia italiana. En el gótico-lineal el dibujo tiene gran relevancia, destacando las líneas que limitan las superficies coloreadas. Predomina un cromatismo vivo frente a los matices de color por la influencia de vidrieras y miniaturas. Los colores son planos. El realismo se manifiesta en el estudio de las formas. Este estilo es característico de las miniaturas y de las vidrieras de las catedrales, esencialmente francesas, como la Sainte-Chapel.
Estilo italo-gótico
En él se funden las tradiciones del arte bizantino con los primitivos estilos clásicos o paleocristianos de Florencia y Siena. Se considera a Cimabue al iniciador del estilo al intentar abandonar lo bidimensional del estilo bizantino, pero será su discípulo Giotto el verdadero iniciador de la pintura moderna al buscar representar el espacio correctamente, así como adecuar las expresiones y los gestos en relación con el estado de ánimo del personaje. Sus obras más famosas son sus pinturas murales. Cubrió con 38 escenas evangélicas, algunas de gran dramatismo, los muros de la capilla de los Scrovegni de Padua, en el norte de Italia, con temas sacados de la vida de la Virgen y de Jesucristo. La escuela sienesa se caracteriza por la riqueza cromática, azules intensos, rojos profundos, fondos dorados, color brillante, poetización del tema sagrado. Los pintores de Siena inventaron los retablos de gran tamaño para decorar los ábsides de las catedrales e iglesias toscanas. El preciosismo de la pintura sienesa tuvo gran influencia en la pintura de los distintos países de Europa. Y como consecuencia de la expansión catalana por el Mediterráneo hay en Cataluña durante la primera mitad del siglo XIV una gran influencia italiana. Destacan Ferrer Bassa que decora el monasterio de Pedralbes, Destorrens que realiza el retablo del Palau de la Almudena de Palma de Mallorca. Pero serán los hermanos Serra que montan su taller en Barcelona llegando a ser el más importante durante la segunda mitad del siglo XIV. Su obra más destacada es el retablo del monasterio de Sixena. Al más pequeño de los hermanos Pere Serra se le atribuye el retablo de la Venida del Espíritu Santo o Pentecostés
Las características del estilo italo-gótico son:
Estilo internacional
Los contactos entre las tradición nórdica y centroeuropea con la italiana se intensifican y el resultado no es una simple aceptación de un modelo respecto del otro, sino la simbiosis de los dos. El público empezó a juzgar las obras de estos nuevos artistas por la habilidad con que era reproducida la Naturaleza y por el valor de los detalles atractivos que el artista acertaba a introducir en los cuadros. Francia es el centro difusor de estas tendencias, aunque se trata de un estilo verdaderamente internacional porque se cultiva por toda Europa.
Las características que definen el estilo internacional son:
Los principales representantes de este estilo internacional en Cataluña fueron Lluis Borrassà y Bernat Martorell
Estilo flamenco
Surge en Flandes durante el primer tercio del siglo XV, al mismo tiempo en que en Italia se encuentran ya en el Renacimiento. Este estilo se difunde por el resto de Europa, salvo Italia. Su principal innovación técnica es la pintura al óleo, lo que permite mayor coloración, sutileza y detallismo. La pintura al óleo reemplaza definitivamente a la pintura al temple, al igual que el lienzo, en vez de la tabla. En el estilo flamenco hay una minuciosidad absoluta en la representación de los detalles, aunque continúa con el simbolismo, pues con frecuencia, detrás de los objetos más triviales hay mensajes ocultos, lo que convierte los cuadros en verdaderas alegorías. El mantenimiento de convencionalismos, como composiciones confusas, pliegues angulosos, gestos forzados, solemnidad excesiva, separa esta pintura del Renacimiento y hace que continúe dentro del gótico.
Las principales características que definen el estilo flamenco son:
Los iniciadores de este estilo flamenco son los hermanos Van Eych y el denominado Maestro de Flémalle. Los primeros son autores del políptico Cordero Místico, de La Virgen del canciller Rolin y El matrimonio Arnorfini. El Maestro Flémalle es autor de Los desposorios de la Virgen. En el último tercio del siglo XV y principios del XVI trabajaron una serie de pintores que profundizaron en las características del estilo flamenco como Memling, Patinir, Brueghel… Pero quien supera los límites de este estilo fue El Bosco que crea un mundo extraño, alegórico y una ironía burlesca desconocida hasta entonces, como vemos en El Jardín de las delicias o en El carro de heno.