¿Qué ocurre cuando en un gobierno democrático se perfilan ciertas formas encubiertas de totalitarismos? ¿Se puede llamar totalitario un régimen democrático? ¿Cuáles son las características de un régimen fascista? ¿Qué pueden hacer los sindicatos ante estos embates?
A estas y a otras cuestiones me gustaría responder, aunque son de difícil respuesta, dada la complejidad desde el contexto de donde surgen.
En el ámbito nacional llevamos unos años en los que por una razón o por otra, van apareciendo de forma significativa, ciertas tendencias extremas, estas se pueden percibir a través de la aparición en el arco político, de grupos ultraconservadores o extremistas; grupos enfundados en antiguos preceptos y normas del antiguo régimen, que durante cuarenta años impuso una ley férrea y de muerte.
Lo curioso de todo esto es que están apareciendo, no en esos que añoran recuerdos del pasado, sino en personas que ni por asomo vivieron el inmenso dolor de una guerra fratricida. Parece que hay algo nuevo que les induce a desear un estado represivo y violento, lo mismo está ocurriendo en Europa ¿Qué valores se está promulgando? la xenofobia, homofobia, racismo, violencia, intolerancia, etc. ¿Será la consecuencia de un sistema que no funciona?
Todos sabemos que estamos ante una globalización, es decir, la integración de las diversas sociedades en un sistema global, donde respetándose las diferencias, todos nos encontramos en un punto común, para ello, se potencia la libertad de movimiento y traspaso, no solo económico sino también de personas. Para analizar las tendencias extremas, debemos tener una cosa clara, y es que una persona “no nace racista” sino que se aprende a ser racista; si desde pequeño se le enseña a vivir en “la diversidad”, se estará creando una personalidad que no desarrollará los valores racistas. Por tanto, existe un principio generador de ciertas conductas, que pueden ser ejercidas desde un sistema económico, un sistema político, un sistema educativo, incluso por diversos sistemas religiosos (recordar las cruzadas y la inquisición en nombre de Cristo) y también por el conjunto de todos ellos por un interés común “el poder”.
Además, tenemos otro factor y es que estamos ante “un nuevo paradigma”. El termino paradigma fue acuñado por el filósofo estadounidense Thomas Khun y lo expone de esta forma “Considero a los paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica”. No existe un solo paradigma, sino que se presentan en diferentes disciplinas, la ciencia, la cultura, la sociedad, o a nivel de cada persona. Nos encontramos inmersos en un mundo muy complejo, donde los avances científicos y tecnológicos han dado un salto tanto cuantitativo como cualitativo, dejando atrás a las personas que no son capaces de dar una respuesta a esta nueva realidad.
Dicho esto, será por mi parte atrevido decir que el sistema es la causa principal y responsable, aunque puede que en algún momento el sistema está degenerando en una mala práctica, tal vez debido a intereses económicos; más bien me aventuro a decir que existe “un rechazo” por una parte de la ciudadanía que se quedó anclada en viejas costumbres y/o jóvenes que buscan respuestas fáciles ante situaciones complejas.
Remitiéndome al ámbito político andaluz se está produciendo de una forma sutil, un desplazamiento hacia espacios que tienen cierto “tufo” de anquilosamiento de tiempos pasados, de los que no queremos acordarnos, pero que están floreciendo regados tanto a nivel nacional como internacional.
Ciertamente es difícil contestar a las cuestiones que encabeza este artículo, ni tampoco se puede hacer una crítica a la ligera, pero a lo largo de nuestra historia podemos vislumbrar que ha habido personas, que con una gran perspicacia han sabido traspasar las fronteras de su tiempo, dándonos pistas, que han quedado desterradas pensando que nunca más tendríamos que pasar por esas tristes etapas.
Como decía, actualmente detecto ciertas señales, no sólo en el ámbito político, sino en lo social, en nuestras relaciones interpersonales; que algo está cambiando, pero veo que el común de los mortales no se percata de ello, tal vez porque seguimos dormitando en “la sociedad del bienestar”. Lo que si es cierto es que el ser humano no aprende o no desea aprender de su dilatada y dolorosa historia.
LAS CARACTERÍSTICAS QUE NO DEBEN DARSE EN UN SISTEMA.
Quiero traer como argumento base a este artículo un fragmento de la conferencia que realizó Umberto Eco en la Universidad de Columbia titulada “Ur- Fascismo”.
Para quien no lo conozca salto a la fama con su obra “El Nombre de la Rosa” premio Príncipe de Asturias, novelista, crítico literario, filósofo, semiótico (es una disciplina científica que estudia los diferentes signos con los cuales se puede construir y transmitir el sentido cuando se da el proceso de comunicación. Es una teoría del lenguaje que define al signo como la unidad mínima dentro de la oración) y profesor universitario. Los lectores pueden acceder íntegramente a ella en la página “EL Ambigú de las letras”
“Sin embargo, aunque los regímenes políticos puedan ser derrocados y las ideologías criticadas y destituidas de su legitimidad, por detrás de un régimen y su ideología hay siempre un modo de pensar y de sentir, una serie de hábitos culturales, una nebulosa de instintos obscuros y de pulsiones insondables. ¿Hay, entonces, otro fantasma que ronda Europa (para no hablar de otras partes del mundo)?” (Umberto Eco)
Según su autor advierte “Tales características no pueden reunirse en un sistema; muchas se contradicen entre sí y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo. Pero es suficiente que una de ellas se presente para hacer con que se forme una nebulosa fascista.”
Voy pues a transcribir de forma sintética las catorce características: