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VENTAJAS DE LA CASTRACIÓN por José Biedma López
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VENTAJAS DE LA CASTRACIÓN por José Biedma López

domingo 02 de febrero de 2020, 11:21h
Francisco Cascales fue un extraordinario humanista murciano, hijo probable de una tal Leonor, madre soltera. Puso el erudito el nombre de “Leonor” a una de sus hijas y nunca lució más que un apellido. Cascales se dedicó precoz al estudio de la gramática; sin embargo, muy joven todavía, cambió los libros por las armas. Viajó con los tercios del emperador por toda Europa y residió en Nápoles, donde trató a su virrey, Conde de Miranda. Hacia 1592, habiendo hecho “las romerías de Ulises” –como dice- regresó a España. Parece que, encarcelado, acompañó al marqués de Mondéjar en su cautiverio. A principios de 1594 se hallaba en Murcia. De entonces data un soneto que apareció en el poema heroico Las Navas de Tolosa de Cristóbal de Mesa. Preceptor de gramática en Cartagena, al fin ganó merecidamente cátedra en el Colegio de San Fulgencio de Murcia (1601). Enviudó dos veces, casó tres y cuatro hijas le sobrevivieron
VENTAJAS DE LA CASTRACIÓN por José Biedma López

Traductor, poeta y preceptista, historiador, comediógrafo, trabajador infatigable de las letras, ni sus escritos ni su cátedra le sacaron nunca de pobre, menesterosidad digna y seguramente elegida, pues “se angelicaba” con sus lecturas y escritos y no cesó de estudiar y escribir hasta su muerte. Fue muy apreciado por Lope de Vega que le dedicó calurosas alabanzas. Sostuvo correspondencia con los mejores talentos de la época, prueba de ello son sus Cartas Filológicas, de gracia extraordinaria y corrección lingüística inigualable. Con el gusto clásico, reverdeció su autoridad en el siglo XVIII, poniéndole la Real Academia Española entre las autoridades de la Lengua.

En su “Epístola a Jerónimo Martínez de Castro”, cuarta de sus Cartas Filológicas, hace Cascales un finísimo ejercicio de ironía en defensa de los capones cantores que hoy llamamos castrati. Contra la idea sustentada por su destinatario de que el capón es un sujeto imperfecto y vicioso, idea defendida según Cascales con argumentos que son hijos del ingenio y de la malicia, razona nuestro humanista en general, arguyendo que por faltarles los órganos genitales no son los castrados inferiores, igual que no dejó de ser valiente Aníbal por faltarle un ojo, ni mal filósofo el estoico Epícteto por ser cojo. Muy discutible nos parece la opinión que atribuye a Tertuliano, de que Demócrito se sacó los ojos porque no podía ver las mujeres sin irritación de la concupiscencia. No porque neguemos que Tertuliano inventara eso, conociendo sus bárbaras posiciones ultramisóginas, sino porque nos parece imposible que Demócrito de Abdera, el risueño descubridor de los átomos, fuese tan casto y “santo”.

“Capón” –dice Cascales- es el delicioso gallo castrado, que únicamente es más barato que la perdiz y el faisán por ser estas especies menos comunes y salvajes, ¿o acaso vale más la esmeralda que el pedernal por ser aquella más cara? Valiosísimo será el pedernal en cuanto falte el fuego, “príncipe de los elementos”. Y es que como escribirá luego Machado, “todo necio confunde valor y precio”. Pues bien, análogamente a la exquisitez del capón de corral, el hombre capón es el más perfecto de los animales. Y no por otra razón los ángeles del cielo, mensajeros de Dios, toman esta forma, ni la de mujer tetona ni la de varón barbado, sino la de capón.

Un siglo después de Cascales, el escultor Salzillo, su paisano, tallará su célebre Ángel de la Oración del Huerto (1754), maravilloso andrógino, o mejor aún, ángel sin sexo. Y esta es precisamente la figura del castrado para Cascales: varón acrisolado de su escoria, virgen castísimo. Hasta la gula inventó un vino eunuco que, purificado en cernadero de saco, no acomete a los hombres con la “vinolencia” del común, que tan fácil los transtorna.

En fin y concluyendo. Cuatro son las considerables ventajas del emasculado o capón: Primero, los castrados se libran del trato de las mujeres: “de aquel perpetuo enfado de dame, tráeme, esto deseo, esotro quiero, de sus desdenes y desvaríos, pues si no todas, algunas las hay con más vueltas que turbante de armenio. Segundo: el capón se libra de casarse (aunque se ven algunos casados), así excusa el pan cotidiano, la riña cotidiana, las lágrimas de la ausencia, los disgustos de la presencia, el bramido de los niños, los detrimentos del honor, los celos, etc. Tercero: el oficio del castrado lo es de ángeles, un cantar con la dulzura de los cándidos cisnes, con el gayo trinar de ruiseñores, con la armonía del movimiento de los astros celestiales; arrobar los sentidos y elevar almas, su principal función.

A estas razones hay que añadir ventajas indudables y salutíferas. Parece ser que los capones están exentos del mal de gota. Tampoco encalvecen, ¡y mira que la calvicie a muchos cabrea! Es el caso de Julio César, que no hacía sino perseguir la corona de laurel para ocultar su bola de billar. Esto de no ser calvos les viene a los eunucos de estar exentos del acto venéreo que limita las propiedades del cerebro, pues estando el cerebro entero, se conserva el pelo, y por eso ni nenes ni mujeres tienen calva. A falta de sexo, los capones tienen más seso, como ya insinuaron Hipócrates y Avicena. Y siendo la sesera origen y materia de la prudencia, es fuerza que los eunucos tengan sutileza de ingenio, buenos discursos, prontitud en el decir y madurez en el obrar, por eso han aconsejado, servido e instruido a príncipes y reyes de todas las edades del mundo.

Añade Cascales el ejemplo de ilustres castrados, desde el Antiguo Testamento. Caso de Putifar. Si su mujer solicitó al casto José, fue porque era virgen y Putifar eunuco. Daniel y sus compañeros, todos castrados. Partenio y Colocero, Jacinto y Proto, mártires capones. El padre de nuestra santa madre Iglesia, gran catequista Orígenes y el humanista cordobés Ambrosio de Morales (1513-1591), padre de la arqueología española, se hicieron eunucos voluntarios. No fue este el caso de Abelardo, al que el tutor de Heloísa mandó castrar por seducirla, lo cual ni terminó con su pasión por Heloísa, ni con la de Heloísa por Abelardo, ni con su talento como filósofo y teólogo, lo cual demuestra que el amor no es sólo cuestión de sexo. Doroteo, eunuco, fue patriarca de Antioquía. Y tampoco es que la castración sea ventajosa sólo en moral, religión o enseñanza; Narsés, sobresaliente general del emperador Justiniano fue eunuco. Y Favorino, capón, ejerció como gran filósofo y capital enemigo del emperador Adriano.

¿Hay que decir más? Sí, como epítome para la memoria: Estos insignes varones exentos de gónadas masculinas tal vez sean considerados como disminuidos por una cultura tan falocrática y patriarcal como la nuestra, pero, ya advirtió Cascales que los capones fueron ángeles de la tierra, músicos del cielo, prebendados de la católica Iglesia, ministros sagrados de los divinos oficios, patrones de la limpieza santa, ejemplos de continencia y comendadores de espera de la gloria de Dios. Esto o algo parecido dejó escrito el humanista murciano con su entrepierna íntegra. Y era invierno del Siglo de Oro. Pocos leen ya sus cartas, pero por lo menos, un instituto de Murcia lleva su nombre.

Otros artículos y obras del autor:

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