Katrina, al igual que otros de sus compañeros, comenzó a nadar desesperadamente a la orilla.
Cuando llegó, se encontró perdida en un bosque. El frío era tal, que no sentía su propio cuerpo.
“Fue realmente difícil porque no tenía fuerza en mis piernas y me caía. En ese momento, pensé: ‘ok, ahora voy a morir‘”, recuerda.
Pero su destino cambiaría luego de que, a lo lejos, divisara a un hombre. “Gracias a Dios por eso… Cuando lo vi, me puse a gritar muy fuerte”, dice.
Inmediatamente se activó el rescate. El doctor Steen Barnung llegó hasta el lugar en un helicóptero.
“Aterrizamos y un hombre llegó corriendo hacia nosotros. Repetía las mismas palabras: ‘Están todos muertos, están todos muertos'”, recuerda.
Y, en efecto, había siete niños técnicamente muertos desde hacía dos horas.
Cuando los trasladaron al hospital Rigshospitalet, en la ciudad de Copenhagen, los atendió el doctor Michael Jaeger.
“Estaban fríos como el hielo (…). Y sabemos que, cuando llegan personas tan frías como ellos, podemos resucitarlas”, recuerda el médico.
La extrema hipotermia que paró el corazón de los niños, también disminuyó el ritmo de su metabolismo. Esto hizo que sus órganos pudieran empezar a trabajar de nuevo cuando aumentó la temperatura de su cuerpo.
Y así, comenzó el objetivo de calentar la sangre de los menores un grado por cada 10 minutos. Seis horas después del accidente, el corazón de los niños volvió a latir.
El foco principal, ahora, era el cerebro. La gran pregunta era si los pacientes quedarían con daños cerebrales pues, sin oxígeno, dos millones de células mueren cada minuto.
Sus familiares, entonces, comenzaron a saltar y gritar de felicidad. “Pude ver una sonrisa y supe que él me reconoció. Estaba tan feliz”, relata un cercano a Casper.
“No pudimos ver anormalidades en los escaneos. Y eso es increíble. Este es el mayor número de víctimas de accidentes por hipotermia que han sido resucitados, todos de una vez y con un porcentaje del 100% de supervivencia”, afirma el doctor Jaeger.
Ocho años después, la vida de los sobrevivientes ha cambiado.
“Cuando has estado a punto de morir, es diferente”, dice Katrine.
“Mentalmente, a veces sufro algunos colapsos (…). He aprendido qué es lo importante y qué no es importante. He aprendido a diferenciar las cosas por las que vale la pena luchar. Estoy muy feliz de estar viva“, concluye la joven.
Fuente BBC