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El preso resucitado.Descubren por sus ronquidos que estaba vivo poco antes de practicarle la autopsia

El preso resucitado.Descubren por sus ronquidos que estaba vivo poco antes de practicarle la autopsia

jueves 11 de enero de 2018, 12:57h

"Lo primero que recuerdo es estar en una bolsa negra"

En el primer recuento de la mañana, los funcionarios encontraron inerte en su celda del módulo 8 de la prisión asturiana de Villabona al recluso Gabriel Montoya Jiménez. Rápidamente dieron la voz de alerta y acudieron el médico de guardia de la noche, el que entraba en el turno de la mañana y una ATS. Al ver que no tenía constantes vitales se dio aviso al juez de guardia para proceder al levantamiento del cadáver. Pasaron más de dos horas hasta que el cuerpo fue trasladado por los servicios funerarios al Instituto de Medicina Legalde Oviedo para que se le practicara la autopsia, lo habitual en estos casos. Mientras, se dio aviso a la familia de la noticia. Cinco horas después en el Instituto de Medicina Legal, los operarios de la funeraria y el auxiliar de autopsias se percataron de que el cadáver se movía dentro de la bolsa y que emitía ronquidos. Abrieron la bolsa, estaba vivo, de inmediato fue trasladado al Hospital Universitario de Asturias donde se encuentra ingresado bajo custodia policial.

Al parecer el recluso, de unos 50 años, ya se había encontrado indispuesto la noche anterior y tenía múltiples patologías. Fuentes próximas a la investigación barajan la posibilidad de que se trate de un caso de catalepsia, en el que la persona no presenta signos vitales durante un largo periodo de tiempo. En total, tres médicos certificaron el fallecimiento: en la prisión, dos con más de treinta años de experiencia profesional, más la forense de la comisión judicial que se personó en Villabona, informa El Comercio.

La familia estudia ahora demandar a la cárcel por dar por muerto al preso y el susto que se llevaron. Y desde el centro penitenciario ya apuntan a que se ha abierto una investigación interna para saber exactamente qué ha ocurrido. "Lo querían enterrar vivo, estuvo metido en la cámara frigorífica y ya lo tenían marcado para hacer la autopsia", ha asegurado Luis Manuel Montoya, tío de la víctima, en unas declaraciones recogidas por La Nueva España.

Gabriel Montoya Jiménez se está recuperando rápidamente y evoluciona favorablemente tras recibir los cuidados adecuados.

"Lo primero que recuerda es que estaba dentro de una bolsa negra. Como no podía hablar, empezó como a hacer rugidos. Entonces un médico comenzó como a notar los rugidos y abrió la bolsa cuando lo tenían ya para hacerle un autopsia y el médico se asustó mucho. Mi marido se puso a chillar y a sacar los brazos fuera de la bolsa y luego comenzaron a ponerle aparatos y medicamentos para recuperarlo".

Así ha contado Gonzalo Montoya a su esposa su increíble resurrección en el Instituto de Medicina Legal de Oviedo, el pasado domingo, cuando estaban a punto de realizarle una autopsia. El joven, de 29 años, amaneció aparentemente muerto en su celda del centro penitenciario de Villabona (Asturias) después de que se tomara un puñado de pastillas con la intención de quitarse la vida. Dos médicos de la prisión lo dieron por muerto y así lo certificó también el facultativo de la comisión judicial que acudió a Villabona para ordenar el levantamiento del supuesto cadáver.

"Hablando en plata, casi me matan a mi hijo, casi me lo asesinan, porque él estaba vivo. No sé cómo estos dos médicos que certificaron que él estaba muerto lo pudieron pasar por alto, más el juez que enviaron a la cárcel...", cuenta atropelladamente José Carlos Montoya, Pepe, padre del protagonista de esta increíble historia, aún aturdido por el shock de haber creído durante unas horas a su hijo muerto.

"Lo metieron en la bolsa, lo trasladaron en una funeraria hasta llevarlo a las autopsias, me lo metieron en la congeladora y, luego, cuando le iban a hacer la autopsia, ya marcado, al sacarlo de la bolsa para ponerlo encima de la camilla, mi hijo dio señales de que estaba vivo, se movió y roncó. E inmediatamente lo pasaron para el Hospital Central de Asturias. Y por eso ahora mi hijo tiene tocado un poquito el riñón, de meterlo en la nevera ha cogido la enfermedad esta del frío [neumonía] y le han sacado un montón de líquido de la espalda, está completamente desfigurado, muy hinchado...».

Situémonos un día antes de los hechos, el sábado 6 de enero, día de Reyes. La esposa de Gonzalo, Catia Tarancón, de 30 años, lo visita en prisión y le lleva, tal y como él le ha pedido, algunas fotografías de los cinco hijos de la pareja, de entre 15 y cuatro años. Al mayor, Marcos, lo tuvo Gonzalo cuando sólo tenía 14. "Yo lo vi triste, llorando por los críos, que tenía ganas de estar con los críos, 'ya te queda poco, estoy hay que pasarlo'.

La familia cuenta que Gonzalo ya había intentado suicidarse o lesionarse anteriormente al menos en dos ocasiones. Nada más entrar en prisión, aseguran, quiso colgarse con una cuerda pero un preso lo vio y se lo impidió. Otra vez se cortó en un brazo en presencia de varios funcionarios. Visto este historial, resulta sorprendente que manejara un bote de pastillas, según asegura la familia. "Cada vez que voy a comunicar con mi hijo me las enseña, seguramente le dan para 15 o 20 días. Las cogió y se las comió todas, muchísimas", dice el padre.

Preguntados por el manejo de la medicación que tenía Gonzalo y por la actuación de los médicos de prisión en el caso, Instituciones Penitenciarias sólo responde que, "como sucede con cualquier incidente en prisión, se ha abierto una investigación para el esclarecimiento de los hechos". Los Montoya, por su parte, han contratado los servicios de un despacho de abogados, que está estudiando el caso con vistas a emprender acciones legales. "Pido, como padre, ya que le queda muy poco para cumplir su condena y por lo que pasó, porque lo dieron por muerto, el indulto", dice Pepe.

A Gonzalo Montoya Jiménez, el pequeño de cuatro hermanos, todos chicas menos él, lo apodaron nada más nacer El Chino. "Tenía los ojos tan achinados que empezamos a decir 'este no es hijo de un gitano, es hijo de un chino'", cuenta su padre. La familia, perteneciente a un clan gitano muy arraigado en Asturias, se ha dedicado siempre a la venta de chatarra. Fue precisamente un robo de chatarra, "en Central Lechera Asturiana", según explica el progenitor, lo que lo llevó a prisión con una condena de tres años y seis meses de cárcel, de la que sólo le quedan seis meses por cumplir.

A decir de los Montoya, en este tiempo no ha disfrutado de ningún permiso penitenciario. "Secuelas le van a quedar y bastantes. Lo que quiero es que lo saquen para casa, para que no lo vuelva a repetir", pide su esposa. Tras varias horas en un refrigerador mortuorio y dos días en la UCI del HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias), el martes por la tarde, Gonzalo Montoya fue trasladado a planta.

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