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LA ANSÍA DE PODER, por Juan Saborido Gago

LA ANSÍA DE PODER, por Juan Saborido Gago

martes 30 de abril de 2024, 08:46h
LA ANSÍA DE PODER, por Juan Saborido Gago

FORMAS SUCIAS DE ACCEDER AL PODER.

Estos últimos días están siendo para mí, difíciles de digerir, dadas las alarmantes noticias que aparecen en la prensa, sobre acusaciones sin bases reales, jueces que admiten a trámite demandas sin pruebas, partidos opositores con sus peroratas cansinas, sin ánimo, de aportar cordura y sensatez. Personajes herrumbrosos que enmohecen la vida de ciudadanos y ciudadanas, sembradores de mentiras sin ningún tipo de escrúpulos, esparcidas sin ningún sentimiento de pudor, y sobre todo puesta su vista en la paja del ojo ajeno sin querer ver la gran viga que tienen en su propio ojo. Por eso deseo exponer algo que se viene dando en esta sociedad llamada “democrática” que son las diversas formas de acceder a los estados de poder.

El poder a través de la historia breves pinceladas.

El deseo de alcanzar el poder siempre se ha escondido detrás de frases, rimbombantes, que a simple vista enaltecen el orgullo ajeno llenas de patriotismo, banderas, estandartes, escudos, castillos, palacios, o aquella tan increíble, “que no soy Presidente porque no quiero”, etc.

La historia es una maestra que enseña sin presionar y lo hace a través del tiempo que es su mejor aliado. Para llegar a ser lo que somos y todo aquello que decimos poseer, las personas han tenido que organizarse a medida que se crecía en número, y esto no se pueden entender sin los diferentes grados de poder o estados de poder que se han ido configurando. Con el paso de los tiempos se ha ido evolucionando, no para bien sino para ostentar y poseer para conservadores y ultras el mayor grado de poder sobre una sociedad o un país. Pasando a segundo o tercer plano la ciudadanía.

Antes de seguir hay que definir las distintas formas de ejercer ese poder:

La primera de ellas es muy antigua es el coercitivo o lo que es más sencillo de decir, a través de la fuerza, aquel o aquellos que son más fuertes hacen “doblegar” al otro.

La segunda de estas formas son la configuración de estructuras, que fueron surgiendo poco a poco, los cazadores, los agricultores, los artesanos y así sucesivamente en la medida en que las sociedades alcanzaban grados de complejidad.

La tercera fue cuando aparecen las instituciones, como son las eclesiales (religiosas), económicas (bancos), judiciales (magistrados), etc. desde las primeras grandes culturas, babilónica, egipcia, griega, romana, se fueron constituyendo más y más importantes y por tanto poderosas.

La cuarta es la que actualmente se está empleando con más intensidad es el poder de convencer. Su comienzo es antiguo probablemente sobre el siglo XVIII en Europa, creándose una serie de instituciones para moldear las mentes de las personas, escuelas públicas, la prensa, las instituciones de salud mental, etc… Creando en la mente de los ciudadanos un estilo concreto de poder político; de manera que decidan cual es la mejor manera de vivir y contra la que no vale revelarse. Anteriormente a este siglo los que usaban este poder eran las distintas religiones que decían “cómo uno se tiene que comportar y ser”.

Hoy no se puede entender, estas formas, por separados, se usan las cuatro; policías en las calles, publicidad introducida en los hogares, (Televisión, móviles, internet, …) estructuras que impiden el libre desenvolvimiento, etc., además del exhaustivo control a través de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial, cuyas consecuencias aún no han despuntado del todo.

Mentir, seducir, convencer.

Estas tres acepciones describen los estilos que se desvelan en las formas de acceder al poder y sobre todo de mantenerlo. ¿Creéis que exagero? No, no exagero lo más mínimo y aún me quedo corto. Estas prácticas son utilizadas por todos los que ostentan algún grado de poder, desde las pequeñas empresas, pasando por las grandes, por los estamentos oficiales, políticos, religiosos, etc. a los que se les enseñan estas técnicas, enmascaradoras, es decir aparentar lo que no se es, le llaman “coaching” o monitor o preparador personalizado.

La mentira; vivimos en un sistema social en que ésta se emplea con tal normalización que creemos que “es lo normal” la mentira tiene un poder macabro, si es realizado con intencionalidad. Para mentir se necesita una buena dosis de memoria y sobre todo una gran capacidad de interpretación, creatividad, imaginación, y saber fingir. Mentir requiere un mayor esfuerzo que decir simplemente la verdad. Es, por tanto, un poder mayor ya que altera la realidad transformándola.

La seducción; en la obra del dramaturgo alemán Gotthold Ephraim Lessing, Emilia Galotti dice “Lo que llamamos poder es insignificante, la seducción es el auténtico poder” antes de suicidarse; “uno puede enfrentarse al poder, resistirse a él, pero no a la seducción”. Según el filósofo francés Baudrillard «… la seducción representa el dominio del universo simbólico, mientras que el poder representa solo el dominio del universo real». Seducir sería entonces, entre otras cosas, la forma mejor de obtener y conservar el poder sobre los demás, sin revelar que hay una agenda oculta. El seductor, en la política y en el sexo, elabora un discurso en el que lo deseado está siempre implícito.

EL convencer; según la RAE posee dos acepciones, me quedaré con la primera: incitar, mover con razones a alguien a hacer algo o mudar de dictamen o comportamiento. El sinónimo de esta es: persuadir, inducir, seducir, atraer, captar, fascinar. Esto es curioso porque parece que engloba a las dos primeras. Parece que la persuasión es el arte de influir en la opinión de las personas, para que hagan o piensen aquello que queremos. Luego para ello se necesita de alguna manera el engaño y la mentira, es decir se tergiversa la realidad para mostrarla como uno quiere. ¿Os suena esto?

Estas tres formas constituyen las tres patas de una mesa, y puedo asegurar que la mesa no cojeará en una superficie irregular, se encuentra basada en el principio de geometría de Euclides. Por eso la suciedad actual que vemos no desaparece, sino que se sigue sosteniendo.

Tanto el que vende un producto como el que hace política, tiene que conocer a quien se dirige, es decir el ciudadano; si sabe de sus necesidades, de su forma de pensar y de actuar, ante ciertas circunstancias, puede manipular sus deseos a su antojo. Claro es que para eso se necesitan mentes lúcidas y sobre todo de una falta total de escrúpulo. Sobre los lúcidos, nuestro elenco político está muy falto, pero sin escrúpulos hay muchos y de toda índole.

Reflexionen y deténganse antes de creer nada.

“La cáscara y la máscara, los cuarteles, los foros y los claustros, diplomas y patentes, halos, galas, las más burdas mentiras: la de la libertad mientras se dobla la vigilancia.” (Claudio Rodríguez, “Cáscaras II”, Antología poética, Madrid, Rialp, 2013)

Nada es lo que parece en esta sociedad, y resulta muy complicado, yo diría más bien difícil de confiar en las instituciones dada la actual corrupción que las cubre, como enmohecidas, por el hongo de la rigidez de la muerte. ¿En qué pondremos nuestra confianza?

Soy persona que tiene esperanza en el ser humano y en la humanidad de algunos políticos y en sus capacidades para salir de situaciones complicadas de un modo airoso, (como con la pandemia logramos) pero para ello es necesario derribar muros, abrir ventanas contra el descredito, la calumnia y el fango para que, entren aires nuevos, sacudir alfombras, y para eso es necesaria la valentía, pero ante todo despertar, abrir bien los ojos, agudizar bien el oído para saber escuchar lo que nos dicen recuperando la movilización social del progresismo militante, de la cultura, la educación y contra el genocidio en Palestina para frenar al fascismo.

“Todo lo que en las condiciones de la vida no se renueva o transforma, o se corrompe o es foco de corrupción” (Nicolás Salmerón Alonso. Político, abogado, filósofo español, Presidente del Poder Ejecutivo de la Primera Republica

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