En su página 10, confiesa don Enrique, maestro del humor y del teatro, su pasión por las camisas de cuadros y la música country. Esta confesión parece sencilla, trivial, pero, como siempre, invito a los hipotéticos lectores a que lean atentamente cada respuesta del encuestado. No sólo adivinarán las razones de todo lo que se le pregunta, sino que lo harán comprobando que para escribir humor hay que cuidar cada palabra y su orden, midiendo el cuánto, el cómo y el dónde.
Realmente, escribir humor se convierte en una ardua tarea porque, como dice don Enrique, supone competir con el mal gusto. Además, con el humor no se ganan premios y en ocasiones resulta intraducible. Por otro lado, parece que a la gente le interesan los hechos, se centra en el qué y no en el cómo. De ahí el éxito de tantos escritores dramáticos que escribían (y añado escriben) de pena.
Lo cómico es lo que hace reír, explica Gallud y, dentro de ese amplio concepto, está el humorismo como forma elegante de hacer reír. Éste es, precisamente el gran mérito de este autor: hacernos reír mientras pensamos, comparamos, aseveramos y nos damos cuenta de la gran milonga que nos envuelve y en la que, por desgracia, está inmerso hoy el mundo de la cultura. En este sentido, Gallud recomienda el aprendizaje y la combinación exhaustivo de diversas técnicas e insiste en la idea de que el arte (producto del genio individua) implica hacer un camino en solitario.
El encuestador, que a veces se extiende demasiado al formular sus enrevesadas, pero cultas e inteligentes preguntas, menciona en un momento determinado la responsabilidad ética, moral o sentimental de quien escribe y en esto, antes de leer la respuesta no sólo estoy de acuerdo, sino que estoy convencida de que nuestro maestro hace gala de ella con ese compromiso moral que, según él tiene con la calidad.
A lo largo de las páginas siguientes descubro que comparto con Gallud mi pasión por el refinamiento, el desagrado por los vanidosos, la cercanía con quienes me leen o me conocen, la veneración por el arte, y la idea de que, verdaderamente el error es cómico.
Humor bienintencionado, responsable, pedagógico y una necesidad, la de escribir serían para mí y para cualquiera que ame la cultura de verdad, la que emana de la sabiduría y el conocimiento, un reclamo indiscutible para quienes quieran conocer un poco más sobre este maestro del humor, a este gran profesional de la literatura, a este dramaturgo y doctor universitario que tanto nos ofrece a sus seguidores y gracias al cual me siento orgullosa de seguir escribiendo.
Si (
No(
