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'Gracias Sr. Rubiales', por Pedro Cuesta Escudero

"Gracias Sr. Rubiales", por Pedro Cuesta Escudero

miércoles 30 de agosto de 2023, 08:57h
'Gracias Sr. Rubiales', por Pedro Cuesta Escudero

Los que se dedican a la docencia, a veces, tienen cierta dificultad para explicar a sus alumnos/as algunos conceptos de enconados debates parlamentarios, por no ser palpables, explícitos, como pueden ser el machismo, el feminismo, el patriotismo, etc.

Se suele definir el machismo como una actitud o creencia donde el hombre se cree superior a la mujer. También hace referencia a un conjunto de actitudes, conductas, creencias y prácticas sociales destinadas a promover el enaltecimiento y prevalencia del hombre en perjuicio de la mujer. O sea, el machismo se puede definir como una forma de discriminación sexista caracterizada por la prevalencia del varón. En las designaciones de directivos de las empresas tenemos un claro ejemplo de machismo, aunque sea enteramente de mujeres, como el fútbol femenino. Incluso en nuestra Constitución el varón tiene prevalencia en la Jefatura del Estado.

También podríamos definir al machismo, de acuerdo con la Real Academia Española (RAE) como un conjunto de prácticas, comportamientos y dichos que resultan ofensivos contra el sexo femenino o que intentan marcar una superioridad del hombre sobre la mujer en la mayoría de los ámbitos de la vida. El machismo es un tipo de violencia que discrimina a la mujer o, incluso, a los hombres homosexuales. También puede hablarse de machismo contra los denominados metrosexuales o todo aquel hombre cuya conducta exhibe alguna característica que suele estar asociada a la feminidad.

Algunas variantes de la ideología machista son de tipo familiar -estructuras familiares patriarcales, es decir, dominación masculina-, sexual -considerar a la mujer, esencialmente, como un objeto de placer- económico -infravaloración de la actividad laboral de la mujer, trabajadoras de segunda fila-, legislativas -no legitimación de su condición de ciudadanas (en España las mujeres no tuvieron derecho al voto hasta 1931, aunque adquirieron la definitiva ciudadanía con la actual Constitución) y leyes que no promueven la protección de la mujer ni de sus necesidades, que tienen a la mujer como inferior, como vemos en los países islámicos, aunque en España hasta no hace mucho la mujer necesitaba del permiso o aval del varón (padre o esposo o hermano mayor) para realizar actividades económicas o administrativas, o para el pleno ejercicio de sus derechos civiles-, intelectuales – es considerada inferior en inteligencia, en capacidad matemática, en capacidad objetiva, en lógica, en análisis, poco coeficiente intelectual- lingüísticas (lo pesado es un coñazo, mientras que lo bueno es cojonudo), en los plurales de ambos sexos se escoge el masculino-, históricas -ocultación de mujeres importantes dentro de la historia de la humanidad-, culturales - representación de la mujer en los medios de comunicación como un cuerpo haciendo de ella misma un objeto en vez de un ser humano-, académicas -poca importancia a ser educada y a tener estudios (hasta que no finaliza el franquismo la mujer no dejó de ser discriminada en la Universidad)-, deportivas –considerar ciertos deportes, como el futbol, no apropiados para la mujer.

Diferencia de tratamiento en el caso del adulterio: en algunas legislaciones y culturas, el adulterio o el embarazo previo a la concertación del matrimonio son —o han sido— castigados con la pena capital, o penas de prisión, o infamantes. En la Inglaterra de finales del siglo XVII y del siglo XVIII, sin ir más lejos, se ha documentado que la mujer adúltera —nunca el varón— era humillada a lomos de un carnero y se le obligaba a recitar en público fórmulas como «aquí estoy, a lomos de un carnero negro, como la puta que soy».

Todavía en muchas escuelas y en la propia familia, se respira un cierto resabio de educación machista, por la cual el proceso de enculturación trata de justificar y continuar el orden social existente. Eso incluye considerar como valores positivos la sumisión al marido, el matrimonio y la procreación como una forma preferente de autorrealización. En las sociedades machistas, tradicionalmente se adoctrina a las niñas y a las jóvenes para limitar su ámbito de actuación a la vida doméstica, orientando su educación hacia actividades como bordar, limpiar, cocinar o cuidar a los hijos (acordémonos de las enseñanzas de la Sección Femenina de Falange) Hasta los movimientos de emancipación femenina del siglo xx las universidades y academias de ciencias no admitían mujeres. No fue hasta la segunda mitad del siglo en que les fue permitido a las mujeres el uso de pantalones en lugares públicos. La policía pinochetista iba por las calles de Chile con tijeras en la mano para cortar los pantalones de las mujeres que lo llevaban.

División sexista del trabajo, por el cual se prefieren a los hombres en puestos decisorios. Originalmente la división sexista se fundamentó en la diferente capacidad física y muscular, en la que los hombres tenían ventaja comparativa. En cambio, en la sociedad actual que la fuerza física perdió importancia, mientras que las capacidades intelectuales y las habilidades sociales fueron ganándola, lo que ha contribuido a la incorporación de muchas mujeres al trabajo asalariado. Pero la brecha salarial de género aún forma parte de la división sexista del trabajo. Las religiones son esencialmente machistas, en especial la islámica, que permite que un hombre se case con varias mujeres, pero no a la inversa.

A pesar de una explicación exhaustiva faltan ejemplos prácticos para visualizar mejor este fenómeno del machismo. Por ello toca darle las gracias a Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española del Futbol (RFEF) y suspendido en las últimas horas por la FIFA, porque su conducta en el campeonato mundial del futbol femenino, donde la selección española logró la gesta de conseguir su primera Copa del Mundo, resulta de lo más esclarecedor para concebir el machismo, sin necesidad de tecnicismos y de enconados debates parlamentarios. Los abrazos libidinosos a las campeonas cuando se repartían las medallas, el beso forzado en la boca a la jugadora Jenni Hermoso, la tocada de testículos en pleno palco presidencial, que ya retrata un tipo de rudo gañán, es la evidencia ante las cámaras del mundo de un machismo recalcitrante. La delirante intervención al día siguiente en la asamblea de la RFEF con un discurso irascible, donde busca victimizarse presentándose como el “bueno”, la “víctima”, acusado injustamente por el “falso feminismo”, donde utiliza a la mujer, en este caso sus hijas, para subrayar su tesis feminista sacada del perfecto machismo, ha servido para que la prensa internacional explique al mundo que España, a pesar de ser un país pionero en leyes de igualdad, arrastra, como los reos su condena, el peso de un machismo estructural inoculado a hombres y mujeres desde niños y que tiene en el ámbito del fútbol uno de los mayores graneros de patanes anclados en el siglo pasado. Luis Rubiales ha dado muestra de esa masculinidad tóxica tan perniciosa: la ostentación de la virilidad y el ejercicio de poder con autoritarismo. Es inaceptable que una figura pública divulgue un mensaje erróneo para reforzar formas de pensar que potencien la violencia de género y el acoso sexual.

La tesis de las primeras horas de que todo se quedaría en una anécdota, que el brillo de la copa eclipsaría un simple beso, ha resultado ser éste la cúspide de una serie de comportamientos que lo desacredita para que no pueda seguir ostentando ningún cargo de representación y de dimensión pública.

Rubiales llega a afirmar que hubo consentimiento del beso. Según él, Jenny Hermoso no solo “acercó su cuerpo a él”, sino que, ante la pregunta ¿un piquito?, ella respondió afirmativamente. Hemos de tener en cuenta que Rubiales era el presidente de la RFEF y que Jenni Hermoso es una jugadora de la selección femenina de fútbol de España. Esto importa, porque existe una relación vertical de poder. Sumado a esto, el triunfo de España en el Mundial Femenino de Fútbol impone un contexto particular, porque “el mundo” estaba siendo testigo de todo lo que ocurría en ese momento que generaba presión. El contexto en el que ocurrió el beso no dio lugar al consentimiento, puesto que la respuesta de la jugadora difícilmente podía ser “libre”. En otras palabras, el contexto constriñe el consentimiento. Además de esto, Jenni Hermoso ha afirmado que nunca consintió el beso. Aquellos que afirman que Jenni Hermoso realmente quiso ser besada porque no se defendió o no rechazó a Rubiales, están equivocados. Aunque presuntamente Rubiales le hubiera preguntado a Jenni ¿un piquito? y ella haya respondido afirmativamente (según Rubiales), no significa que Jenni haya tenido posibilidad de actuar de manera completamente libre. Detallemos esto: ella “no podía” decir que no, arriesgando su carrera profesional por negarle un beso al presidente de la RFEF, sabiendo que es un hombre que se deja llevar por sus impulsos. Aquí la relación de poder entre Rubiales y Jenni Hermoso constriñó la posibilidad de elección que tuviera la jugadora. En el caso hipotético de que Jenni haya accedido al “piquito” tampoco quiere decir que haya sido una decisión voluntaria, ni libre.

El problema es el beso en la boca, sí, pero también que lo hayan visto en directo 8,9 millones de personas en España, entre ellos niños, niñas y jóvenes. Centrémonos en el mensaje del mero gesto: que un hombre –y no cualquier hombre, un hombre que tiene poder– te agarre la cabeza y, con una sonrisa, te acerque a su cara y te dé un beso en la boca es supremamente significativo, no solo para las dos personas (el que besa y el que es besado), sino también para todas las personas que están observando la situación, porque transmite un modo de comportamiento que puede ser imitado.

Después de haber ganado la Copa del Mundo las jugadoras, chicas rebosantes de ilusión y alegría, se lanzan en abrazos a los que le repartían las medallas, a la reina, a la infanta Sofía, al presidente de la RFEF… Ante el roce sensual de los cuerpos lozanos de las chicas Rubiales percibe que la lascivia le sube a un grado difícil de contener. Y cuando llega Jenni Hermoso balancea su cuerpo para mayor gozo sensual. Y con las dos manos le coge la cabeza sin permitirle más movimiento que un fuerte beso. No hay nada más que ver la cara de satisfacción y regodeo que pone al despedirse de la chica.

Rubiales dice que Jenni Hermoso lo cogió de la espalda, apretó su cuerpo contra él hasta el punto de levantarlo del suelo varios centímetros; y para su descargo presenta unas imágenes tomadas desde otro ángulo donde se le ve flotando encima de la centrocampista. Es imposible que Jenni teniendo los brazos en la espalda del presidente de la RFEF lo pudiera levantar, a no ser que ella se incline de cintura hacia atrás. Lo que no se ve en ninguna de las imágenes. Es más sencillo que Rubiales se balanceara teniendo como tenía las dos manos apoyádas sobre los hombros de Jenni Hermoso.

Por tanto, damos las gracias los del gremio de la docencia a D. Luis Rubiales por habernos aportado un ejemplo gráfico para poder explicar mejor el fenómeno del machismo.

Rubiales justifica sus acciones en el comportamiento de Jenni Hermoso afirmando que “ella acercó su cuerpo a mí”. Rubiales se escuda y no admite su responsabilidad. Creer que fue la mujer la que incentivó, motivó, “pidió” la agresión tiene un impacto directo en el modo como se entiende y juzga la experiencia de las víctimas, limitando las acciones correctoras, sean políticas, sociales o legales.

“–¿Un piquito?” …–“Pues vale”: el consentimiento que no fue consentimiento Rubiales afirma que hubo consentimiento del beso. Según él, Jenny Hermoso no solo “acercó su cuerpo a él”, sino que, ante la pregunta ¿un piquito?, ella respondió afirmativamente. No debemos olvidar, nuevamente, que Rubiales es el presidente de la RFEF y que Jenni Hermoso es la jugadora de la selección femenina de fútbol de España. Esto importa, porque existe una relación vertical de poder. Sumado a esto, el triunfo de España en el Mundial Femenino de Fútbol impone un contexto particular, porque “el mundo” estaba siendo testigo de todo lo que ocurría en ese momento que generaba presión. El contexto en el que ocurrió el beso no dio lugar al consentimiento, puesto que la respuesta de la jugadora difícilmente podía ser “libre”. En otras palabras, el contexto constriñe el consentimiento. Además de esto, Jenni Hermoso ha afirmado que nunca consintió el beso.

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