Thornton Wilder, publicó en 1948, la magnífica novela “Los idus de Marzo”, como una lección de las pasiones que envenenan el poder y la política, a través de una apócrifa correspondencia intercambiada por Julio César, Cleopatra, Cornelio Nepote, el poeta Cátulo y Clodia Pulcher, entre otros, reconstruye los últimos días del primer César antes de que fuera asesinado por los senadores romanos que ser proponían restituir la República Romana. Wilder partió de acontecimientos que le fueron contemporáneos para escribir una peculiar novela histórica. En este caso, los pasquines que circularon en Italia en contra de la dictadura fascista le inspiraron para explicar de qué manera se fue urdiendo la conspiración en la que Marco Junio Bruto, hijo adoptivo de César, fue figura central, justificando el magnicidio por razones de estado y no por ambiciones personales.
En la novela, Julio César, dice: “Y, sin embargo, soy un político; debo representar la farsa de la más rendida deferencia la opinión de los demás. El político es un hombre que simula estar sometido a la universal necesidad de estima; pero no puede simularlo con eficacia a menos de estar en realidad libre de ella. Tal es la hipocresía fundamental de los políticos; y el triunfo definitivo del caudillo va acompañado por el temor que despierta en los otros hombres la sospecha –que no llega a convertirse nunca en certidumbre- de que su jefe es indiferente a su aprobación: indiferente e hipócrita…”.
Aquí, en la Región de Murcia, estamos escenificando la perversión de la condición humana sobre el poder, la traición, la deslealtad, la ambición personal, las dagas que saetan por razones de estado.
Cuando se dice la frase: “Guárdate de los idus de Marzo”, es que se auguran grandes calamidades políticas en ciertos días.
Si (
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