R. Él dice que esas son sus reflexiones, y las entrega al fiscal jefe de Anticorrupción, Antonio Salinas. Pero todo apunta a que, por lo que se ha instruido, él no puede deducir que la infanta esté al margen. ¿Él está pensando que es tonta, que la han tenido amordazada, que ha firmado a ciegas? Justamente, en el interrogatorio demuestra un dominio de la situación y un saber zafarse de 1.060 preguntas enconadas, de callejón estrecho. Demuestra ser muy inteligente. Y en toda la estructura de Aizoon figura donde no tenía que figurar, y toma decisiones. No era un muñeco, no era un florero. Están los e-mails, las facturas, los gastos, el dinero recibido. Tú no puedes llegar [al juicio] y decir: “Uy, eso lo estoy viendo ahora por primera vez”. Sin ella, su marido no habría podido llamar a ciertas puertas y obtener doblones, tener acceso a tantos consejos de administración. ¿Usted no se enteraba de que su marido traía los sacos llenos de dinero, y que vivían a un ritmo que asombraba al mismo príncipe Felipe?
P. ¿En qué momento se produce el cambio de actitud de la Fiscalía?
R. En el momento en que el juez, en una comida en el bar Plaza junto a María Ángeles Berrocal, que era la abogada del Gobierno de Baleares, les anuncia que tiene el borrador del auto de imputación de la infanta. Entonces el fiscal dice que no va a acusar, aunque es su principal papel, y que tiene que ir a consultarlo a Madrid. Cuando vuelve, ya dice: “Me tengo que oponer”.
P. Habla de una conversación en la que participan el rey emérito, Mariano Rajoy, Alberto Ruiz Gallardón como ministro de Justicia, el fiscal del Estado y el jefe de la Casa del Rey. ¿Es esa la última pieza del plan?
R. En realidad, es una de las primeras. Entonces se dice, no ya que no se puede llegar a la infanta, sino que no se puede llegar a Urdangarin. Lo que pasa es que Urdangarin sale rebelde: “No he hecho nada, no devuelvo el dinero, no acepto el abogado que me ha buscado el rey…”. Es entonces cuando el rey emérito advierte: “Si actuáis por vuestra cuenta, os quedáis solos”.
P. ¿Cuál considera que es la última pieza del plan?
R. Que recurren y consiguen que, de 20 delitos que se le imputan a la infanta como cooperadora necesaria e indispensable, queden 2 delitos fiscales. Ahí ya se ha conseguido influir. La justicia, desde luego, no queda bien parada. Aunque el juez sí, y algunos abogados defensores.
Los grandes poderes se han defendido atacando con toda su fuerza y todos sus medios, utilizando incluso al CNI, policías y parapolicías, con escuchas telefónicas… Y tendiéndole una trampa al juez. Hay un momento en que [el abogado de la infanta, Miquel] Roca propone a Castro encontrarse con él, pero en un lugar discreto, al abrigo de las miradas de la prensa. El juez Castro dice que recibe al señor Roca cuando quiera, pero en su despacho. Y deja pasar el tema. Pero, cuando sabe, año y medio después, que justamente a Roca Manos Limpias le estaba pidiendo dinero, pensó que se trataba de una estrategia para ponerle en una posición comprometida y pedir la recusación. Eso lo elevó al juez [dela Audiencia Nacional Santiago] Pedraz, que no hizo ni caso.
P. Usted alaba la postura de Felipe VI durante el caso. ¿Por qué?
R. Es el que ha dicho: “A la infanta, que se la trate como cualquier justiciable”. El fiscal general le dice: “No podemos, porque nos hemos comprometido con el rey”, refiriéndose al emérito. Y Felipe VI contesta: “El rey soy yo”. Le quitó el ducado y la apartó de la foto, de la agenda real… y del museo de cera. Le quitó lo que podía quitarle, porque lo que no puede es imponerse a la justicia. Le aconseja que renuncie a sus derechos sucesorios y le da a entender claramente que no debe estar en España, y tampoco tan cerca, en Portugal. Le impone una lejanía... Ha sido exquisito. Y no puedo decir lo mismo de su padre.
P. ¿La acción de Felipe VI limpia la actuación previa de la Casa del Rey?
R. La Corona tiene una abolladura, porque el caso Nóos ocurrió por ser la hija del rey, por ser el yerno del rey, y con la ayuda del rey. ¿Por qué, de pronto, Iñaki Urdangarin cuelga la camiseta y le vienen 100 o 125 empresas a que las asesore? ¿Qué entiende él de Volvo, de Toyota, del BBVA, de Cepsa, de Repsol, de inmobiliarias…? Es muy fuerte. “Por ser vos quien sois”. Tardíamente, el rey le llama la atención y le envía a un emisario, al conde de Fontao. Pero le advierten de que no vaya en nombre del rey; él decía: “Vengo en nombre de la Casa”. ¿Qué es “la Casa? ¿Unas paredes que hablan? ¿Unos ladrillos?
P. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de este libro para el juez Castro?
R. Él ya ha cumplido sus años para el retiro, y está cerrando las piezas del Palma Arena. Ya se va a dedicar a la abogacía y a la docencia. Él siempre dice que lo ha hecho honestamente, sin más coyundas que la ley y su conciencia. Y que a él, en realidad, le hubiera gustado ser camionero.
Publicado por Infolibre.