Con la que está cayendo en Murcia, no solo por el calor…, lo que nos faltaba es la puesta en escena de una ruptura en la gobernanza de la región. Y es que hay demasiados laberintos burocráticos en el Estado del bienestar. Me llama poderosamente la atención que sea la situación migratoria la que haya desencadenado este malestar. Es cierto que nos enfrentamos a una avalancha de menores extranjeros no acompañados en un sistema desconcertante e insensible, sobre todo cuando se trata de culturas ajenas a nuestra tradición. Pero no podemos olvidar que a menudo los migrantes menores son enviados por sus propias familias en busca de un futuro mejor, estos jóvenes entran de manera irregular a España y son tutelados por la Administración hasta cumplir la mayoría de edad. También es cierto que esta coyuntura ha desbordado la capacidad de los centros previstos para su recepción y esto es responsabilidad del ejecutivo central.
El Estado despliega una amplia gama de protecciones para estos menores, con un coste significativo. La región de Murcia dedica al menos 150 euros diarios por cada menor, con entidades que deben proporcionar alojamiento adecuado, personal educativo, manutención, y más. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, la integración de estos menores en la sociedad sigue siendo un roto en la camiseta. Solo el 20% de los menores tutelados tiene autorización de residencia en vigor. Además, al cumplir 18 años, deben irse de los centros de acogida y son considerados inmigrantes irregulares, enfrentándose a enormes dificultades para conseguir trabajo y poder ser autónomos.
Hay que tener en cuenta que el buenismo político de los demagogos queda en evidencia al comprobar que la gran inversión del Estado en la tutela de estos adolescentes queda sin efecto cuando no pueden trabajar y valerse por sí mismos, lo que contradice el interés del menor, propiciando la puerta de salida hacia la marginalidad al cumplir los 18 años.
Estimo que de ninguna manera se debe reinventar, una vez más, el miedo a la llegada de extranjeros como hacen las políticas excluyentes, que generan ansiedad, lo que lleva a aceptar políticas extremas, teniendo que recordar que no delinque un migrante sino un delincuente.
La pobreza y los conflictos en África y el Medio Oriente son causas principales de la emigración, y la ONU busca erradicar esta pobreza para 2030. Sin embargo, poco se hace desde esferas de confort, por los que buscan un futuro mejor, e incluso algunos consideran a los inmigrantes como potenciales delincuentes, proponiendo su expulsión.
Lo que realmente debería de preocuparnos es, más bien, la emigración, como sucedió en Rumania, que, desde su ingreso en la Unión Europea, más de 4 millones de rumanos han emigrado, dejando al país con una notable escasez de personal cualificado, especialmente en el sector sanitario. La pérdida de 43.000 médicos hacia Europa occidental ha dejado vacantes el 26% de las plazas médicas en Rumanía, afectando gravemente la calidad y disponibilidad de la atención sanitaria. Esta realidad me recuerda lo que está sucediendo ya, en España, con una salida de más de 400.000 trabajadores con 35 años de media, en 2023.
En fin, a pesar del calor, de los terremotos políticos, de la situación social, en donde estamos enfrentados casi todos, al menos de momento, nos queda la unidad en el tenis y el futbol.