En estas reuniones o encuentros se escuchan cantidad de sucedidos a los que cada uno le añade su dosis de imaginación para hacer más amable el relato con objeto de que el mensaje pueda llegar de la mejor manera posible a fin de evitar posibles confusiones difíciles de reparar posteriormente.
Palabras, oraciones simples, compuestas y hasta yuxtapuestas conforman un auténtico río de oratoria distinta y diversa sobre la materia a debatir por parte de los reunidos, que como suele ser habitual suele concitar el consenso de los contertulios.
Así, anécdotas por doquier y frases jamás escuchadas por su hondura emanan del grupo en torno a una buena cerveza fría o un vino regional o nacional, acompañado de los productos típicos culinarios, se suceden incesantemente. Recientemente se ha podido escuchar como la reyerta o pelea con arma blanca puede convertirse en una herida profunda donde se sitúan las zonas nobles de las personas, y si retrocedemos un pelín en la memoria podemos confundir hasta la lectura de una receta médica y su tratamiento. Como estas dos pueden oírse “a puñados”.
Y eso por no descender a los infiernos políticos y repasar la actualidad donde cada uno defiende vehementemente sus ideas frente al siempre poseedor de la verdad absoluta que no transige ni con una Estrella o un Ribera en la mano para desesperación de los supuestos adversarios. Ahora, con el virus aumenta la tensión para posicionarse a favor o en contra de los dirigentes que conducen esta desagradable coyuntura sanitaria. Aquí aparecen palabras gruesas para ejercer la acusación o convertirse en defensores de la causa pandémica.
En definitiva, se trata de reunirse con tus gentes, a las que aprecias y llegas también a querer con el paso del tiempo y desengrasar los malhumores mañaneros. Y entre estas gentes siempre hay un líder o últimamente lideresa que es la que suele emitir la siempre necesaria doctrina influyente.