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EL BICHO ESTÁ AL ACECHO, por Sonia María Saavedra de Santiago

EL BICHO ESTÁ AL ACECHO, por Sonia María Saavedra de Santiago
miércoles 13 de mayo de 2020, 11:08h
EL BICHO ESTÁ AL ACECHO, por Sonia María Saavedra de Santiago

Dedicado a M. Ángeles R.

No sé si respirar y relajarme, si salir a la calle con la cara tapada o volver a encerrarme en casa, donde, dicho sea de paso, tan a gusto me encuentro cuando me dejan en paz.

Apenas tenemos datos rigurosos sobre este inoportuno y desconocido virus cuyo nombre de andar por casa todos conocemos, y aun estando ya en la fase 1, algunos no pueden más. ¡Venga, todos a la calle que ya está bien de sufrir! ¿De sufrir? Pues miren ustedes, desconozco si estaba justificado que permaneciéramos encerrados tanto tiempo, pero las dudas sobre la pandemia y sus evidentes consecuencias, lo hacían recomendable y ¿por qué no? obligatorio.

Otra cuestión muy distinta es el uso que nuestros políticos vayan a realizar de esa carta en blanco que cada 15 días se prorroga otorgando poderes absolutos a un gobierno que se sostiene con “palicos y cañicas” como diría mi amigo Rafa ¡Y qué palos y qué cañas! Que Dios nos pille confesados.

Pero no, no me voy a meter en camisas de once varas hablando de política, que cada vez me gusta menos, porque de lo que quiero hablar es de cómo es posible que después de tanto sacrificio y tanto sufrimiento, se nos olvide que el bicho está ahí, amenazando, al acecho, y que, si bien se pueden hacer las cosas mejor (ya he dicho que de política no voy a hablar) también los ciudadanos podemos ser más prudentes, más civilizados, más respetuosos y más cuidadosos.

Hace unos días mencionaba a unos individuos (sin distinción de sexos) que corrían y patinaban por una azotea atormentando literalmente a quienes vivían debajo; ante ayer me quedé sin palabras cuando vi los guantes y mascarillas que pululaban por la calle Alfonso X el Sabio en lugar de terminar, como debía ser, en el fondo de un cubo de basura; ayer no daba crédito a lo que veía en el centro de nuestra ciudad: grupos de gente sin mascarilla, ríos de personas pululando y terrazas abarrotadas.

Permítanme decirles que estar en casa no es para tanto. Claro que apetece un poco de sol, claro que la voz estridente de ese vecino que grita y desentona resulta molesto, pero el sufrimiento está en los hospitales, en la soledad, en el hambre, en la violencia…

Podría poner fin ya a este responsillo, pero no quiero hacerlo sin rendir homenaje a mi madre (por aquello de no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy). Ella se ha apostado en casa con un buen cargamento de libros y películas en DVD, ha rescatado de un rincón su bicicleta estática; ha dejado a mano, sobre mi antigua cama, la guitarra que le regalamos por su cumpleaños y así, entre libros, películas, programas de televisión, escuchas de radio, conversaciones telefónicas y manzanas asadas que alterna con todo tipo de suculentos platos, lleva ya 60 días sin salir y sin una queja, sin arriesgarse y sin poner en riesgo a nadie.

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