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EN PRINCIPIO FUE EL SANTUARIO, por José Biedma López

 Ilustración del yacimiento de Göbekli Tepe.
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Ilustración del yacimiento de Göbekli Tepe.
lunes 11 de mayo de 2020, 10:28h
EN PRINCIPIO FUE EL SANTUARIO, por José Biedma López
Del yacimiento de Göbekli Tepe.
Del yacimiento de Göbekli Tepe.
Un buen libro puede cambiar tu visión del mundo. Eso me sucedió hace más de cuarenta años. Mi mentor Andrés Castillo (RIP) me recomendó la obra ya clásica del arqueólogo y filólogo australiano V. Gordon Childe, Los orígenes de la civilización (1936). Desde entonces estoy seguro de que la verdadera revolución, la que cambió el destino de la raza humana, no fue ni la francesa ni la soviética, ni siquiera la más pacífica y constructiva que propició el reinvento occidental de la imprenta (que inventaron los chinos), sino la Revolución del Neolítico, que aconteció al final de la última glaciación, y que permitió el principal cambio cultural de nuestros ancestros, porque pasaron de nómadas a sedentarios y de recolectores y cazadores a agricultores y ganaderos; o sea, de peregrinos y dependientes de la naturaleza, a urbanitas y transformadores de la naturaleza, animales técnicos y artistas…
Del yacimiento de Göbekli Tepe.
Del yacimiento de Göbekli Tepe.
Del yacimiento de Göbekli Tepe.
Del yacimiento de Göbekli Tepe.

“Entre los años 6000 y 3000 a. C., el hombre aprendió a aprovechar la fuerza del toro y la del viento, inventó el arado, el carro de ruedas y el bote de vela, descubrió los procesos químicos necesarios para beneficiarse de los minerales de cobre y de las propiedades físicas de los metales, y empezó a elaborar un calendario solar preciso. De este modo, se encontraba habilitado para la vida urbana y tenía allanado el camino hacia una civilización, la cual requiere de la escritura, del procedimiento de computar y de patrones fijos de medidas, como instrumentos de una nueva manera de transmitir el conocimiento, y de ciencias exactas. En ningún otro período de la historia, hasta los días de Galileo, fue tan rápido el progreso del conocimiento, ni fueron tan frecuentes los descubrimientos de gran alcance” (Gordon Childe, op. cit., VI).

En este proceso de domesticación de animales, plantas y cazadores, el papel de la mujer debió de ser fundamental, de ahí la proliferación de Venus de la fertilidad y de Diosas Madre, y de ahí el crecimiento de la población en unas sociedades en que los niños se hacen económicamente útiles. Pero, si los descubrimientos de Göbekli Tepe no nos engañan, primero no fue la ciudad, sino que en la aurora de la civilización lo que los arqueólogos encuentran es el templo.

Seguramente tenía razón Chesterton al decir que los hombres, antes de poder comerciar, tuvieron que establecer lugares sagrados, santuarios donde el respeto a los dioses impone la paz. Cuando dos clanes o dos tribus asumieron que tal o cual lugar era sagrado y la sangre allí no debía derramarse, al menos no debía sacrificarse allí la vida humana (la decisión inspirada de Abraham), pudieron empezar a utilizar ese lugar, primero para adorar, y luego para comerciar. La prosperidad es fruto de la paz, y la paz, fruto de la adoración de lo sagrado.

La idea de Chesterton, como la del gran historiador Arnold J. Toynbee ponen a la religión como motor de progreso, dejando a los factores económicos un segundo lugar, aunque estén asociados al primero. Faltaba una comprobación empírica. Y la encontró el arqueólogo Klaus Schmidt en Göbekli Tepe (Colina del ombligo, en turco). En los años sesenta del siglo pasado un arqueólogo de la universidad de Chicago supuso que esta colina, probablemente artificial, situada en el sureste de la Anatolia y al sureste de la actual Turquía, cerca de la frontera norte de Siria, no guardaba nada importante, tal vez un cementerio bizantino, pero el arqueólogo Klaus Schmidt tuvo una intuición certera, la colina brillaba de restos de sílex trabajados por el hombre. Las excavaciones destaparon un tesoro insólito: ¡Un santuario de once mil años, levantado seis mil años antes que los monolitos de Stonehenge!

Tal vez fuese aquel el templo más antiguo del mundo, donde pudo nacer la conciencia de lo sagrado y, con ello, el cultivo de cereales salvajes como el trigo. Y, en efecto, los análisis de ADN han probado que el trigo silvestre, que todavía crece en las laderas del monte Karaca (Karacadag) a unos treinta kilómetros del yacimiento, se parece mucho a nuestro trigo doméstico. Puede que fuera en esa región del Medio Oriente donde el cereal de nuestra civilización fuese domesticado por primera vez (el de Asia es el arroz, y el de los americanos el maíz). Los sumerios, que construyeron las primeras ciudades en Mesopotamia e inventaron las primera formas de escritura, creyeron luego que la agricultura, la ganadería y el tejido de fibras fueron entregados por las deidades Annuna a la humanidad en la sagrada montaña Du-Ku.

El Santuario de Göbekli Tepe contiene grandes columnas en forma de T y monolitos de hasta cinco metros y medio, impresionantes construcciones megalíticas de hasta cuarenta toneladas decoradas con relieves de jabalíes, zorros, escorpiones, arañas, serpientes, buitres y grandes felinos, que aparecen representados como bestias peligrosas, tal vez con un valor apotropaico, esto es como protección mágica o espíritus guardianes. Es más rara la figura antropomórfica, pero también se han descubierto figuras antropoides minimalistas con brazos y manos dirigidas hacia el vientre, una venus desnuda (v. ilustración) y algún pictograma, el más antiguo que conocemos. Sólo se ha destapado un recinto de los quince que se calcula que quedan por desenterrar bajo una superficie de noventa mil metros cuadrados, y alguno podría ser más antiguo y remontarse hasta los doce mil años, es decir, justo hacia el final de la última glaciación.

¿Servían estas instalaciones también de almacén, depósito, corral, dispensario, escuela u hospital? ¿Vivía en ellas una primitiva casta sacerdotal? El santuario no fue destruido, sino enterrado hacia el 7.500 a. C., ¿por qué? Una civilización neolítica, formada todavía por recolectores y cazadores que ni siquiera habían desarrollado todavía industria cerámica, ¿cómo pudieron mover y cimentar esas enormes piedras? Todos estos interrogantes tal vez vayan admitiendo seguras respuestas, en lugar de discutibles conjeturas e hipótesis, si continúa el trabajo de desescombro de ese “ombligo” de nuestra civilización occidental y si invertimos nuestros excedentes en conocimiento, en lugar de hacerlo en drogas y armas.

Para saber más:

https://terraeantiqvae.com/profiles/blogs/goebekli-tepe-el-santuario-mas

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M

https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897

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